Domingo, 3 de junio de 2012 | Hoy
SOCIEDAD › LA TENDENCIA A COMPARTIR EL AUTO CON DESCONOCIDOS PARA AHORRAR COSTOS Y RESTAR VOLUMEN A LOS ATASCOS
El sistema se llama car pooling y sus promotores aseguran que unas cuatro mil personas ya lo utilizan. Hay dos sitios en Internet que facilitan el contacto entre los interesados. Se ahorra tiempo, se comparten los gastos y se resta autos al tránsito.
Por Soledad Vallejos
En hora pico, basta que se desajuste algo para que en una ciudad falle todo, o casi. Pero porque los centros urbanos, a veces, son mecanismos caprichosos, puede alcanzar también un gesto imprevisto, mínimo, fuera de programa, para conjurar el desastre. Por ejemplo: cuando el subte, el colectivo, el tren o el auto propio son parte del problema y no de la solución, hay quienes optan por compartir el auto de un desconocido. Lisa y llanamente. Aun más: hay quienes ofrecen a desconocidos compartir el viaje en su propio auto. En ambos casos, juran y perjuran que lo que suena extraño es una solución para ellos, pero también para quienes, a pie o en transporte motorizado, se desplazan por el mismo centro urbano. No son legión, pero sí unas cuatro mil personas, y suelen subrayar el “todavía”: están convencidos de que eso que hacen es una foto bastante certera de lo que, en el futuro, puede venir para los demás. Porque para ellos es puro presente de transporte. ¿Qué ventajas tiene hacer causa común, por un ratito, con extraños? Dicen que compartir gastos, ahorrar tiempo y restar volumen a los atascos de la mañana y la tarde.
“Creo que soy el único entristecido porque al final no haya huelga de subtes mañana. Claro que lo del subte trajo más gente. Con el último paro, o con el de la línea 60, y los días de escasez de combustible, el tráfico se triplica.” Lo dice un día de semana el economista Lucas Todres, gerente de encamello.com, y, aunque se refiere a los efectos en el mundo virtual de las peripecias del mundo real, no habla en sentido figurado. Desde febrero de este año, él y el desarrollador Eduardo Conte vienen notando que la ecuación es sencilla: a más gastos y problemas de transporte pero idéntica necesidad de viajar, no queda más que buscar alternativas. Lo saben porque, en estos tres meses, dos mil quinientas personas se registraron como usuarios de su plataforma de car pooling, es decir, un sistema gratuito que permite que una persona encuentre a otros que vayan en la misma dirección y también estén dispuestos a compartir el viaje y los gastos. “Tal vez por una cuestión cultural nuestra, acá, el crecimiento es un poco más lento de lo que esperaba, pero está claro que cada vez que hay problemas de transporte, la gente busca esto”, acota.
Salvo porque en el medio hay una computadora y una conexión a Internet, el sistema es tan fácil de usar como lo es colgar un anuncio en la cartelera de una pequeña comunidad. Y por eso, y porque durante el tiempo que estudió en Francia pudo comprobar en carne propia que era una práctica nada inalcanzable (ver aparte), en cuanto volvió a Argentina, Todres buscó asesoramiento con un docente experto en ONG. “Porque no veía el negocio, y de todos modos quería hacerlo”, explica, para agregar enseguida que lo primero que vio el experto fue, precisamente, eso: “que tenía que ser una empresa”. En 2007, cuando estaba lejos de ser una práctica casi común en Estados Unidos y Europa, otro argentino, Fernando Carmona, lo había intentado con compartocoche.com.ar, pero sin suerte. Pero cinco años, en una idea gestionada por Internet, puede ser una eternidad, en especial porque en ese lapso Facebook, y con él la costumbre cotidiana de las redes sociales, se hizo fuerte.
Claro que las experiencias no son trasladables enteramente de un país, de una ciudad, a su par. Por eso, dice Todres, para armar encamello.com, además de estudiar qué cosas funcionaban y qué cosas no en otros países, más habituados al car pooling, tuvieron que cambiar casi por completo el enfoque. “En Europa, los sitios hacen hincapié en que compartir el auto ayuda a reducir las emisiones de carbono que se generan, que se deje menos huella de carbono. Acá eso no importa. Por eso acá el argumento más fuerte es que compartiendo ahorrás plata.” Aun prescindiendo de la nobleza ecologista, también esa razón suena a una tendencia de nuevo chic que hace furor en el Primer Mundo: el consumo colaborativo (ver aparte).
“Este año es el boom del car pooling”, asegura Manuel Larralde, uno de los socios de vayamosjuntos.com.ar, una plataforma para compartir viajes con más de 1500 usuarios. Más que sobre el ahorro de dinero, Larralde cree que la ventaja del sistema es el ahorro de tiempo. “Nos dimos cuenta de que era un desastre llegar al laburo. Tardabas muchísimo en ir, había autos vacíos, con una sola persona por auto. También habíamos visto que esto funcionaba en Europa y nos copó la idea.” Desde entonces, hace algo menos de un año, desarrollaron y pusieron online el sitio, que ya intermedió para viajes aun “de larga distancia y muchos al interior”.
“La seguridad”, la preocupación común de los portales de car pooling, encuentra respuesta también en la web: demostrando las utilidades a veces inesperadas de las redes sociales, estos sitios requieren que el usuario asocie su perfil de Facebook o Linkedin. “Yo no podría dormir tranquilo si sé que a una usuaria del sitio le pasó algo en un viaje”, explica Todres, y por eso mismo, además de que para registrarse es preciso demostrar una vida virtual previa, encamello.com hace hincapié en recomendaciones de seguridad, como acordar, antes de compartir efectivamente el viaje, una cita en un lugar público, para tomar un café y tener una idea mínima de la otra persona, sea conductor o pasajero. También vayamosjuntos.com.ar, dice Larralde, aconseja “que se contacten antes”. En ambos sitios, de todos modos, el primer intercambio entre usuarios está mediado por la página, que notifica sobre mensajes.
“También está lo de la cuenta de usuario –acota Todres–. Podés ver opiniones de otro usuario, que diga ‘maneja bien’ o ‘me dejó plantado’. Y con los usos se va generando el índice de confiabilidad, de 0 a 10. Pero claro, eso depende de cuánto la gente interactúa.”
Los mensajes que dejan usuarios registrados son tan variados como pueden serlo los viajes cotidianos en una ciudad: “Deberían admitir motocicletas”; “Si pusieran afiches en Ciudad Universitaria crecerían mucho”; “Yo viajo con frecuencia en bondi, pero tarda mucho, ¿me puedo anotar?”. Alex, un treintañero que, antes de los sitios de car pooling, había hecho malabares para conseguir teléfonos de personas de Buenos Aires interesadas, como él, en ir a Gualeguaychú todos los fines de semana de carnaval para bailar en la comparsa (encontró muchos), dice que compartir los viajes “te baja a mitad o un tercio los gastos”. Y que “nunca tuve una mala experiencia. Es más: una vez se me rompió el auto, y había llevado tanta gente que no me costó nada conseguir quien me llevara”. Ahora, para que la búsqueda sea menos artesanal, se registró en uno de los portales.
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