Viernes, 11 de mayo de 2012 | Hoy
SOCIEDAD › LOS DESALOJADOS ESPERAN UNA RESPUESTA DE LA JUSTICIA
Con tiza dibujan el asfalto. Hay una rayuela, varios tatetís, jugadores de fútbol y un hombre armado. La nena de camperita rosa retoca el vestido de una princesa gigante. Serrucha la pinturita contra el piso duro de la avenida Brasil al 1800, frente al hotel de donde la echaron el lunes unos hombres encapuchados con armas largas, agentes todos ellos de la Unidad de Intervenciones Complejas de la Policía Metropolitana. En menos de dos horas, los uniformados habían desalojado por completo el edificio en que vivían 33 familias que se quedaron en la calle junto a unos 20 pibes. Duermen, anoche por cuarta vez, sobre el piso que se inunda y bajo un toldo que no puede con la lluvia. De forma intermitente, cortan también la avenida Entre Ríos para visibilizar el reclamo y ayer se manifestaron frente a la Jefatura de Gobierno.
Elías atraviesa la carpa con el muñón al aire. Nació hace 9 años sin el brazo derecho y, desde pequeño, utiliza una prótesis. El mediodía del lunes, a las 14, varios policías de la Metropolitana ingresaron a su casa, la habitación 1 del edificio, y lo obligaron a salir bien rápido. “Su brazo le quedó sobre la cama por el susto que le agarró de ver a todos esos hombres de negro con la cara tapada”, cuenta su mamá, Gilberta González (45).
Las nubes amenazan y los mayores comenzaron a acomodar los colchones. María del Carmen Torres, de 31 años, llama a su beba, Tayra, que camina graciosa entre las piernas de los más grandes. “Si no salís por las buenas, te vamos a sacar por las malas. ¿O querés pasar la noche en la comisaría con tu hija, vos?”, le gritó un policía con pasamontañas el lunes. Se fue sin nada, porque le aseguraron que la dejarían volver rápido.
El rato no pasó y el pollo que iba a cocinar le quedó crudo sobre la mesa de la habitación 7. “En el edificio hay 34 piezas –explica la vecina–. Una era en la que dormía la administradora, Teresa Martínez, y donde la jueza dijo que tenían que allanar. Pero ella se había ido por su cuenta en febrero y nosotros llevábamos unos meses sin pagar porque no había a quién. Gastábamos igual en reparaciones y en pagar los servicios. Ahora, la Ciudad me ofrece 700 pesos, pero un alquiler de cuarto sale 1200.”
Hay una segunda carpa, donde se guardan algunos alimentos y se calienta la chocolatada de la tarde, donaciones de, entre otros, la Juventud Rebelde-Rebelión, el Frente Popular Darío Santillán, Compadres del Horizonte, el EDE, junto a la Defensoría General porteña. La tela del techo es delgada y el chaparrón se filtra sin mucho trámite. Mirta Gamarra, mojada, espera a su marido que llevó a la nena de ambos, de 3 años, al hospital. “Tanto estar afuera, estaba volando de fiebre.” La lluvia cae con fuerza, el nene del muñón toca un bombo con su otro brazo, la carpa de los colchones está inhundada, los chicos tiritan. La tiza se borró.
Informe: Rocío Magnani.
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