Domingo, 11 de julio de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › CARLOS CARRASCOSA PIDIO A LA CIDH QUE INTERVENGA EN SU CASO
El viudo de María Marta García Belsunce presentó un largo y duro escrito ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos acusando a la Justicia argentina de haberlo condenado a perpetua sin pruebas. Una larga lista de arbitrariedades, irregularidades y acusaciones mediáticas que cuestiona.
Por Raúl Kollmann
“El fiscal Diego Molina Pico condujo, a través de los medios de comunicación audiovisuales y gráficos, la acusación en mi contra. Me trató de mafioso, de integrante del cartel de Juárez, algo que él mismo tuvo que descartar después. No hay, al día de hoy, tras siete años, ni siquiera una razón mínima que explique la suposición de que yo fuese el autor de la muerte de mi esposa, cuya familia –padre, madre, hermanos y demás miembros–, que la amaban y la aman, me han respaldado en todo momento y lo siguen haciendo hasta el día de hoy, seguros de mi inocencia. A punto tal que sus padres me cedieron íntegramente los derechos hereditarios que tenía en la sucesión de su hija.” Este es un párrafo de la denuncia que Carlos Carrascosa, el viudo de María Marta García Belsunce, presentó ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) pidiendo que intervenga en el caso.
Al mismo tiempo, Carrascosa también se presentó ante la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires para que acepte su apelación a la asombrosa prisión perpetua a que lo condenó la Cámara de Casación, contrariando lo decidido en el juicio oral que duró meses y en el que declararon centenares de testigos. Dicen Carrascosa y sus abogados que Casación habitualmente revoca fallos, ordena dictar nueva resolución e incluso hacer de nuevo un juicio. Pero en este caso, directamente condenó a Carrascosa a prisión perpetua: “No existió ni una sola prueba directa o indirecta que indique cuál habría sido mi aporte material o intelectual al resultado de muerte ni por qué motivo ni en qué circunstancias. Es más, hasta hoy hay una causa judicial en la que se investiga quién mató a María Marta”, afirma Carrascosa.
El escrito presentado en Washington ante la CIDH está firmado por Fernando Díaz Cantón. Es un largo texto de 112 páginas en las que se analizan, una por una, las pruebas y, sobre todo, las acusaciones de Molina Pico. Carrascosa le pide a la Comisión Interamericana que intervenga porque está preso hace un año en el penal de Campana, no sabe cuándo la Suprema Corte bonaerense va a ocuparse de su caso y ni siquiera tiene asegurado que la Corte Suprema de la Nación revise su condena. Es decir que pueden pasar dos, tres, cinco años sin que nadie intervenga en lo que considera una injusticia. Además, el viudo reitera que siempre estuvo a derecho, se presentó todas las veces que fue convocado, incluso cuando se lo citó para quedar detenido.
Una y otra vez, en el escrito, Carrascosa insiste en que ni una sola persona presenció jamás una pelea entre él y María Marta y que su matrimonio era óptimo: “Es un hecho indiscutido en esta causa que el largo período de 30 años estuvo signado por el afecto, la paz, la armonía y el compañerismo”. “La pregunta que se impone –dice Carrascosa– es ¿cómo es posible que la persona que durante décadas había mantenido una relación armoniosa y pacífica con la víctima, que se mantuvo inclusive durante el día del hecho, según declaran todos los testigos, hasta momentos antes de irse María Marta a su encuentro con la muerte, sea la misma persona que súbitamente acomete con semejante violencia, agresividad y desprecio, al punto de que, según el fiscal afirma, el asesino de MM actuó con frialdad, brutalidad y le vació todo el cargador en la cabeza.”
Sigue preguntando Carrascosa: “¿Cómo se explica que el padre de María Marta, su madre, su hermana María Laura, sigan respaldándome si supuestamente soy el ser abominable que describe el fiscal y que habría matado con semejante saña a su hija? ¿Cómo se explica que sus padres me hayan cedido enteramente sus derechos hereditarios en el sucesorio de su hija si no es que están seguros de mi inocencia?”.
Cuando el fiscal elevó la causa a juicio, dijo, entre otras cosas, “que existe el potente nervio conductor proveniente de las ingentes cantidades de ilegítimo dinero del cartel de Juárez, que atan conciencias e imponen silencios”. “Las actitudes de todos los actores que rodean el asesinato de María Marta –reitera Molina Pico– estaban respaldadas por el interés económico y todo el abanico de posibilidades que el dinero del narcotráfico y el lavado del cartel de Juárez puede conseguir.” Esta óptica fue repetida por el fiscal seis veces en el mismo texto.
Responde Carrascosa: “Mi supuesta vinculación con el cartel de Juárez fue introducida por el fiscal a través de la incorporación espuria de un anónimo supuestamente recibido por él en sus oficinas. Sin embargo, este ‘móvil impresionante’ fue abandonado por el fiscal, al punto que ni lo mencionó al final del juicio, que es el momento culminante donde, según la ley, tenía que formular sus conclusiones”. Carrascosa y su abogado Díaz Cantón, hasta transcriben los fundamentos de uno de los jueces del Tribunal Oral, Luis Rizzi: “Es evidente y debemos reconocerlo, que el fiscal se dedicó con esmero a buscar el móvil homicida, pero también lo es que fracasó reiterada y rotundamente en su intento. La prueba relativa a las vinculaciones con el cartel de Juárez fueron desechadas por el propio fiscal, que la ignoró por completo en su alegato final”.
En realidad, durante el juicio oral no se aportó ni un solo elemento sobre alguna relación con el narcotráfico, al punto de que el juez que investigaba el caso del cartel de Juárez, Rodolfo Canicoba Corral, descartó totalmente ese vínculo.
Carrascosa reitera en su escrito que siempre dio la misma versión de los hechos. Estuvo viendo el partido Racing-Independiente con su cuñado y la hermana de María Marta, luego se fue a su casa y se encontró en la puerta con el vigilador José Ortiz. Este estaba allí porque María Marta no contestaba el teléfono y en la puerta del country estaba la masajista, Beatriz Michelini. Hay tres vigiladores, Claudio Maciel, Diego Rivero y Juan Páez, que confirman esta versión de los hechos, al punto que Maciel habla por handy con Ortiz mientras llama por teléfono a la casa de María Marta. Ortiz escucha el llamado desde afuera de la vivienda y Maciel le dice por el handy “el que está llamando soy yo”. Según indicó el sistema VAIC de análisis de llamadas, esa comunicación se produjo exactamente a las 18.59.
El fiscal sostuvo que en verdad Ortiz llegó más tarde, que Michelini tampoco podía estar allí y que en ese momento en la casa de María Marta ya estaban Carrascosa, la hermana de MM, Irene y su marido, y que en ese momento la mataron.
Carrascosa se pregunta: “¿Cómo se explica que yo haya decidido matar a mi mujer y lo haga justamente sobre la hora en que desde hacía dos años y en forma rutinaria la masajista Michelini venía a hacerle masajes? Yo autoricé la entrada de la masajista, ¿por qué iba a permitirlo si es que realmente sabía que mi esposa estaba muerta dentro de la vivienda? La forma más sencilla de sacarme a un testigo molesto era decirle que mi esposa se sentía mal o que no se iba a dar el masaje”.
Por último, Carrascosa reitera que ni los vigiladores ni la masajista ni el primer médico que llegó a atender a María Marta tenían razones para mentir. Todos ellos atestiguaron que el viudo llegó a la casa después de las 19, subió al baño y se encontró a su esposa tirada dentro de la bañadera. No estaban ni su cuñada ni su cuñado ni los que supuestamente participaron de un crimen del que –como señala el texto ante la CIDH– no se determinó el móvil, no se encontró el arma y –según afirma Carrascosa– se armó a través del fiscal una trama mediática para presentarlo a él como el asesino.
La familia García Belsunce pensó inicialmente que MM murió cayéndose en la bañadera, por accidente (ver aparte). Sin embargo, cuando la autopsia determinó que le dispararon, insistieron en que debía investigarse la hipótesis del robo, es decir que una o más personas entraron en la casa del country, estaban adentro en el momento en que sorpresivamente llegó MM y la mataron. Por ejemplo, dice Carrascosa: “Los peritos indican que uno de los disparos, casi seguro el primero, fue de abajo hacia arriba, en el salón de estar. Eso sugiere que alguien estaba agazapado detrás de un sillón, MM entró, y esa persona agazapada le dispara. ¿Por qué yo, que era su marido, estaría agazapado? ¿Por qué yo, que era mucho más alto que ella, le dispararía de abajo hacia arriba?”.
En este punto, el escrito ante la CIDH reitera que la hipótesis del robo y la participación del vecino Nicolás Pachelo nunca fue suficientemente investigada. Pachelo fue condenado por robos reiterados –entrando en casas– a tres años de prisión, terminó confesando casos en los que le robó las llaves de sus viviendas a sus amigos y después entró para robarlas. También varios vigiladores admitieron que robaban. Como indicio adicional, Pachelo dijo que no estaba en el country en el momento del asesinato, pero sus comunicaciones por celular y las cámaras de la entrada demostraron que se fue después del crimen. Para colmo fue visto por tres jóvenes, trotando a la hora del crimen cerca de la casa de los Carrascosa y tenía como otro antecedente que MM lo acusó de robarle su perro Tom y pedirle un rescate de 5000 pesos. La comisión directiva del country había decidido ponerle una vigilancia preventiva porque lo consideraba peligroso. En el texto ante la CIDH, Carrascosa y su abogado Díaz Cantón reiteran que la mañana siguiente a la muerte de MM, Pachelo estuvo en una estación de servicio y preguntó por la señora que habían matado en el country El Carmel, cuando a esa hora nadie sabía que fue un asesinato, sino que se pensaba que la muerte ocurrió por accidente.
En la época en que se produjo el homicidio de María Marta, nadie hablaba de robos en countries ni de complicidades de las empresas de seguridad y los vigiladores. Hoy en día, la hipótesis del robo hubiera sido investigada como no lo hizo el fiscal del caso.
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