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El chico tiene 14 años y le dicen “Chupetín”. Sus padres no estaban en casa la noche del miércoles, cuando después de discutir con un vecino suyo de 12 que le cortó la mano con un cuchillo de cocina fue hasta el placard, sacó una escopeta y lo ultimó. Acto seguido, Chupetín envolvió el cadáver y lo arrojó desde la terraza de su edificio hacia un terreno baldío, en la localidad mendocina de Tupungato, a 50 kilómetros de la capital, según informaron ayer fuentes policiales.

La víctima se llama Franco Bordón y el acusado, que fue detenido y está a disposición de la Justicia, intentó limpiar la escena del crimen: se bañó y ocultó el arma en una casa vecina. El hecho sucedió cerca de las 22, en un edificio situado en Boulevard Güemes 290, en pleno centro de Tupungato. De acuerdo con lo que pudieron reconstruir los investigadores, luego de la agresión de Bordón, Chupetín tomó una escopeta recortada calibre 16 que estaba guardada en un placard y no tenía balas (y que sería de su abuelo). Luego buscó las balas, la cargó y se dirigió al lugar donde se encontraba su vecino, en uno de los ambientes de la casa, y le disparó en el pecho.

“Entonces lo subió por la terraza y lo depositó en un patio contiguo”, explicó hoy el comisario Carlos Fernández, jefe de la Departamental Tupungato. Antes, según dijeron las fuentes, Chupetín trasladó el cadáver al dormitorio, lo tapó con una sábana y una toalla, y se fue a duchar. Tras bañarse y limpiar la sangre que había quedado en las paredes y en el piso, se cargó el cadáver al hombro y lo subió hasta la terraza para tirarlo. Una vecina escuchó un ruido y creyó que podía ser un petardo, pero habló con otros vecinos ante la sospecha que algo malo podría haber pasado.

Así la madre del chico asesinado, que vive a dos cuadras del lugar, fue hasta allí y Chupetín le aseguró que su hijo había regresado a casa caminando. Otro vecino se acercó y le dijo a la madre que el estruendo era un disparo y lo encontraron al poco tiempo. Chupetín fue trasladado a Guaymallén por orden del juez Fernando Ugarte, donde fue asistido por psicólogos y por especialistas de la policía provincial.