Domingo, 27 de noviembre de 2011 | Hoy
SOCIEDAD › OPINION
Por Eduardo Fabregat
“Soy un albañil que se levanta cuatro y media/para marcar la tarjeta a las seis/ vivo de mi rutina mezclando materiales/ pegando ladrillos, construyendo una pared. // Y cuando se hacen ocho y media/ los chicos se van a la escuela/
las nenas pasan de pollera/ y yo las imagino... /contra la pared, contra la pared./ Trato de pensar que no debo imaginar/ esas cosas que no pueden suceder/ pero no puedo evitar que esas ideas/ vengan a mi mente una y otra vez.”
La canción se llama “Contra la pared” y aparece en el disco del mismo nombre. Su tapa muestra a una “colegiala” contra la pared. Detrás de tan elevada exhibición artística está Pity Alvarez, una campaña ambulante: basta verlo y escucharlo para comprobar el devastador efecto que tienen ciertas drogas, y utilizarlo como ejemplo de lo que es recomendable evitar. El disco acaba de aparecer en el mercado y es probable que sea un éxito: Viejas Locas es una banda con arrastre popular y viene de un hiato producido por los problemas judiciales de su líder, que cuando no anda baleando a su representante o amenazando con meterle un tiro en las piernas a la madre de una fan toma su guitarra y enaltece de esta manera al rock argentino.
En las últimas semanas se ha hablado bastante de la violencia contra menores de edad. El jueves y el viernes, las actividades relacionadas con el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer volvieron a poner sobre el tapete un problema siempre presente. Y entonces aparece el Pity a cantar sobre poner a una adolescente en pollerita contra la pared. A instalar ese estribillo en boca de miles de pibes.
Si no fuera tan peligroso, uno podría cerrar el asunto en la comprensión de que se está hablando de un pobre pibe que nunca tuvo demasiadas luces, agravado por un cerebro quemado por los excesos. Pero uno ha escuchado y escucha mucho rock argentino, y cuando un salame que la va de rocker estigmatiza a un albañil (ese negro que sólo piensa en voltearse a las pendejitas del colegio) y estimula la imagen de atacar sexualmente a una menor, ya no hay “código” ni supuesta pacatería que pueda esgrimirse.
Es probable que Pity defienda su cancioncita diciendo que todo es un chiste, pero las cifras de ataques a mujeres de toda edad, la persistencia de los hechos en el tiempo, inhabilitan los chistes. No asombra, claro. En un show de Viejas Locas en Vélez, en 2009, Rubén Carballo (19) fue muerto a golpes y su cadáver fue escondido, en un episodio aún no aclarado. Lo único que hizo Pity fue emitir un cobarde, incoherente comunicado en el que se abrió de gambas y evitó asumir cualquier responsabilidad de la banda que había convocado al show y pasó de página. Tampoco asombra que el mismo disco incluya una foto con toda la iconografía del consumo de merca: es lo esperable en un tipo que viene de una internación para frenar el consumo.
Que quede claro: aquí no se está pidiendo que se ponga un freno o se censure una obra artística. Pity Alvarez y Viejas Locas tienen todo el derecho del mundo de editar su disco y sus canciones, aunque éstas hablen de un albañil con fantasías de abuso sexual a menores o un frasco lleno de cocaína. Del mismo modo, este que firma tiene todo el derecho del mundo a opinar que el rock argentino ha encontrado en Pity Alvarez su pozo más profundo de estupidez.
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