DEPORTES › OPINIóN

La presión es siempre una mala consejera

 Por Gustavo Veiga

Si hay presión que no se note. Leonel Vangioni reconoció que River tenía mucha antes de jugar contra el disciplinado Sanfrecce Hiroshima. Con el desahogo del pase a la final, esa presión será de otro tipo. No de ésa que consiste en la obligación de ganar porque el rival no es el candidato por historia, plantel o actualidad. Ahora esa presión la tendrá el Barcelona si lo que se presume un trámite –el encuentro de hoy contra el Guangzhou chino– lo coloca en el partido clave del domingo.

“Estábamos ansiosos”, dijo también el lateral. Y se notó cuando el equipo metió quinta, presionó bien alto y achicó espacios hacia adelante hasta quedarse sin espacios, precisamente. Con una densidad de cinco jugadores por metro cuadrado, a River se le nubló el arco del voluntarista Hayashy. Diría Marcelo Bielsa: “Lo más complicado del fútbol es atacar en espacios reducidos y defender en espacios amplios”. Una frase que quedó en los oídos de este cronista durante una de sus imperdibles conferencias de prensa en la Selección Nacional.

River sufrió ese dilema que apuntaba Bielsa. Por acelerado. Seguro que por la presión también. Y de ir una, dos y tres veces pero sin lastimar, fue perdiendo consistencia, se desacomodó y empezó a dejar claros, sobre todo entre Balanta y Vangioni. O entre el colombiano y Maidana. Es cierto también que cuando sobrevino la mala (tres estupendas tapadas de Barovero evitaron la debacle), no cayó en excesos ni se puso demasiado nervioso. Con el final del primer tiempo se serenó.

La ansiedad, mala consejera, se diluyó en cuanto volvió a amigarse con la pelota, pero jugando a otro ritmo. La entrada de Lucho González fue una señal. Más fútbol y menos frenesí con la salida de Ponzio. Viudez fue otra apuesta acertada. Pisculichi no había estado a la altura. Como si no se sintiera cómodo en el centro del corralito con que River había sitiado a los japoneses. Una especie de flipper descontrolado, sin pausa y sin terreno disponible para progresar.

Para estos síntomas que afectaron a River no hay terapia posible. La presión es una construcción mediatizada, levantada por un entorno que somete al futbolista a lo que definió Vangioni, ya desahogado: “Teníamos mucha presión”. Un psicólogo puede trabajar con ella si apela a la concentración, a variables motivacionales o de otro tipo. Pero cuando un jugador pisa el verde césped, y aunque adelante se pare un equipo de entusiastas y mecanizados japoneses, la presión es como el banquito del que hablaba Ringo Bonavena cuando lo dejaban solo en el medio del ring. Hay que saber qué hacer con ella y neutralizarla por alguna vía.

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