SOCIEDAD › CHRIS CONRAD Y MIKKI NORRIS, IMPULSORES DEL USO MEDICINAL DE LA MARIHUANA

“Mucha gente se niega a aceptar que una medicina se pueda fumar”

En California, su patria chica, lograron imponer la venta legal de cannabis para ese fin. Aquí, desmenuzan el contexto político-cultural que en 1937 derivó en la prohibición de marihuana en Estados Unidos. Y explican qué hacen para revertir esa situación.

 Por Emilio Ruchansky

Chris Conrad y Mikki Norris deberían haber sido arrestados en el mismo instante en que pusieron un pie en la Argentina. Al menos eso indica el artículo 12 de la ley de drogas, que reprime con prisión de dos a seis años a quien ose preconizar o difundir públicamente el uso de estupefacientes. Este era, justamente, el objetivo de la visita del matrimonio californiano que promueve desde hace 20 años el cultivo y uso del cannabis para fines médicos. Sin embargo, los activistas se ampararon en la libertad de expresión para hablar con pacientes y especialistas en un bar de Palermo, en Buenos Aires, luego en el auditorio de Asociación de Trabajadores del Estado de Córdoba y finalmente en la asociación Arte y Ciencia de Rosario. “Hay mucha gente que se niega a aceptar que una medicina se pueda fumar, tienen un problema con eso”, le advirtió Norris a Página/12, durante una extensa entrevista.

En 1996, ambos lideraron la campaña conocida como “propuesta 215”, que permitió “el uso compasivo” de cannabis para fines medicinales en California. Fue el puntapié para los 400 dispensarios de marihuana dispersos en este estado, que mantiene una árida relación con los estatutos federales que prohíben el cultivo y la venta de cannabis. “Hace mucho tiempo que no hay una discusión sobre la política de drogas en Estados Unidos”, reconoció Conrad, cuando se enteró del impulso del gobierno nacional para descriminalizar al consumidor de cualquier droga ilegal. El matrimonio fue invitado por la revista THC, la primera publicación argentina especializada en cannabis.

“Cuando empezamos, creíamos que en cinco años lo tendríamos resuelto, que bastaba con informar a la gente. Hace veinte años que seguimos haciendo lo mismo”, comentó Norris sin perder la sonrisa. Ella es la coordinadora de Human Right and Drug War y se ha especializado en el aspecto penal de la prohibición de la marihuana. Su marido es investigador y consultor de la Corte Suprema de California en cannabis. Los dos forman parte de la Universidad de Oaksterdam, la conjunción de la ciudad californiana de Oakland y la capital holandesa, donde los cultivadores de cannabis aprenden sobre horticultura, medicina, historia y política. Al terminar, se les extiende el prestigioso “certificado verde”, que exhiben en sus puertas varios dispensarios.

–Tengo entendido que enseña política en Oaksterdam, ¿cómo es el programa?

Chris Conrad: –Bueno... nos salteamos los primeros 9900 años. Básicamente, empezamos con la historia de la prohibición del cannabis en los Estados Unidos y la mayor parte de la clase se enfoca desde la Era (del presidente Richard) Nixon hasta hoy.

–Pero mucho antes se instaló la idea de que el cannabis era un vicio “de negros y mexicanos”. ¿También explica el origen racista de la prohibición?

C. C.: –Sí. Claro. La prohibición fue usada como un arma por racistas e industriales. Ellos fueron “los prohibicionistas” que trabajaron juntos para coartar la libertad de la gente.

C. C.: –Pero algo de cierto hay en que la costumbre de fumar porro fue llevada a Estados Unidos por negros y mexicanos.

C. C.: –No está claro. Alguna gente diría que sí, pero hay historias sobre las padres fundadores de la nación americana, Washington, Jefferson.... Ellos escribieron acerca del cáñamo, pero George Washington hizo algunos comentarios interesantes. Una vez escribió sobre la importancia de remover las plantas machos de los campos... Algo que industrialmente no tiene importancia (solo las hembras tienen efectos psicoactivos). También escribió sobre una “curiosa” preparación de cannabis que recibió de un médico. De todas formas el cannabis para uso recreativo no era algo común en la comunidad blanca.

–Además, ellos instalaron la idea de que fumar era improductivo...

Mikki Norris: –O violento. Solían decir que los hombre negros empiezan a mirar a los blancos a los ojos después de fumar porro. Y eso no era bueno. Y después decían que los negros se asociaban o se juntaban a tocar jazz en los clubes, a principios del 1900...

–El otro aspecto, el político, está muy relacionado con lo industrial.

C. C.: –Cuando leí los informes del Congreso antes de la prohibición, nadie hablaba de marihuana. Me parece que lo más importante es que después de la prohibición del alcohol en 1933 (la famosa Ley Seca), hubo muchos policías que perdieron su trabajo, que era perseguir a gangsters como Al Capone, encontrar alcohol y destruirlo. Pero después, cuando se cayó la prohibición, no tenían nada que hacer. Pero cultivar y fumar cannabis era legal. Entonces, en 1935 aparece un memorándum de Harry Anslinger en el parlamento, en el que decía que estaba preocupado por dos cosas. Una era que ellos necesitaban conseguirles más trabajo a estos policías, la otra es que iba a ser imposible deshacerse de la marihuana porque es una yerba, porque crece en todos lados, y no se puede eliminar.

–Ni controlar.

–Exacto. Eso significa que la policía iba a tener trabajo para siempre si la prohibían.

–¿El aspecto industrial fue más determinante que el policial cuando se propuso la prohibición?

C. C.: –Yo creo que sí porque en los informes previos, hay algunos testimonios de la policía que dice que había que parar la marihuana y después la mayor parte habla de marihuana medicinal y cáñamo industrial y asegura que se puede abandonar el cáñamo y seguir produciendo los mismo productos con otras recursos naturales. Entonces, en 1937 Anslinger va al Congreso y dice: “Tenemos que hacer algo con respecto a la marihuana”.

–¿Cuál es la reacción del Congreso cuando recibe este informe?

C. C.: –Una de las preguntas que hicieron fue que si la marihuana es tan mala, por qué no habían oído de ella antes. Y Anslinger les contestó: “Bueno, eso demuestra qué mala es. Así de rápido se desparrama”.

–¿Fumaba mucha gente por entonces?

M. N.: –En ese momento fumaban 60 mil personas y ahora son entre 12 y 20 millones las personas que fuman.

C. C.: –Y ésos son solo los fumadores regulares. No sabemos cuántos son los casuales.

–¿Cuáles de estos argumentos (el racista, el policial o el indutrial) fue el más usado para imponer la prohibición en el Congreso?

C. C.: –Usaron los argumentos racistas y los relacionados con la violencia. La forma de presentar el tema fue muy cínica porque Anslinger escribió artículos acerca de marihuana y gente matándose unos a los otros e inventó otras historias y las puso en diarios de todo el país. Cuando fue al Congreso llevó esas historias, sus historias.

–Pero Harry Anslinger no era legislador.

C. C.: –No. El estaba a cargo de la prohibición del alcohol, después creó un nuevo trabajo para él, una oficina llamada Federal Bureau of Narcotics (FBN).

–¿La prohibición fue impulsada por republicanos o demócratas?

C. C.: –Por ambos. Pero él les mintió. Los legisladores le dijeron: “¿Qué va a pasar con el uso medicinal?”. Y les dijo: “La asociación médica está de acuerdo conmigo”. Y eso era mentira. Y los congresistas le advirtieron: “Pero tenemos que permitir que los granjeros sigan cultivando cáñamo”. “No hay problema con el cultivo de cáñamo, todo lo que tienen que hacer es conseguir un permiso.”

–Y pagar el Taxt Act, que sirvió para fundir a la industria cañamera.

C. C.: –Sí. Esto se hizo a través del Departamento del Tesoro (algo así como el Ministerio de Economía). Ellos dijeron: “Queremos cambiar el modo en que hacemos industria en América”. Obviamente, salieron beneficiadas la industrias petroquímicas, de etaninos, de madera y de telas.

M. N.: –Hubo cambio de nombre: ellos usaron el nombre “marihuana”. Nadie sabía qué era “marihuana” antes. La gente conocía “cáñamo” en la industria, “cannabis” en la medicina. Pero cambiaron todo al llamarla “marihuana”. Nadie sabía qué era y empezaron a leer esta palabra en los diarios.

–Pero la gente, en la calle, imagino que sí conocía la palabra.

C. C.: –La mayoría no. Existía, pero no se usaba mucho.

M. N.: –Había palabras en el slang como reefer o muggles. Hay una película, Reffer Madness, que era propaganda anticannabis y mostraba gente fumando que se volvía loca, gritaba y salía a matar. También había un personaje femenino que después de fumar se deprimía y se tiraba por un puente. La historia la escribió Anslinger.

–¿Cómo hicieron para contrarrestar estos discursos?

M. N.: –Lo principal es que la ley en California cambió gracias la iniciativa de la gente, no a los gobernantes.

C. C.:– Hicimos un referendo popular en 1996.

M. N.: –Es algo que solo puede hacerse a nivel estatal. Teníamos que juntar 600.000 firmas en California y conseguimos 880.000.

–¿Es vinculante?

M. N.: –Sí. Primeros juntás las firmas, después se vota a favor o en contra. Ganamos con el 56 por ciento.

–¿El argumento central de la campaña fue el aspecto medicinal de la marihuana?

M. N.: –Sí, siempre aclarábamos que “es solo una iniciativa medicinal”. Obviamente estábamos interesado en todos los usos del cáñamo, el ambiental, porque es mejor para el medio ambiente, es bueno para la economía, tiene varios usos médicos y los usos personales para los adultos y, claro, la libertad... Pero el aspecto médico empezó a crecer cuando la gente trajo más y más información acerca de los usos médicos. Y tuvimos pacientes hablando de cómo el cannabis medicinal los estaba ayudando y tuvimos doctores, en general oncólogos, diciendo que les gustaría recomendarlo.

–Imagino que también había usuarios recreativos que hicieron campaña.

M. N: –Claro, pero nos centramos en lo medicinal. Lo llamamos el “uso compasivo”. O sea, apelamos a la compasión de los votantes. No apelamos a la autonomía, sino a la necesidad. Decíamos: “Esta persona tiene cáncer o tiene sida y lo necesita para poder comer y dormir”.

C. C.: –Básicamente, los pacientes de cáncer fueron los que más insistieron, luego los que tenían sida. Más adelante, cuando hicimos estudios antes de la votación, resultó que una de cada tres personas en California conocía a alguien que usaba marihuana medicinal. Sin prescripción.

–¿Y ahora hay prescripción?

M. N.: –No. La prescripción tiene estatus federal, los médicos escriben una recomendación que funciona a nivel del estado y así puede conseguir el permiso para comprar en un dispensario de marihuana.

–¿Llevar este sistema a nivel federal es imposible?

M. N.: –Por el momento sí. Es que hay mucha gente que se niega a aceptar que una medicina se pueda fumar, tiene un problema con eso. Piensa que es malo para la salud. De hecho, una compañía en Inglaterra está desarrollando una medicina que es de marihuana completamente, pero no es sintética, aunque viene en un inhalador. Pero hay argumentos contra esto, tienen miedo de que si permiten la marihuana legal luego sería imposible controlarla y dicen: “Es un mensaje equivocado para los niños”. Un argumento que siempre funciona.

–La discusión en la Argentina pasa por despenalizar la tenencia de todas las drogas, no solo la marihuana.

C. C.: –Nos gustaría tener esta discusión allá.

M. N.: –Hace mucho tiempo que no hay una discusión sobre la política de drogas en Estados Unidos. La prohibición de la marihuana empezó en 1937 pero luego vino una guerra contra la marihuana que se fortaleció con Nixon y hubo, en 1968, mucha gente protestando contra la guerra de Vietnam y el gobierno dijo: “Esta gente fuma marihuana”. Y la prohibición fue una forma de oprimir al movimiento pacifista.

–¿Cuál era el argumento legal para meterlos presos? ¿La tenencia?

M. N.: –La tenencia, la venta o compartir. Y sigue siendo ilegal.

–Si alguien tiene drogas va a la cárcel, sea o no un adicto.

C. C.: –Salvo que tenga una sobredosis.

M. N.: –Bueno, en California somos un poco más progresistas que en el resto del país, de hecho cambiamos la ley. Hace poco, hicimos la propuesta 36, que establece que si fuiste arrestado por tenencia no vas a prisión, hacés un tratamiento. Y fue aprobada.

–Es lo que pretenden las ONG y el propio gobierno argentino.

M. N.: –La descriminalización es lo mejor. Hay lugares en Estados Unidos, ciudades, donde la gente pidió que los delitos relacionados con marihuana tengan una prioridad menor para la justicia. Ciudades como San Francisco o Oakland. Queremos que la policía se dedique a los crímenes serios, a la violencia doméstica, etc.

–Imagino que quieren esto para las otras drogas.

M. N.: –En Estados Unidos las asociaciones luchan por descriminalizar la marihuana en principio, por tener una forma o modelos de legalización como un primer paso para hacer lo mismo con otros drogas. Luego vendrán otras drogas como el LSD, la cocaína, la heroína, que podrían ser legales en el futuro si vas al doctor.

–Lo veo complicado.

M. N.: –Y sí... No hay muchas justificaciones, más allá de lo recreativo. Pero es importante cambiar las clasificaciones: hoy la marihuana aparece como la droga más peligrosa, después viene la cocaína, después las anfetaminas, la heroína y LSD.

–Es ridículo.

M. N.: –Sí, es que ahora reconocieron un valor medicinal a la cocaína pero no a la marihuana, en el nivel federal. Ellos dicen que los doctores usan cocaína, los dentistas la usan. Hay incluso organizaciones en contra de las drogas, que son escuchadas y muchas financiadas por el gobierno. Ellos son los que dicen que la marihuana es mala y recorren las comunidades diciendo que es inmoral, que es destructiva. No les importa el aspecto medicinal, a lo sumo, dicen “puedes usar Marinol”. Pero sabemos que para muchas cosas la marihuana es la mejor droga.

C. C.: –Y la más segura.

–¿Qué decían los médicos antes de que ustedes cambiaran la ley en California?

M. N.: –Había algunos doctores, especialmente los que trataban el cáncer y el sida, que decían a los pacientes que salían muy enfermos por la quimioterapia que probaran marihuana porque los iba a ayudar y les abría el apetito.

–Pero no lo decían públicamente.

C. C.: –A los primeros que la recomendaron les levantaron cargos dentro de la comunidad médica. La Suprema Corte de Justicia aprobó el derecho de los médicos a recomendar marihuana, antes de eso no podían hacerlo. Lo permitieron en nombre de la libertad de expresión. Los pacientes traían historias para romper corazones sobre lo que pasaba en su vida y eso sirvió para presionar.

–Como en el pasado, cuando Harry Anslinger apareció con sus historias sobre marihuana y violencia.

M. N.: –Exacto. Hice un libro 1995 con historias de gente en prisión por “la guerra contra drogas”.

–¿Y lo llevaron al Congreso?

M. N.: –En verdad, llevamos copias a los congresistas negros, a los demócratas. Antes, en los 80, empezaron a aparecer las violaciones a los derechos humanos.

–¿Cuándo comenzaron a denunciarlos?

M. N.: –Diez años después. Nadie sabía. Había histeria.

–¿Pero el cambio fue cultural antes que el político?

M. N.: –Fue el mismo proceso que cuando se prohibió. Las historias sobre el uso médico generaron empatía con la gente que necesitaba marihuana. Lo mismo con los presos, que deberían ir al hospital antes que a la cárcel.

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Imagen: Bernardino Avila
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