Miércoles, 3 de septiembre de 2008 | Hoy
SOCIEDAD › GRASSI NEGó HABER ACUSADO A SU, PERO SIGUE CON LO DEL JUICIO ARMADO
Desmintió ante los medios haber acusado a Susana Giménez, pero ante los jueces siguió con la misma denuncia. Ahora cargó contra la periodista Miriam Lewin y contra un juez de Morón. Seguirá declarando, no sabe cuántos días. Después lo harán las víctimas.
Por Horacio Cecchi
“Yo no involucré en nada a Susana Giménez, son todas mentiras”, desmintió, aseveró, sostuvo, afirmó, casi ordenó, incluso lo dijo con una de esas miradas durísimas y críticas que lo dicen todo, el padre Julio César Grassi a esos demonios los medios que lo esperaban en la entrada de los Tribunales de Morón, antes de ascender (el padre, claro, quién si no si el juicio es oral sin público), peldaño a peldaño hacia su calvario. Después, dentro de la sala de audiencias, Grassi desmintió toda su desmentida, continuó su declaración biográfica del día anterior, siguió hablando de Su Giménez, de su ex el Corcho Rodríguez y su socio (del Corcho) el Galimba (Galimberti, dijo respetuosamente), y de la defraudación que le habrían hecho, según él le hicieron. Un pagadiós a un cura, en qué mundo estamos. Ayer, agregó algo judicial a su extensa declaración biográfica, algo judicial pero no de la causa, judicial pero no jurídico, algo no en su defensa sino acusatorio, las tomó contra un juez, contra “parte” de la justicia de Morón, que le habría hecho la cama, según él le hizo. También cargó contra Miriam Lewin, la periodista que lo entrevistó para Telenoche Investiga, “no todo Telenoche ni Clarín”, aclaró, fuego sí pero tampoco quemar las naves.
La declaración fue extensa, casi seis horas, en rigor, de 10 a 13 y de 15 a 17.30 pasaditas, casi y 45. Todo monólogo, sin exaltación, monocorde. A un costado del ángel en el banquillo, a su izquierda, a centímetros podría decirse porque la sala es salita y no entra nadie más, ni uno solo del público (esto en descargo del Tribunal), los dos chicos, Luis y Gabriel, los denunciantes. Cada tanto, una miradita de reojo, un mirar sin querer queriendo, que motivó quejas. “La escena del juicio es intimidante –dijo Nora Shulman, del Casación (el Comité por los Derechos de los Niños) y presente en la salita–. Grassi, de a ratos, los mira y es contra todas las normas. Ellos quieren estar en la sala pero se ponen nerviosos. Cuando declaren ellos vamos a pedir que la distribución en la sala sea diferente, para que no reciban presión.”
Cuando declaren ellos. ¿Cuándo? Después de que finalice Gra-ssi. ¿Cuándo finalizará? Qué pregunta. El propio Grassi dijo que tiene mucho para decir y que pueden ser “cinco, seis, siete, ocho días”, según él mismo se encargó de aclarar a esos demonios los medios. La querella estima, porque no quiere ser tan fatalista, que la biografía acusatoria seguirá mínimo durante esta semana. Y si no está claro cuántos días más llevará su monólogo, menos claro aún si estará dispuesto, después, a responder preguntas de jueces, fiscales, querellantes y defensores (de estos últimos sí, pero no los puede escindir del resto). Es su derecho. Recién entonces, será el turno de los chicos.
Además de Hard Communication (la sociedad del Corcho y Galimba), de los miles y miles de pesos, Grassi insistió en la idea negada en público y aseverada en el juicio (es lo que vale), dijo que “yo estoy convencido que esto es un armado. Estoy convencido que la responsable fue Miriam Lewin, no todo Telenoche ni Canal 13”, dijo a los jueces, y después lo repitió entre los demonios, radios, agencias, televisión, diarios. La hipótesis acusatoria de la defensa explica que, ofendida por el daño a su imagen, la Su, tras el diferendo por las liquidaciones, provocó el armado de la nota de Telenoche Investiga en la que participó la periodista. La hipótesis acusatoria sostiene que los chicos fueron pagados por el gran armado. Y que la justicia de Morón, parte de ella, participó en ese armado y le hizo una cama.
Mañana, si es que la agenda se conserva tal cual, Grassi tiene preparada otra sorpresa a los jueces: cuadros, no vamos a decir un Bosco, no vamos a decir trípticos religiosos, pero sí cuadros, gráficos, menos imaginativos sí, pero ayudas visuales, buscando aclarar el complot desmentido ante esos demonios.
Además, durante la audiencia Grassi se quejó de la admisión del tribunal a la presencia de veedores de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Se trata de dos veedoras, que se van turnando entre sí, sentadas en un rincón porque no hay espacio en la salita. “La Justicia no necesita veedores, es una presión, no una actitud de ver”, se quejó Grassi ante esos demonios, “es un tema extrajudicial” dijo, curiosa y paradójicamente después de casi seis horas de declaración extrajudicial. “La Justicia tiene sus propios mecanismos de control y no necesita que un ente estatal venga a controlarlos. Lo veo como una presión”, cuestionó Grassi. Shulman, en cambio, sostuvo que “la presencia de los veedores es positiva porque aportan una mirada objetiva de un organismo del Estado que se ocupa de los derechos humanos”.
A la salida, de nuevo rodeado por sus demonios, Grassi dijo que “no nací para esto, quiero vivir ayudando pero estoy cargando una pesada cruz (el tema del calvario) de este proceso judicial y todo este proceso lo vivo como un castigo (el tema del mártir). A la gente que me está mirando (el tema de la tele que no toda es mala) le digo que no soy el mejor, pero estoy del lado de los buenos”.
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