SOCIEDAD › RESIDUOS DE TODO TIPO Y UN OLOR PESTILENTE YA INUNDAN TAMBIEN LA CIUDAD DE SANTA FE
“No se tiene idea de la magnitud de la catástrofe”
Toneladas de basura. Animales muertos. Restos de lo que arruinó el agua en las casas. Todo, en las calles y veredas de una ciudad que se volvió irrespirable. Y un gran riesgo sanitario. Ya se comprobó un aumento de las infecciones respiratorias agudas. Y se teme por epidemias. Crónica de una zona nauseabunda.
Por Carlos Rodríguez
En circunstancias normales, los 500 mil habitantes de Santa Fe producen a diario “entre 150 y 160 toneladas” de basura, explicó a Página/12 Carlos Zapata, coordinador de un equipo de cerca de dos mil voluntarios que colabora en el saneamiento ambiental de una ciudad al borde del colapso por acumulación de desperdicios en la semana más negra de su historia. “En la actual situación –precisó Zapata– hay que pensar que lo que destruyeron las aguas incrementa en un 30 o en un 40 por ciento la cifra habitual de residuos diarios.” Ayer, en el barrio Centenario, uno de los pocos en los cuales las aguas bajaron por completo, el panorama era desolador: los que limpiaron sus hogares amontonaron en sus veredas húmedas pilas de juguetes que ya no son, fotos familiares que forman una masa homogénea e irreconocible, muebles de aglomerado que tomaron formas parecidas a una madeja con la que jugó un tigre de Bengala, artefactos eléctricos que alguna vez fueron útiles. Más los animales muertos y los miles de autos hundidos en la batalla naval. Más el olor nauseabundo de un guiso que nadie puede digerir.
El ministro de Salud de la provincia, Fernando Bondesío, definió así la situación: “La gente no tiene idea de la magnitud de la catástrofe. Supongamos que se pone en un balde de agua una rata muerta, un poco de materia fecal, se lo deja asentar una semana y después se lo vuelca dentro de una casa”. Bondesío se refirió a la necesidad de hacer “un gigantesco trabajo sanitario” por la grave situación de contaminación de las aguas y del espacio habitable hasta antes de la gran inundación. El ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, que recorrió la zona de desastre junto con su equipo, insistió ayer en decir que, en líneas generales, “la situación está controlada”, pero advirtió sobre “enfermedades infecciosas crónicas”.
El subdirector del Hospital Cullen de Santa Fe, Darío Montenegro, informó que se comprobó “un aumento de las infecciones respiratorias agudas” entre las 80 mil personas que se encuentran en los centros para evacuados. Se calcula que es más grave la situación de las “miles de personas”, según estimaciones de la Dirección de Defensa Civil, que todavía siguen instaladas en los techos de sus viviendas, en muchos casos con sus hijos pequeños. Carlos Zapata hizo hincapié en el peligro de permanecer en casas donde “el agua para consumo está contaminada, lo que ya está generando enfermedades entéricas o parasitarias”. Zapata presenció, igual que Página/12, el duro regreso a casa.
“Estuvimos en Barranquitas y en otros barrios donde las paredes tienen por dentro una gruesa pintura de barro y lodo. Los cables de la instalación eléctrica tienen una capa del mismo material, lo que obligó, por suerte, a prohibir que se les restituya la energía eléctrica”. Tanto en Barranquitas como en Centenario, las motoniveladoras arrastran toneladas de desperdicios que son cargados en enormes camiones y arrojados en unos terrenos de relleno sanitario ubicados en las afueras de la ciudad. “Es una suerte que ese sector no se haya inundado”, comentó Zapata. En Villa del Parque, que todavía está tapada por las aguas, los buzos tácticos, alertados por los vecinos, salieron ayer “a buscar cuerpos...”. Los puntos suspensivos tornaban más dramática la búsqueda, aunque sólo hallaron animales domésticos.
Los camiones anfibios se llevaron de los techos a unas 100 personas, entre ellas casi 70 chicos, que tozudamente seguían allí desde el martes de la semana pasada. Alicia, una mujer que ya está cerca de los 60, salió el mismo martes de su casa y nadando. “Suerte que fue a las 9 de la mañana, si hubiera sido de noche hubiéramos muerto todos.” Dijo que en las noches posteriores se despertó varias veces sobresaltada: “Escuchaba elruido del agua. Era parecido al de cien helicópteros volando a ras del piso, detrás de nuestras cabezas”.
En Centenario, los vecinos le estarán por siempre agradecidos al nuevo estadio de Colón. “La estructura fue la que paró y desvió la correntada, si no muchas casas hubieran sido arrasadas por las aguas”. La mole de cemento de los Sabaleros acumuló miles y miles de bolsas de basura, televisores, autos y hasta una solitaria camiseta de Unión. Justo allí. Un enorme portón quedó retorcido como trapo de piso. “Los autos chocaban contra él y entre ellos. Eran los autitos chocadores”, relató un vecino que vive en un segundo piso.
En una clara diferencia con lo que opinan sectores de clase media afectados por el desastre, los vecinos pobres apoyan a Reutemann y defenestran a sus ministros: “El Lole fue el único que vino, el único que dio la cara. A los otros había que mandarlos a trabajar a las Malvinas, para los ingleses, porque son el enemigo”, aseguró Alicia, la experta nadadora. En La Florida, frente al esqueleto de lo que fue el Hospital de Niños, las aguas siguen firmes. Y mucho más en Santa Rosa de Lima, donde los voceros de Defensa Civil admitieron que hay todavía “casi dos metros de agua”. En toda la zona el olor es nauseabundo y muchos voluntarios se retiraron descompuestos.
En el Parque Garay, donde las casas son de clase media alta, los jardines parecen un balneario. “Las aguas servidas son uno de los peligros mayores, porque en muchas zonas inundadas no hay red cloacal y sí pozos negros que hoy están saturados. Las napas están muy altas y mucha gente corre peligro de estar tomando agua contaminada”, explicó Zapata. Otro motivo de preocupación es la posible presencia de residuos patológicos, habida cuenta de todos los hospitales y sanatorios que fueron arrasados por las aguas.
La estación del año tampoco ayuda. “Las calles están llenas de hojas, como siempre en otoño, y eso contribuye a la acumulación de basura y suma riesgos en caso de una lluvia, porque podrían taponarse las bocas de tormenta y sumar llovido sobre mojado.” En todos se advierte el síndrome del inundado. Y en algunos casos las historias son tremendas. Marcos, vecino de Centenario, fue sacado de su casa por los buzos tácticos. “Cuando empezó a entrar el agua no encontraba la llave para salir. Cuando la encontré, el agua que había entrado era tanta que me impedía abrir la puerta, por la gran presión. Hice la plancha un montón de horas, casi besando el techo, hasta que los buzos hicieron un boquete y me sacaron.” La sonrisa de Marcos parece la primera de su vida.