SOCIEDAD › LOS ARGENTINOS QUE EMIGRARON A BRASIL Y AHORA ESTAN EN BANCARROTA
El largo brazo de la crisis
Cientos de argentinos se fueron en los últimos años a Brasil en busca de horizontes mejores. Florianópolis fue el punto más elegido. Ahora, la crisis vació de turistas argentinos aquellas playas. Historias de quienes quisieron escapar del descalabro pero no pudieron.
Natalia Brunstein quedó, aun lejos de la Argentina, más presa de las condiciones económicas que muchos porteños sedentarios. Apostó, en octubre, a trasladar su esquema de divulgación de alquileres de temporada de invierno en Bariloche hacia estas playas por entonces promisorias. Viajó a Florianópolis en noviembre a hacer los contactos para poner en marcha un nuevo negocio: fotos digitales de casas y departamentos que luego ubicaría en Buenos Aires. La apuesta naufragó enseguida. Sin embargo, se la puede ver en Canasvieiras con la misma cámara con que tomaría las propiedades, pero ahora haciendo retratos digitales a los turistas que quedan. Canjea la realización de una página en la web por hospedaje en una posada. Su caso es uno en una larguísima lista que crece: esta isla es el destino de cientos de argentinos que han invertido lo suyo, trabajo o dinero, pensando en una salida a la recesión, intentando mejorar en otro sitio lo que la propia tierra negaba. Sus historias son las de una resistencia en la que la negación en algunos, y un optimismo construido en otros, combaten con la desazón a la que los somete los avatares del dólar en Argentina y el corralito.
La historia de la inmigración argentina hacia el estado de Santa Catarina tiene los años que el boom de los argentinos llegando en masa. Camboriu con sus torres sobre el mar, Florianópolis con sus cien playas atrajeron a pequeñas empresas que se dedicaron a ofrecer servicios a ese enorme malón venido de Buenos Aires.
Mayla Salusso, una rosarina nacida en España, no quiere mover sus ojos celestes de Canasvieiras, prefiere pensar ya mismo en nuevas alternativas al negocio familiar de turismo a dejar que el peso de este verano frene el impulso de su decisión de quedarse. Junto a su familia maneja la oficina local de Free Brasil, la mayor operadora de turismo receptivo de la isla. Enfrentan, como todos los negocios vinculados a la temporada, una merma del 80 por ciento de clientes respecto del año pasado. “No podemos seguir llorando por este verano –dice, mientras festeja la confirmación de tres reservas hoteleras–. Este es un lugar tan fuerte por los servicios que nos jugamos a resistir el impacto, continuar y apostar a otros sectores como el turismo estudiantil. De hecho un pasaje a Bariloche sale lo mismo que uno a Florianópolis. Y los gastos aquí, con los nuevos descuentos son el 50 por ciento más baratos.”
Es cierto, casi no ha habido hotel o inmobiliaria que no haya bajado sus precios desde mediados de enero. Es más: es posible encontrar hoy rebajas increíbles de mano de quienes intentan combatir la crisis de su apuesta. Así ha hecho Eduardo Giordanella, 28 años, un porteño que salió “de aventura” hace tres. Había sido el dueño de tres locales de surf en Buenos Aires hasta que salió a la ruta. Llegó a dedo. Durmió cinco días en la playa y 15 más en una galería comercial donde “pasaba el trapo”. Pronto hizo la vidriera de un local de surf que gustó y sumó otros clientes. Después de un año siguió con el turismo haciendo excursiones.
Ahorró, ahorró y en el 2001, cuando organizaba una cruzada deportiva de equipos de empresas argentinas hacia Florianópolis, vio la veta: imaginó la Posada do Nativo da Ilha, en Canasvieiras. Con un estilo campestre, revestido en troncos y muebles rústicos Eduardo montó 21 habitaciones y un restaurant. Hizo un contrato de cinco años y puso lo que tenía y lo que no en remodelar el lugar. Iba a costar 30 dólares el cuarto. Ahora lo ofrece a doce, para dos personas. O lo canjea, como con Natalia, que le prepara su página en Internet a cambio de un cuarto.
Sobre el mar, los argentinos también existen. En la playa se luce, con sus faroles de papel y su impronta de música nac and pop, Arenas, un bar de argentinos, atendido por argentinos y para argentinos. Sus dueñas, propietarias en Paraná de la disco Alexander, decidieron remontar las bajas apostando a Brasil. Error. ¿O no tan error? Lo cierto es que ambas están viajando por playas del norte brasilero buscando otro horizonte:volver a la Argentina suena mal, o de hecho no hay uno solo de estos emprendedores que piense a ciencia cierta en esa alternativa. Ni siquiera los empleados del lugar: Flavia Romero, 23, a cargo de la barra por 20 reales diarios, vino por el verano pero no sabe a qué regresar. “Acá por lo menos la calidad de vida es otra, tenés el relajo de estar cerca de un paisaje buenísimo y no estás todo el día con la realidad nacional que mata”. Esa es una de las ventajas más ponderadas cuando se habla con ellos. Que no sufren la presión cotidiana del dólar y el corral, aunque todos pispeen de costado los datos que llegan desde Buenos Aires.
Miguel Lares vino de Córdoba en mayo, cuando unos amigos quisieron invertir aquí, en otro bar, pero en el centro. “Yo la vi clara –dice–. O agarrabas el fusil o te ibas del país.” Por suerte, cuenta, en época de vacas gordas había invertido “de gusto” en un curso de gastronomía que salía 150 dólares ahora impensables. Así es como trabaja de cocinero. Gana lo que podría ganar quizás en su viejo empleo, pero sólo que éste, por lo pronto, existe. En su rubro, pero en la alta cocina, está también Eduardo Maniotti, chef internacional. Trabajó durante el año en el restaurante Bologno, de Buenos Aires, y “cuando se veía que no daba para más” invirtió el 15 de diciembre en una licencia para instalarlo en la isla. Fueron diez mil dólares que sabe ya no recuperará. El año pasado, el lugar hacía 3500 cubiertos y hoy no llega a los 600. “Esta era la alternativa, la manera de ganar a pesar de todo. En diciembre funcionó, la gente todavía gastaba sin miedo, era todavía una joda”, dice. Cuando el derrumbe se hizo evidente se angustió. Ahora prefiere, asegura, no pensar en lo que perdió ni en lo que puede ocurrirle cuando vuelva. Aunque ya tiene ofertas de trabajo en la zona y en Río de Janeiro. “No creo que regrese”, dice, y coincide con casi todos. La crisis tiene el brazo largo. Los argentinos en Florianópolis creen que tanto.