EL PAíS › ACTO POR EL ANIVERSARIO DEL ATENTADO CONTRA LA EMBAJADA DE ISRAEL

Una ceremonia para dieciocho años

Con ministros, diputados y senadores presentes, con un ministro israelí y dos familiares de víctimas hablando desde el palco, el acto fue casi estrictamente de recuerdo. Taiana renovó el compromiso contra la “impunidad”.

 Por Sergio Kiernan

Diecisiete actos y dieciocho años terminan construyendo un ritual. A las 14.50 en punto suena la campana de la iglesia y se hace silencio. Al final de los largos tañidos arranca una sirena metálica, de emergencia. Luego el silencio continúa, notablemente perfecto, por un minuto. Y entonces se leen los nombres de los veintidós muertos identificados, los que tienen cada uno un árbol en la plazuela donde estuvo la Embajada de Israel. Es que el 17 de marzo de 1992, cuando voló el edificio de Arroyo y Suipacha, murieron 29 personas pero siete nunca fueron identificados y su recuerdo quedó en el minuto de silencio general.

El acto de ayer reunió a quienes perdieron a alguien por la poderosa bomba, a quienes sobrevivieron ese día y a quienes no quieren que se olvide el atentado, de culpables todavía desconocidos. Como también ya es ritual, había muchos adolescentes y muchas banderas de ceremonia de las escuelas del sistema educativo comunitario. En el palco se veía la importancia política del evento: los ministros de Relaciones Exteriores, Jorge Taiana; de Justicia, Julio Alak; de Trabajo, Carlos Tomada, y de Educación, Alberto Sileoni; el secretario de Culto, Guillermo Olivieri; el jefe de Gabinete porteño, Marcos Peña, y su ministro de Seguridad, Guillermo Montenegro, varios diputados y senadores, el embajador israelí, Daniel Gazit, y el ministro de Seguridad Interna de Israel, Yitzhak Aharonovitch.

El primer paso fueron siete ofrendas florales, colocadas por la Ciudad, la Nación, la embajada, los familiares de las víctimas y varias organizaciones de la comunidad judía y de Israel. Luego, en un cambio de lo habitual, hablaron dos personas directamente afectadas por la bomba. El primero fue Mauricio Klein, cuyos padres sobrevivieron el atentado aunque fueron gravemente heridos, que recordó cómo se enteró de lo que había pasado y terminó desesperadamente buscando a los suyos en el Hospital Fernández. Klein recordó la “confusión, la sangre en los pisos, los heridos en colchonetas en los pasillos, los delantales manchados de rojo”. Cuando supo que sus padres iban a vivir, Klein se desdobló entre cuidarlos y ayudar a remover los escombros, y confesó ayer que todavía puede oler la embajada bombardeada.

Maximiliano Lancieri fue el siguiente y el que más emociones despertó. Con 34 años, era un adolescente cuando vio por última vez a su padre Miguel Angel, muerto en el atentado cuando trabajaba en refacciones del edificio. “A mi viejo no lo dejaron seguir siendo mi viejo, no lo dejaron llegar a ser abuelo de mis tres hijas”, dijo Lancieri. Las lágrimas llegaron a correr cuando contó con la voz quebrada cómo buscó a su padre por los hospitales de la ciudad, y también cuando admitió que su hija mayor, de siete años, acaba de preguntarle cómo es que murió el abuelo que no llegó a conocer.

El canciller Taiana renovó “en nombre del gobierno argentino” el “sentimiento de profunda solidaridad y el compromiso permanente en favor de la justicia y contra la impunidad”. El ministro definió al atentado contra la embajada y el de 1994 contra el edificio de la AMIA como “ataques al pueblo argentino” originados por el odio, la intolerancia y el extremismo”, y subrayó la actividad argentina en el comité permanente de la ONU que combate el negacionismo del Holocausto. También recordó el pedido de la presidenta Cristina Kirchner ante las Naciones Unidas para que “las autoridades de Irán cooperen plenamente con la Justicia argentina en la causa AMIA”, aunque lamentó que los iraníes se mostraran intransigentes, la semana pasada, en una reunión sobre el tema con Interpol.

El discurso del ministro Aharonovitch, pronunciado en hebreo y traducido por el locutor, trajo casi un toque de política interna israelí a Buenos Aires. El ministro dijo que “estamos juntos para recordar siempre y no olvidar a los ciudadanos israelíes y argentinos inocentes que fueron asesinados”. Luego, precisó que “el atentado asesino fue perpetrado por un terrorista suicida que se inmoló en un coche bomba con 400 kilos de material explosivo. El objetivo era uno: matar la mayor cantidad de gente posible en la Embajada de Israel tan sólo porque eran israelíes y judíos”. Y precisó que los terroristas “sabían que también se verían afectados inocentes locales, pero no les importó en absoluto”. Al final de su discurso, el ministro de Seguridad avisó que “nunca más habrá judíos expuestos a un mundo hostil”.

El embajador Gazit, hablando en castellano, siguió en la misma línea. Curiosamente, el único orador que habló de identificar alguna vez a los culpables del atentado fue el canciller Taiana, que afirmó que su gobierno sigue el tema con “la mayor energía y firmeza”.

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Los momentos de dolor por los muertos el 17 de marzo de 1992 en Arroyo y Suipacha.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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