PSICOLOGíA › PRECISIONES ACERCA DE LA “MATERNIDAD ADOLESCENTE”

Cada embarazo es otro

 Por Cynthia E. Szewach *

El artículo titulado “Maternidad y paternidad adolescentes”, de Silvia Melamedoff, publicado el jueves 24 de junio en esta sección, me impulsó a formular algunas distinciones. La práctica analítica se asienta en escuchar lo diverso de las experiencias que se relatan, por lo tanto no establece de antemano categorías nominativas que determinen los caminos que un sujeto irá atravesando. El texto citado asume que “embarazo adolescente” resulta “siempre una situación problemática”, pensada en términos de riesgo. Desde ya, por sus consecuencias, un posible embarazo no participa del territorio del juego, no pertenece por ende al campo lúdico. Aun así, no es lo mismo, por ejemplo, el relato de una jovencita de 14 años cuyo embarazo es producto de un escenario de violencia o de diferentes formas de abuso que el de una joven adolescente de 17 o 18 años, embarazada de su partenaire de iniciación sexual, donde el niño forma parte de una singular manera de instalarse en una serie que, entre los ideales de determinada cultura, aunando maternidad y femineidad. Son dos modos, apenas descriptivos y entre otros, de establecer una relación discursiva que no se reduzca a sentidos a priori, entre términos como maternidad-adolescencia, embarazo-adolescencia, producto-hijo, madurez-inmadurez, adolescencia-crisis. ¿De qué maternidad y paternidad se trata? ¿Cuál es el lugar al que va advenir allí un niño-hijo?

La referencia a lo “precoz”, que podemos formular, también requiere la referencia que indica su anticipación. Del acontecimiento de un embarazo o un hijo, arribado en los avatares del pasaje que implica la post-pubertad, podríamos interrogar su designación hacia la prematuridad, pero ¿prematuridad con respecto a qué? ¿Quién determina, si no lo que se escuche, cuando algo es anticipado y riesgoso? Riesgo que no es en sí, sino en una lectura que atañe a los efectos y a las condiciones que ese embarazo incluye. Atendemos al monto de angustia, a las posibilidades o no del decir y de hacerse oír, a leer allí una mostración que interpela a una mirada para salir de un desamparo o una mostración dirigida a conmocionar sitios del Otro a veces incólume. Se trata del lugar que ocupa una historización singular en un escenario histórico, psíquico y social propio.

A su vez, la maternidad o la paternidad en tiempos de adolescencia pueden ser intentos de constituirse un lugar, o una forma de llamado o, en contrapartida, una situación de arrasamiento con contenidos de violencia y exclusión a ser considerados. Estas son, entre otras, algunas de las figuras que alcanzamos a tantear, de las que han insistido en ser escuchadas en nuestra práctica.

El término adolescencia, por otro lado, se configura desde coordenadas nominadas por cada cultura. Ser padre o ser madre no se reduce a una función biológica, sino que implica, entre otras instancias, la pertenencia a un linaje y la oportunidad de una inclusión o de una interrogación genealógica, en el entramado con la pregunta por el propio origen. Sólo podríamos continuar la exposición, en los términos que el psicoanálisis propone, si nos restringimos a un relato singular o al desarrollo que despliegue algunas de las cuestiones mencionadas. Desde ya lo referido no excluye la importancia en la construcción de redes con otras prácticas, como la medicina (ginecología, obstetricia, neonatología), el trabajo social o el campo de lo jurídico en sus diferentes instancias, en función de dar respuestas y abrir preguntas.

El artículo citado plantea en su enunciación establecer “un abordaje global”, así como “implementar acciones” en la asistencia. Podemos proponer que quienes oficiamos o somos demandados como un soporte transferencial, dentro o fuera de las instituciones, escuchemos, cada uno desde nuestro lugar, sin olvidar, en tanto psicoanalistas, el compromiso establecido con la abstinencia de los propios ideales. Y, cuando es requerido un trabajo compartido con otras prácticas discursivas, que éste no deje de estar atravesado en su posibilidad por las diferentes formas del límite.

* Psicoanalista. Supervisora en los equipos infantojuveniles del Centro de Salud Mental Nº 3 Arturo Ameghino y del Hospital Ramos Mejía.

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