SOCIEDAD › LA LEGISLATURA SE APRESTABA ANOCHE A TRATAR LA UNION PARA GAYS
La unión civil en trasnoche
Tras una jornada agotadora, pasada la medianoche la Legislatura porteña se disponía a empezar el tratamiento de la ley que permite inscribir parejas del mismo sexo, en medio de un recinto tenso y gradas cubiertas de público.
Las banderas con los colores del arco iris esperaban anoche poder flamear festejando la sanción de la ley de unión civil en la Legislatura porteña, tras una jornada de presiones, nervios y tensión. A pesar de que varios diputados pidieron que el proyecto que les otorga a gays y lesbianas el derecho de gozar de los mismos beneficios sociales que las parejas de hecho en el ámbito de la ciudad fuera tratado por su importancia antes que la interminable lista de temas previstos para la última sesión del año, la mayoría se negó. Los votos positivos que los impulsores del proyecto habían calculado mermaron durante el día con los cambios de posición de última hora. A medida que se acercaba la noche, el clima entre diputados, asesores y activistas del movimiento de minorías sexuales se acaloró. Los legisladores que apoyaban abiertamente la norma advirtieron en sus discursos que muchos justicialistas y algunos radicales abandonarían sus bancas para dejar sin quórum la sesión. Pero a última hora el justicialista Eduardo Valdés garantizó que su bloque no protagonizaría tal boicot. Así, con casi la mitad de los legisladores dispuestos a dar el sí, al cierre de esta edición muchos esperaban que entrada la madrugada finalmente la ciudad se convirtiera en la primera de América latina en reconocer las parejas de lesbianas y de gays.
Los militantes del movimiento de minorías sexuales fueron los primeros en llegar. Al tanto de las tribulaciones de los diputados y diputadas más dudosos, lesbianas, gays y travestis se apostaron sobre la peatonal. Como un estandarte naïf, junto a una bandera multicolor, plantaron un enorme corazón rojo que de lejos parecía un gigantesco almohadón kitsch que en lugar del nombre de dos enamorados decía “unión civil” en delicada caligrafía. El corazón custodió a lo largo de toda la tarde ese edifico en el que ayer los rumores, los cambios de opinión y las presiones al interior de los bloques llegarían al paroxismo en que suele entrar la política con los temas “difíciles” para los legisladores a punto de inaugurar una nueva campaña. Cerca de las dos de la tarde, cuando comenzó la sesión convocada para las 11, al inusitadamente diverso paisaje humano en la Legislatura se le sumó la invasión de los medios. Las cámaras y los cables terminaron de armar la escenografía que pocas veces llega a lucir la coqueta sala de sesiones de la Legislatura. Una de ellas tomaba la cara del diputado radical Fernando Caeiro argumentando contra el proyecto
cuando una pareja de chicas se dio un apasionado beso. El camarógrafo abandonó el adusto rostro radical por el amor lésbico en vivo.
El dictamen de mayoría a tratar ayer fue el que, apoyado por la izquierda, el centroizquierda y un grupo de radicales, postulaba que la unión civil sería para “dos personas con independencia de su sexo u orientación sexual”, o sea que no sólo sería para gays y lesbianas, sino también para parejas heterosexuales. El proyecto de la diputada Juliana Marino fue el que llegó como dictamen de minoría: en él la unión civil se acota a la que anoten en el Registro Público de Uniones Civiles sólo “dos personas del mismo sexo que hayan decidido libremente conformar una unión de convivencia caracterizada por la afectividad estable y pública”. Los rumores que los propios activistas y algunos legisladores ventilaron desde la misma noche del miércoles decían que podía romperse el acuerdo inicial para apoyar el texto consensuado por la mayoría. “Intentan que los que avalaban el proyecto de la CHA se corran a apoyar el de Marino o directamente no dar quórum para impedir el debate”, le dijo a Página/12 un vocero de la organización. La larga mano católica también estuvo anoche en el recinto: un grupo de 15 adolescentes sin acreditaciones, de similar corte que los que gritaron contra el proyecto de salud sexual y reproductiva, agredieron a algunos militantes de la CHA y trataron de cortar la entrevista televisiva que un periodista le hacía a una pareja de lesbianas: mientras tapaban el lente de la cámara gritaban “¡esto le hace mucho daño a la sociedad!”. La seguridad de la Legislatura encontró a lamisma hora una bomba de estruendo en un pasillo escondida en un cenicero de pie. Pero nunca estalló.
Paradójicamente para la Iglesia resultaría menos insoportable que se votara un “registro rosa” reconociendo la convivencia de homosexuales que ese mismo nuevo derecho incluya a los hétero. La jerarquía eclesiástica se lo dejó claro a los diputados a través de sus voces en la Legislatura: si se crea un registro de uniones alternativo al matrimonio, ese “sacramento” fundamental se debilitaría y con ello la propia institución. Entre varios radicales puestos ante la disyuntiva gay era sabido ayer que el papable cardenal Jorge Bergoglio se comunicó con Fernando de la Rúa para intentar un freno al tema. El ex presidente caído en desgracia derivó la presión en Rafael Pascual: fue la ruda dicción del puntero la que escucharon algunos diputados radicales invitados a abandonar la civilizada idea de darles reconocimiento legal a las uniones homosexuales.
Durante la tarde las escenas del recinto eran las de una sorda pelea por sumar o restar voluntades, según la vereda. Los gritos de los gays, las lesbianas y las travestis que soportaron la jornada legislativa retumbaron contra la bellísima cúpula de la sala cuando cerca de las siete el diputado Enrique Rodríguez, de Forja 2001, propuso que se cambiara el orden de los temas ante la importancia de la ley de unión civil. Pero con 17 votos a favor, 30 en contra y 3 abstenciones el debate quedó para el final. Hacia las nueve se discutía la modificación del Consejo de la Magistratura cuando el radical Daniel Bravo y Patricio Echegaray, de Izquierda Unida, apuntaron con el dedo a sus colegas peronistas y radicales que comenzaban a pararse de sus bancas. “¡Sin demora! ¡Unión civil ahora!”, gritaba el centenar de activistas, ya hartos de esperar a la resolución del tema. Héctor Costanzo, uno de los diputados radicales que siempre impulsó el proyecto de unión civil, evaluaba cerca de la medianoche: “Tengo la sensación de que el proyecto se va a tratar, independientemente de las chicanas, los dimes y diretes, los cambios, el ambiente, la pesadumbre. Será un debate largo pero si los que votan a favor no se quiebran a último momento la ley va a salir”. A la una de la mañana aún había quórum. Y los adolescentes pro familia, que habrían ingresado gracias a la gestión de un diputado antigay, esperaban en la puerta después de haber sido expulsados por no tener identificación.