Miércoles, 25 de junio de 2014 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
A partir de la presentación de un caso reciente, Iván Orbuch explica de qué manera las nuevas tecnologías inciden en la conducta de las personas encargadas de impartir justicia y en el público masivo; y agrega que los casos en los cuales la dignidad humana aparece pisoteada son los que concitan mayor interés en los medios.
Por Iván Orbuch *
En el año 1800 un niño desnudo, con la cara y las manos llenas de cicatrices, apareció en las afueras de Saint-Sernin, en la escasamente poblada provincia de Aveyron, en la parte sur de Francia. El joven, que sólo medía 1,35 metro de altura, había sido visto en diversas ocasiones con comportamientos característicos del mundo animal: trepando los árboles, corriendo en cuatro pies, hidratándose en los arroyos y buscando frutos silvestres con los cuales poder alimentarse. Fue capturado dos veces, pero logró escapar. Finalmente lograron atraparlo, y allí comenzó una peregrinación por los diversos lugares de encierro que estaban comenzando a surgir en la Francia post revolucionaria, tales como asilos y manicomios.
Como un animal acostumbrado a vivir en la selva, el chico parecía insensible al frío y al calor extremos y rompía la ropa que la gente trataba de ponerle. Parecía evidente que había perdido a sus padres desde muy pequeño o lo habían abandonado, pero esto no podía afirmarse, dado que el joven no podía expresarse a través del lenguaje. Su caso, rápidamente, tomó estado público y empezaron a aparecer en los periódicos todos los días noticias acerca de este niño. Gente de todos los puntos de Francia fue a observarlo y su situación puede juzgarse como uno de los primeros casos de espectacularización de lo cotidiano y, también, de divertimento popular.
El interés popular por su caso, fogoneado por los medios de comunicación, jugaron un papel relevante en esa construcción mediática. Incluso inspiró una célebre película del afamado director de cine François Truffaut.
En nuestro país, hace unos meses nos anoticiamos de un caso con ribetes sensacionalistas: una pareja compuesta por un falso pastor, llamado Jesús Olivera, y una periodista, de nombre Estefanía Heit, mantuvieron en cautiverio durante tres meses en su vivienda particular de Coronel Suárez a Sonia Molina, quien logró escapar el 12 de noviembre del año 2012.
El caso se mantuvo silenciado, y las primeras noticias datan de finales del año 2013. Empero, desde abril de este año, todos los días aparecen en diarios y en la televisión novedades al respecto. Al igual que en el caso del “salvaje de Avignon”, el morbo estimulado incesantemente por los medios de comunicación desempeñó un rol central. Así nos enteramos de que la pareja estuvo detenida en el mismo penal de Bahía Blanca y que se veían tres veces por semana. Una de esas visitas fue difundida porque Olivera la difundió a través de su cuenta de Twitter, según nos enteramos posteriormente en los diarios. En uno de los mensajes se explayó sobre la fortaleza de su unión, dado que: “Nuestro amor nos ayuda a soportar el encierro, la injusticia, la humillación y a esperar nuestra ansiada libertad”.
Las acusaciones del fiscal que los llevó al juicio que concluyó con las penas de 18 y 13 años de prisión para Olivera y Heit, respectivamente, mencionan la existencia de privación ilegal de la libertad, lesiones graves, tentativa de homicidio, abuso sexual y estafas reiteradas. La relación entre la pareja y Molina se había originado bajo una aparente atmósfera religiosa. Olivera comandaba un culto evangélico al que Molina había entregado todo su dinero e incluso les vendió su casa en Río Negro a dos personas distintas por órdenes de Olivera, algo que a ella le valió una demanda por estafas.
Para la acusación final, que dictaminó que todo lo solicitado por el fiscal había efectivamente sucedido, fue clave un video utilizado como prueba. El mismo fue encontrado en el celular del falso pastor. Los jueces mencionaron que, gracias a esas imágenes, se pudo apreciar el altísimo grado de degradación al que fue sometida la víctima durante su encierro, donde se observa su visible pérdida de peso, su ropa y pelo completamente sucios y la evidente dificultad que tiene Sonia Molina para poder expresarse, dado que sólo emitía sonidos guturales. Dichas imágenes, vale la pena aclarar, fueron difundidas profusamente en los noticieros del mediodía, de la tarde y de la noche. También por otros programas de televisión y por Internet a través de los portales de noticias.
Como vemos, las nuevas tecnologías ocupan en la actualidad un lugar central llegando a incidir en la conducta de las personas encargadas de impartir justicia, y también en el público masivo. El rol del video grabado en el teléfono celular, su posterior viralización y la utilización de Twitter así lo demuestran. Asimismo se percibe que los casos en los cuales la dignidad humana aparece pisoteada son los que concitan un mayor interés, por lo que cabe preguntarse quiénes son los verdaderos “salvajes” en estas historias, y en las que vendrán.
* Profesor de Historia (UBA-UNLZ-Undav).
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