PSICOLOGíA › CAPTACIONES TEMPRANAS IMPULSADAS POR LA TECNOLOGíA

Un atajo nuevo en la trata de personas

La especialista propone asomarse a los ejercicios de las niñas y de las púberes en el chat y en Facebook, donde ellas acumulan “experiencias” que precisan devorar, ingenuamente. Y al nuevo camino que intenta la trata de personas con fines prostituyentes, adhiriendo al éxito que los pedófilos logran mediante el grooming.

 Por Eva Giberti *

“(...) vemos que en los siglos XII y XIII, en España fue perseguida la prostitución y es entonces cuando esta laceria social logra un desarrollo hasta ahora desconocido (trata de blancas). (...) Los auxiliares de las rameras ejercían de tal modo sus oficios de tercería, que en las Siete Partidas de Alfonso el Sabio se les dedicó una ley especial: De los alcahuetes (...) Son una manera de gente de quien viene mucho mal a la tierra; ya por sus palabras engañan a quienes le creen y las traen a pecado de lujuria (...)”.

Manuel Gil de Oto, (sin fecha de edición, quizá 1915), Barcelona; La prostitución en el siglo XX. Editorial La vida Literaria.


¿Por qué escribir otra vez mencionando la trata de personas? ¿Referirse nuevamente a este delito con finalidad prostituyente? ¿No está todo dicho, todo sabido? Sin embargo, podemos alumbrar otros paisajes si nos asomamos a los ejercicios de las niñas y de las púberes en el chat y en Facebook, zonas de recorrido cotidiano donde ellas acumulan “experiencias” que precisan devorar, ingenuamente. Es una ingenuidad impregnada por las expectativas prometedoras de conocimientos “interesantes” que esperan encontrar en un mundo que ellas mismas han creado a la vera de pedófilos y rufianes. Lo gestaron tipeando, creando documentos y reproduciendo números telefónicos y mensajes. Una cultura propia que tiene más fuerza que las que pudieron insertar su familia o la escuela, con una lógica de producción, distribución y consumo (entre compañeras de escuela por ejemplo) que las independiza de las preocupaciones y ocupaciones que históricamente se suponían eran las naturales y esperables en ese período vital.

La centralidad de sus intereses está regulada por estos medios masivos, redes, oportunidades dialogales con desconocidos y algunas, muchas, no sabemos cuántas de estas niñas y púberes omiten los que se suponen deberían ser sus intereses quinceañeros –novios, amigovios, ropa, vocación, fiestas– para sumergirse en el chat y en el Facebook durante horas tejiendo “amistades” con sujetos que a veces se presentan como si fueran otros jóvenes pero también como varones interesados en ellas, para “conversar de cosas nuestras”. Así comienza el recorrido que continúa con la conexión que ella establece con una amiga o compañera a la que invita y en oportunidades concurren juntas a una cita. Esa cita se les aparece como misteriosa, con un suspenso encantador, que no precisa encontrar una niña tonta, una púber estúpida, le alcanza con una adolescencia curiosa, tentada, erotizada por su necesidad de avanzar utilizando los recursos que posee mediante las redes y el chat; porque ese poder es erotizante.

Las ansiedades propias de esta etapa vital, asociadas a las vivencias de desamparo y alerta ante un cuerpo que se modifica constantemente, así como el displacer que estos cambios pueden suscitar, reclaman cierta tolerancia necesaria para poder construir un mundo simbólico con pensamientos y aprendizajes de distinto calibre. La necesidad de proyectar sus ansiedades en los adultos cercanos es característica y se potencia con el deseo de “saber”; entonces la curiosidad, como una pulsión pujante, configura un cuadro de la pubertad históricamente descripto pero que actualmente encuentra recursos poderosos mediante las nuevas tecnologías.

En el ejemplo que introduzco, protagonizado por púberes –y aun niñas– las hormonas volcadas en el circuito sanguíneo no son ajenas a la tentación por ingresar en el mundo que las “especiales” mujeres de la tevé promueven con sus mohines, sus siluetas y sus éxitos resonantes.

La tentación de aparecer en los medios, de modelar para iniciarse como profesionales, de ser fotografiadas y conocidas ganando dinero que se supone suculento y fácil constituye la apertura, el intersticio donde un varón, investido como “galán” promete contactos novedosos, también sentimentales, para acercarse a sus futuras víctimas. La estrategia es la que siempre se utilizó; la novedad reside en la edad que las niñas y púberes en busca de estas aventuras mediante la aplicación de Facebook y chat.

Es el nuevo camino que intenta la trata de personas con fines prostituyentes, adhiriendo al éxito que los pedófilos logran mediante el grooming.

Es la información que paulatinamente ingresa en el Programa las Víctimas contra las Violencias y que la Brigada Niñ@s asume para proceder y advertir. Históricamente los pasos para incorporar víctimas a la trata eran otros, ahora la tecnología impulsa el ingreso por captaciones tempranas facilitadas por las escolares cuyas fotos posteriormente aparecen en Facebook, pero también las publicadas por sus padres, solicitando su paradero: “Que sepamos no tenía novio... tampoco chicos amigos, solo las compañeras de la escuela”. En el diálogo con estas niñas, rescatadas a tiempo porque los medios de comunicación alborotan masivamente, alertados por los padres, escuchamos cuál es la maniobra para juntar a varias púberes en un mismo lugar y ofrecerles encuentros “interesantes”.

Tanto los encuentros como la necesidad de espiar, paradigmáticos de las curiosidades que forman parte del ADN de la especie y constituyen un mecanismo de subsistencia, ilustran mitos arcaicos, asociables con mujeres.

Podemos discutir si fue la curiosidad que impulsó a Eva, el afán por conocer acerca del bien y del mal (que se sintetiza en “conocer a una mujer sexualmente hablando) o la tentación de tener el poder de Yaveh su padre y creador. Así perdió el estado de gracia original y se introdujo en el pecado. Dicen que la serpiente la tentó (la serpiente no era tal sino un ángel caído y exiliado después de la gran batalla contra Yahveh por el poder en el mundo), se le habría aparecido a Eva en el Edén con propuestas y promesas seductoras que ella escuchó.

Por su parte, Pandora, creada por Hefesto cumpliendo la orden de Zeus, llegó al mundo de los humanos portando una caja que guardaba todos los males y enfermedades que el Olimpo había seleccionado para los mortales. Pandora tenía orden de no abrirla, pero atrapada por su curiosidad la destapó. Así, todos los males se desparramaron en el planeta. No obstante logró cerrarla antes de que la esperanza, acuchada en el fondo de la caja, también saliera volando. Es lo único que nos queda a los humanos.

Historias descuidadas

Durante décadas nuestro país se mantuvo al margen de una legislación pertinente y de decisiones políticas operativas; los jueces que debían intervenir alegaban falta de legislación, las policías y la Gendarmería parecían distraídas o bien compartían los “beneficios” de las “wiskerías” asentadas en las rutas. Los movimientos feministas y alguna ONG eran quienes, anualmente, informaban al Departamento de Estado de Estados Unidos cuando éste enviaba cuestionarios para monitorear (¡!) el estado de la trata entre nosotros. Cuando en el año 2006 fui convocada por el Ministerio del Interior de la Nación para crear un programa que se ocupase del tema violencia sugerí la necesidad de una ley que se legislara para avanzar contra este delito. Así se generó la actual ley –siempre necesitada de ajustes– que la ex diputada socialista Barbagelata había reclamado años antes. Desde Misiones, la Coalición contra la Trata de Personas, liderada por Claudia Lascano, exigía intervención judicial con la legislación penal existente y lograba algunas detenciones, mientras algunos jueces en Buenos Aires, haciendo uso de esa legislación penal, Cillerruelo, Mirta Guarino y alguna otra jueza, intervenían y detenían rufianes, sin contar con una ley federal pero con decisión ética.

En el año 2006, estalló un escándalo en la ciudad de Bell Ville, Córdoba, debido a la detención del rufián que administraba el local Puente de Fuego, conocido en la zona por sus actividades prostibularias. Una de sus víctimas había logrado escapar e iniciar la denuncia que informó a todo el país acerca de la trata de personas. Información que no constituía secreto alguno. En esa oportunidad y dada mi intervención en la promoción de una ley contra ese delito viajé a Bell Ville acompañada por profesionales del Ministerio del Interior para presenciar el juicio. Página/12 publicó una serie de artículos preparados por Marta Dillon que describió meticulosamente los detalles de la ignominiosa historia, en la cual las víctimas prestaban declaración en presencia del rufián y de su compañera (a cargo de las mujeres esclavizadas). Quedó al descubierto el funcionamiento de este segmento de la red, “la compra” de las mujeres, su pasaje de un prostíbulo a otro, las amenazas mediante las cuales las mantenían encerradas (recordándoles el nombre de algún hijo pequeño o de sus padres), los engaños mediante los cuales las introducían en el “trabajo”, las fuerzas de seguridad como clientes, los remiseros que transportaban a los clientes y el trato inhumano al que eran sometidas: estas mujeres estaban obligadas a “atender” a doce o quince hombres por día, entre otras atrocidades. Las víctimas rescatadas contaron con la colaboración de un grupo de mujeres que desde una militancia religiosa aportaron ayuda y acompañamiento mientras prestaban declaración y permanecían detenidas. El periodismo se ocupó de publicitar el desarrollo del juicio y reproducir las preguntas del fiscal y de los jueces que se encontraban en una situación extraña, con asistentes que llegaban desde el Ministerio del Interior y mujeres provenientes de ONG conocedoras del tema. Empezaba a escucharse ruido allí donde todo había sido silencio y complicidades.

Un Estado como el que existía hasta el momento en que se sancionó la ley era un Estado promotor de desvalimiento psíquico y social para quienes son víctimas y para la comunidad aferrada a imaginarios y simbólicas que legitiman la existencia de la trata. O sea, una corrupción de las pulsiones sociales que bordean la pulsión de muerte o la convocan. De este modo se produce el enlace entre este delito y la esclavitud.

Los pensadores que no pensaron en trata pero sí en esclavitud.

Si admitimos una interpretación libre de Hegel sabemos que el amo de buenas a primeras se ve reconocido por un esclavo, al que no le asigna ninguna dignidad. En El Seminario VII, “La Etica del Psicoanálisis” de Lacan se puede leer: “Encontramos en Hegel la desvalorización extrema de la posición del amo, pues hace de él, el gran chorlito, el cornudo magnífico de la evolución histórica...” Sobrevalora la posición del esclavo quien reconocería el valor de la autonomía y de la libertad en el Otro –esta es su ventaja–, ahora sólo le resta imponérsele y superarlo.

El esclavo reconoce al amo como tal y se hace reconocer por él como esclavo. En este proceso se puede observar el sometimiento y adiestramiento por parte del esclavo ya que es él quien crea lo que el otro va a incorporar. Es el esclavo el que podrá evolucionar voluntaria y activamente, es decir, humanamente. No sucede de este modo cuando la subjetivación de estas mujeres ha sido interferida por el consumo de sustancias –drogas– golpes y amenazas sistemáticas, además de las violaciones cotidianas que las instituyen como cloacas, vertederos de semen de diez o quince sujetos por día.

En el análisis que realiza Lacan de los textos hegelianos escribe, en “Función y Campo...”: “El esclavo sabe que es mortal, sabe también que el amo puede morir, puede aceptar trabajar para el amo y renunciar al gozo mientras tanto; y, en la incertidumbre en que se producirá la muerte, espera”. Añade: “... a partir de lo cual vivirá, pero en espera de lo cual se identifica a él pero muerto, y por medio de lo cual él mismo está ya muerto.” Que constituye una excelente descripción de lo que suelen expresar algunas víctimas cuando dicen que se sienten como muertas. Están muertas para el mundo debido a la invisibilización de su existencia. No hay registro hasta la actualidad, de su vida como víctimas. En todo caso se las reconoce como prostitutas por el que se supone el gusto de vivir del producto que les aporta su sexo. El discurso social habitual genera un linchamiento semántico separándola en segmentos corporales/sexuales. Les gusta el dinero que ganan, el servicio que prestan mediante su cuerpo. Es el pensamiento que habitualmente encontramos en la comunidad.

Pero no es ése el punto, sino el estar muertas por no poder transformar la situación en la que se encuentran. La ley de estas esclavas es no poder pensar seriamente en liberarse, aunque algunas crean que van a poder cambiar su vida cuando hayan terminado de pagar su “deuda”, pero esa deuda es inextinguible: jamás finalizan de pagarle al rufián aquello que él les impone; deben restituir el dinero que se utilizó para su traslado (o secuestro), su comida, su ropa (¡!), sus remedios (raramente cuentan con alguna atención médica). Por otra parte, no disponen de medios concretos (papel, lapicera) donde poder anotar las sumas que le corresponderían por su “trabajo”. Es decir, carecen de posibilidades concretas para huir del encierro o/y fantasear con la huida.

Es posible suponer en ellas estados de apatía aterrada asociable a ese “sentirse como muertas”; quizás sustituirían las vivencias de dolor como desarrollo de afecto, buscando obtener un enmudecimiento parcial de los afectos para paliar la actividad tóxica de cada día.

El cuerpo

El suyo es un cuerpo que a veces finge el deseo –según el cliente– y en oportunidades no niega el asco, desobedeciendo el mandato del patrón; también el cliente es patrón, procede en sucesión de carnes torpes o tumultuosas pero que siempre arrastran. Arrastrar es la investidura permanente de cada acto sexual destinado a abolir la postura vertical ganada por los humanos, las humanas que fueron erguidas, ahora privadas de cualquier decisión. Ellas carecen, por intoxicación o historia personal, de mediaciones psíquicas que las ayuden a soportar la situación que supera la pérfida relación social establecida entre ella, el cliente y el rufián.

La escena corrupta comienza al asumir el camastro que se ofrece cada día, interminable e inevitablemente. Es un indicador translingüístico que aporta el sentido clave de la trata y que define espacio “privado”, distinto del espacio público donde se ofrece prostitución urbanizada en la miríada de cartelitos pegados en los tachos de basura y en los postes de alumbrado callejero.

Ella ya ha sido subjetivada como puta, por oferta y por presencia: éste es uno de los trucos de la trata, colocar a la víctima en la jaula, extorsionada y disponible, borrada del entorno mediante la pulsión de muerte socializada que se expresa en el delito tolerado y promovido por el imaginario a veces, otras por el fantasma: “la mujer sirve para eso”, insignia mayor del patriarcado. Que se torna extensible para la travesti y aquellxs personas trans que han sido incluidos en el régimen de la trata.

* Psicoanalista.

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La Asociación de Madres Víctimas de Trata, en la reciente inauguración de su sede del barrio de Constitución.
Imagen: Télam
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