Viernes, 11 de mayo de 2012 | Hoy
SOCIEDAD › UNA MUJER POLICIA DE CORDOBA MURIO DESPUES DE RECIBIR UN DISPARO DE UN COLEGA
Murió después de 54 días de haber sido baleada en la nuca por un agente. Había denunciado por abuso a un comisario.
Por Horacio Cecchi
A fines de febrero, este diario relató la denuncia de dos mujeres policías de Córdoba contra su jefe directo, el comisario Adelqui Benegas, por abuso. Una de ellas, la cabo Olga Beatriz Meckler, murió el lunes pasado después de haber recibido un disparo en la nuca a mediados de marzo, disparo por el que está detenido el agente Gustavo Baranosky. Aunque todas las suspicacias cargarían sobre los hombros de Benegas, el fiscal descarta que exista relación entre las denuncias por manoseos e invitaciones al “loft” del señor comisario con el disparo de Baranosky. Más bien parece tratarse de un modo común de afrontar los problemas laborales puertas adentro de la comisaría. Según la investigación, Meckler había reprendido a Baranosky porque se ausentó durante una guardia para ir a cenar a su casa; cuando Baranosky regresó, molesto le pegó un tiro en la nuca. La mujer sobrevivió durante casi dos meses. Incluso los primeros días, Meckler, cuadripléjica, logró desmentir la versión del agente, un clásico de obvios policiales, el disparo accidental.
En noviembre de 2010, dos mujeres policía de la subcomisaría de Alcira Gigena, pueblo ubicado a 190 kilómetros de la ciudad de Córdoba, de 15 manzanas de largo y 10 de ancho, denunciaron ante el fiscal Walter Guzmán, de Río Cuarto, que eran acosadas por su jefe: manoseos dentro de la seccional, ofertas de progreso a cambio de cuerpo; propuestas de visitas al “loft”, como denominaba Benegas según las denunciantes a una pequeña habitación junto a la comisaría. Primero denunciaron ante el Tribunal de Disciplina, conforme a las leyes y los códigos internos. La falta de respuesta las llevó a denunciar ante la Justicia. Más allá de algunas amenazas, la cuestión no pasó a mayores. Benegas apeló su procesamiento y en febrero pasado la Cámara de Río Cuarto dispuso la elevación a juicio oral.
Meckler, desplazada del área de su jefe denunciado, a la subcomisaría de Elena, al norte de Río Cuarto, una población de 2600 habitantes. Casi un castigo. Aunque el pueblo tiene unas pocas manzanas, frente a la comisaría está la casa donde vive el agente Gustavo Baranosky. Baranosky cubría guardias en un banco y también cumplía guardias nocturnas en la propia subcomisaría. El miércoles 14 de marzo pasado, alrededor de las nueve de la noche, según describió el abogado de la familia de Meckler, Antonio Melano, Baranosky pidió permiso a Meckler para ir a cenar a su casa, enfrente. “A las once de la noche todavía no había vuelto”, dijo el letrado. Según sugirió Melano, “en lugar de ir a la casa parece que fue a una fiesta”. Meckler lo llamó por radio y lo amonestó verbalmente.
Según los peritajes, Meckler subió a una pick up Chevrolet S10 en el asiento del conductor. Alrededor de las once, Baranosky entró a la subcomisaría por el patio. Según los peritajes, Meckler recibió un disparo por la parte trasera del cuello.
Entre once y once y cuarto el centro de salud recibió el llamado y acudió a la subcomisaría. Meckler no había muerto, “estaba inconsciente, no respondía a estímulos y pudimos confirmar que tenía lesiones en la cervical y la médula”, describió en aquel momento el médico Daniel Fomero. Después fue trasladada a la Clínica del Sur, en Río Cuarto.
La versión inicial fue la aportada por el agente Baranosky. “Fue un disparo accidental”, aseguró su abogado, Jorge Valverde. Baranosky llegó a comentar entre uniformados que había olvidado la pistola en la camioneta y cuando Meckler se la alcanzó, se disparó. Incluso sostuvo que Meckler había tomado el arma para entregársela y dejó abierta la posibilidad de que hubiera sido ella la que accidentalmente disparó. La versión circuló en los medios locales los primeros días. Hasta que un detalle cambió el rumbo de la información. Los peritajes balísticos y la autopsia indicaron que la bala ingresó por detrás a la altura de la nuca y desde su lado izquierdo en forma descendente hacia el lado derecho. La bala impactó en la puerta derecha. O Meckler era una contorsionista o la versión de Baranosky adolecía de algún soporte con la realidad, que lo mostraba, según Melano, bastante más alto que la cabo y capaz de disparar tal como lo hacía posible la autopsia.
“Le pegan el tiro a quemarropa, a escasos dos centímetros y en medio de la nuca. Impacta unos centímetros por debajo del lóbulo de oreja izquierda y sale por el costado derecho del cuello. Baranosky mide 1.93 m con borceguíes y ella medía 1,62 metro y estaba sentada en el asiento del conductor. La dirección del disparo fue descendente, de este a oeste”, detalló Melano.
Meckler no murió en ese momento. Es más, se recuperó y aunque cuadripléjica y con mucha dificultad, llegó a responder al fiscal y con señas desmentir la versión del accidente. Guzmán aclaró a la prensa que investigaba lo ocurrido pero que había “descartado el disparo accidental”. Hasta el 26 de abril, la mujer policía se mantuvo consciente. Ese día, su estado se agravó, sufrió una embolia y entró en coma profundo. El lunes pasado falleció.
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