SOCIEDAD › INVESTIGAN SI HUBO ZONA LIBERADA EN EL ROBO AL BANCO MACRO DE CALLAO

Una ayudita a los boqueteros

Un jefe policial de la comisaría 5ª es investigado por la presunta zona liberada. Las cámaras no registraron el paso de patrulleros durante las nueve horas que duró el robo. El oficial estaba en un garaje próximo al banco pese a estar de franco.

 Por Horacio Cecchi

Casi un centenar de cajas de seguridad del Banco Macro fueron tranquilamente vaciadas.
Imagen: DyN.

El golpe de los boqueteros que en marzo pasado vaciaron un centenar de cajas de seguridad del Banco Macro Bansud, en Congreso, no fue realizado con guante blanco, como quería hacer creer la ausencia de huellas y un graffiti (“éste no es el robo del siglo, es el del milenio”) que habían dejado pintado en una de las paredes de la sucursal. La Justicia está convencida de que la banda actuó con zona liberada. De hecho, hace unos días, la fiscal Viviana Fein apartó de la causa a la 5ª, la comisaría con jurisdicción en la zona, y dejó a uno de sus jefes en terreno pantanoso.

Por esas curiosas coincidencias de la información, veinte días antes del boquetazo, el diario Clarín rotulaba a la zona como “jaqueada por la inseguridad” y entre los testimonios levantados aparecía el del comisario Claudio Abbondanza, de la comisaría 5ª, quien apuntaba su preocupación contra arrebatadores y punguistas.

Entre las diez de la noche del sábado 6 de marzo pasado y 7.17 de la mañana del domingo 7, una banda de diez boqueteros entró al edificio de Callao 264 aprovechando que un delivery entregaba una pi-zza al sereno de la Escuela Superior de Higiene y Seguridad Industrial, que funciona encima del banco. Tomaron de rehenes al empleado, a su hijo y a un linyera acurrucado en la puerta del banco. Luego se dedicaron a perforar el piso de la escuela, entraron a un pasillo de la sucursal donde se encontraba el panel de control de las alarmas, puentearon las que correspondía puentear, abrieron una puerta con una clave que ya habían obtenido, perforaron luego el techo de la bóveda e ingresaron al sector de cajas de seguridad, donde a fuerza de palancas abrieron 256 cajas, de las cuales vaciaron 99.

No dejaron huellas dactilares porque utilizaron guantes de látex y en las cámaras de seguridad aparecieron brevemente pero enmascarados con barbijos y pasamontañas los diez integrantes de la banda. Sobre la puerta del banco, en la vereda izquierda de Callao, y durante las nueve horas que duró el robo, dejaron estacionados un auto celeste y una camioneta blanca del tipo utilitaria, que usaron para retirarse con el botín.

Desde el inicio, la investigación recayó en la fiscalía 45, a cargo de Viviana Fein, con la colaboración de la Policía Científica, Robos y Hurtos y la comisaría 5ª, con jurisdicción en la zona. Pero el análisis de los videos externos y algunas informaciones recogidas en la zona fueron cerrando el círculo y afinando la lógica de lo ocurrido. Según confiaron fuentes de la investigación a la agencia Télam, la fiscal decidió apartar a la comisaría 5ª y distribuir los pasos siguientes entre diferentes direcciones y departamentos de la Superintendencia de Investigaciones Federales.

Llamó la atención que durante las nueve horas que se extendió la laboriosa tarea de los boqueteros, las cámaras externas no registraran el paso de ningún patrullero frente a la puerta del banco. En cambio, sí detectan los dos vehículos estacionados, lo que también llama la atención. A esto se agrega la sospecha sobre uno de los jefes de la 5ª. El oficial fue detectado durante la madrugada del domingo, mientras se desarrollaba el robo, con su auto estacionado en un garaje cercano al banco y acompañado por su chofer, en un horario en que el oficial se encontraba fuera de servicio y en que la comisaría tenía otro jefe de turno.

Fuentes de la fiscalía revelaron cierta preocupación por las filtraciones que abundaron durante los dos meses de investigación y solicitaron la extensión del secreto de sumario, pedido que fue rechazado por el juez Mauricio Zamudio, a cargo del juzgado de instrucción 21. Estas filtraciones obligaron a la fiscal a adelantar algunas medidas, entre las que podrían contarse allanamientos y detenciones.

Tres semanas antes del robo, una nota dominical titulaba “Cuatro cuadras de Callao, jaqueadas por la inseguridad” y desarrollaba la lógica de la ola de asaltos, robos y hurtos y la ausencia de vigilancia policial, tal como lo denunciaban en sus testimonios los vecinos. En la nota, uno de los comisarios ponía el acento en los pungas, los arrebatadores y en la escasez de agentes policiales. Tres días más tarde, policías de la 5ª balearon en la puerta del subte de Corrientes y Callao a un joven que había robado una tienda pero que estaba desarmado. El robo al Banco Macro puede dar pistas más certeras sobre la inseguridad y quien detenta sus lógicas subterráneas.

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