Jueves, 18 de marzo de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › MILES DE PERSONAS FESTEJARON SAN PATRICIO EN RETIRO PESE AL TEMPORAL
Los pubs irlandeses de la zona volvieron a estar repletos por el Día de San Patricio y hubo cuadras de cola para entrar.
Por Emilio Ruchansky
La lluvia no arruina el Día de San Patricio en las peatonales y bares de Retiro, más bien complica las cosas. En Reconquista y Paraguay, en medio de la gente que corre o se amontona en las colas para entrar a los bares irlandeses, un joven se mantiene quieto: con una mano sostiene un porrón de cerveza, con la otra el paraguas. “Yo también voy cuando se hace Oktoberfest en Córdoba y cuando llueve se festeja igual en la calle, como debe ser”, dice el joven, llamado Martín, que trabaja en la Bolsa de Comercio y guardó el traje en un bolso que protege entre sus piernas. Su look dice todo lo demás. Usa anteojos negros, viste camisa, remera y bermuda. Vino solo y disfruta bajo el microclima de su paraguas: “Cuando uno está tomando a gusto no se da cuenta de si hay sol, llueve, si es de día o de noche, ¿o no?”.
A pocas cuadras, sobre la avenida Córdoba, se ve una especie de operativo conjunto entre la Policía Federal, que puso vallas y revisa los bolsos en busca de retener a los que quieran tomar en la calle sin comprar en los locales, y los agentes de la Metropolitana, que no salen del patrullero. La lluvia obliga a moverse rápido y pocos se detienen en los seis baños químicos dispuestos a un costado de la peatonal Reconquista. Los recolectores de basura, vestidos con impermeables amarillos, también permanecen inertes. A la vuelta, sobre las aceras de los edificios de la avenida Córdoba, varios jóvenes toman cerveza del pico, como dice uno de ellos, porque esta vez la fiesta es adentro de los bares “y no hay lugar”.
En la puerta de El Salmón II, un muchacho toca el Himno a la Alegría con su gaita, acompañado por dos tambores. Dos chicas que salieron a fumar, con un trébol pintado en el cachete, se ríen con sendos vasos de medio litro de cerveza de la noche lluviosa y del santo irlandés que llevó el catolicismo a esa isla. “Esta es sólo una buena excusa para juntarte con amigos. No importa si el tiempo no acompaña, siempre vale la pena”, dice Sofía, que trabaja en el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación. Su amiga, Carla, es instrumentista quirúrgica y también tiene su trabajo por el microcentro. Hace dos horas que están bebiendo, aplaudiendo y cantando como el resto del bar: “¡Volveremos, volveremos! ¡Volveremos otras vez! ¡Volveremos a ser compeones como en el ’86!”.
Al lado de las chicas, un grupo de amigos, bastante borrachos, brinda “por la vida”. Las mesas y el piso están llenos de pétalos de rosas porque un muchacho que vendía flores las desperdigó un rato antes. A cada rato se canta un cumpleaños o de una mesa sale el grito: “Piiico, pico, pico, piiiico, pico, pico” y allí nomás dos compañeros de trabajo se dan un beso que pronto será rumor en la oficina, mientras los demás sacan fotos con su celular. El guardia de seguridad del bar le grita a un colega que trabaja enfrente, en el Kylkenny: “¡Dale! ¡Dejalos entrar!”.
La cola en ese bar tradicional es de una cuadra y la lluvia no se detiene en ningún momento. Allí, bajo un corredor, algunos destapan sus cervezas y otros, como el inglés Max Ernest Jones, esperan mientras mandan a sus amigos a averiguar la situación en otros bares. “Es mi primer San Patricio acá y aunque es una fiesta irlandesa, los ingleses también festejamos, mientras haya cerveza o whisky de por medio... no tenemos problemas”, dice el joven de Oxford que vino a estudiar español acá. Si no consigue un asiento, agrega, se vuelve al hotel: “Esto no es el Caribe, hace frío para tomar cerveza afuera”.
Más adelante de la cola, y con un futuro cierto porque tienen un “contacto adentro”, cinco oficinistas que trabajan en distintas compañías de celulares esperan por un vaso refrescante de cerveza. “Cuando vimos la lluvia nos queríamos matar”, dice Cristian, que al igual que sus amigos, no piensa dejar de beber hasta las 3, aunque no cenó nada. “Nos viene a buscar la ambulancia”, grita uno desde atrás. Martín, el operador de Bolsa, sigue firme junto a la lluvia. “Yo me quedo hasta que pare”, dice. ¿Y si no para? “Me voy a trabajar de nuevo a la Bolsa, tengo toda la ropa acá.”
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