Viernes, 31 de mayo de 2013 | Hoy
SOCIEDAD › FUE DESARROLLADA POR UN CONSORCIO PUBLICO-PRIVADO ARGENTINO Y SALE A LA VENTA EN JULIO
La inmunización no previene la enfermedad, pero la ataca para frenar su avance. Su aplicación logró triplicar la sobrevida de los afectados. Participaron científicos del Conicet, la UBA, la Unqui y dos laboratorios privados.
Un consorcio científico público-privado argentino presentará hoy una vacuna contra el cáncer de pulmón, un tratamiento casi inédito en el mundo que produce en el paciente una respuesta inmune contra determinados elementos presentes en el tumor, lo que permite mantener o reducir su tamaño. En Argentina, el cáncer de pulmón es el que más muertes causa, con casi nueve mil defunciones al año. El principal problema radica en que, cuando se lo detecta, la enfermedad está muy avanzada, una cirugía se torna inviable y los tratamientos tradicionales resultan poco efectivos.
“Hay grandes empresas internacionales que trabajan en desarrollos de vacunas terapéuticas contra el cáncer, pero todavía están en fases de estudio y no han sido aprobadas. Esta es una de las primeras vacunas en el mundo en obtener suficiente evidencia para tener una aprobación en Argentina, a través de la Anmat, y en Cuba”, aseguró Roberto Gómez, director médico del laboratorios Elea, empresa que estará a cargo de la comercialización de la vacuna racotumonab, cuyo nombre comercial será Vaxira y estará a la venta a mediados de julio. Gómez presentará los estudios más recientes realizados con el medicamento en la Reunión Anual de la American Society of Clinical Oncology (ASCO), el encuentro más importante a nivel mundial en oncología, que se va a realizar entre hoy y el 4 de junio en Chicago, Estados Unidos.
Este proyecto es el resultado de 18 años de investigación de un consorcio público-privado del que participaron más de 90 científicos. En las distintas fases intervinieron profesionales de la Universidad Nacional de Quilmes, grupos de la Universidad de Buenos Aires y el Conicet, el Hospital Garrahan y el Instituto Oncológico Roffo, junto con empresas privadas como el grupo Insud y el laboratorio Elea, en asociación con el Centro de Inmunología Molecular de La Habana, Cuba. Además recibieron una financiación, en forma de subsidios, del Ministerio de Ciencia y Tecnología y el Ministerio de Salud de la Nación. “Este consorcio se conformó de acuerdo con las necesidades del proyecto. El desarrollo de un medicamento oncológico conlleva distintas etapas que van desde el descubrimiento del blanco terapéutico, las pruebas preclínicas y clínicas”, explicó Daniel Alonso, médico y director científico del consorcio.
El blanco terapéutico de la vacuna es un antígeno llamado NgcGM3, una sustancia que puede ser reconocida por el sistema inmunológico y que se expresa en células tumorales y no en células sanas. “El producto lo que hace es reactivar el sistema inmunológico del paciente para que reconozca determinados elementos específicos del tumor de los tejidos sanos. En términos técnicos, esos elementos son antígenos glicolilados, sustancias que tienen un residuo de azúcar que se presentan en la superficie celular de las celulares tumorales y que son accesibles al ataque por el sistema inmunológico. Con la vacuna, se logra quebrar la tolerancia que el organismo tiene a ese tumor: el sistema inmune del paciente ahora va a generar anticuerpos que van a intentar destruir el residuo de células cancerosas. Si eso es efectivo, el residuo de cáncer que tenga el paciente va a ir reduciéndose o manteniéndose a raya”, detalló Alonso.
Por el momento, la innovación fue registrada para cáncer pulmonar avanzado y específicamente un subtipo que se llama de células no pequeñas, que es la variante que se presenta en el 70 por ciento de los casos. Esto no implica que, en un futuro, el producto pueda ser usado en otras patologías cancerosas. “A diferencia del cáncer de mama o próstata, que se detectan precozmente, el cáncer de pulmón se diagnostica cuando la enfermedad está avanzada, por lo cual el paciente no puede ser operado y la respuesta a la terapias tradicionales no es satisfactoria”, informó Gómez. En este sentido, la vacuna implica un gran avance, ya que según los estudios efectuados a 176 pacientes de Argentina y Cuba a dos años, el nivel de sobrevida de aquellos que se habían sometido al tratamiento se triplicó. “Uno lo que evalúa con esta terapéutica es la sobrevida, qué porcentaje de los pacientes que inician el tratamiento están vivos a los dos años. En el grupo control, es decir, aquellos que no recibieron la vacuna, un ocho por ciento estaba vivo a los dos años y, en cambio, en los que habían sido vacunados el número se triplicaba a un 24 por ciento. Ahora el desafío es tratar de buscar la mejor combinación, la mejor indicación para seguir desarrollando y aportando”, contó Gómez.
De acuerdo con esto, el director médico del laboratorio Elea ratificó que el ideal al que se apunta es cronificar la enfermedad. “En los casos avanzados en los que no se puede operar, el ideal es que el paciente tenga su enfermedad, pero que crezca lo más lento posible y entonces pase a ser un paciente como un hipertenso, un diabético, que sabe que nunca se va a curar, pero que tratado puede tener una adecuada calidad de vida. Eso en algunos casos lo hemos podido lograr y actualmente tenemos pacientes tanto aquí como en Cuba que ya llevan cuatro o cinco años de tratamiento que, con lo avanzado de su enfermedad, no habrían tenido una alternativa terapéutica.” El tratamiento implica cinco dosis de inducción cada 14 días y luego un refuerzo mensual de mantenimiento, que se extenderá en el tiempo de acuerdo con lo que necesite el paciente. “Uno hace la quimioterapia o radioterapia y después aplicaría la vacuna, ése es el blanco que uno ve en este momento para cubrir. Por cuánto tiempo se extenderán las aplicaciones dependerá de la respuesta del paciente, no hay un tiempo determinado. Como todas las drogas no tóxicas, uno las va usando el tiempo que necesita cada paciente en particular, con tomografías cada dos o tres meses para ver cómo esta el tumor”, explicó el director de investigación del Instituto de Oncología de Rosario e investigador del ensayo clínico de la vacuna, Luis Enrique Fein.
“Esta vacuna no daña la médula ósea, que en general es una de las limitaciones de la quimioterapia. Si bien la quimio siempre persiguió matar la mayor cantidad de células tumorales haciendo el menor daño posible, eso lo conseguimos a medias porque produce daños en los tejidos nobles como la médula o, lo más conocido, el folículo piloso, que se cae. De esta forma, tenemos una limitación que es la cantidad de dosis y el tiempo que la podemos usar. Una droga que no utilice el mecanismo de la quimioterapia de destrucción de células sino la propia inmunidad como este caso abre todo un concepto nuevo.”
Informe: María Julieta Rumi.
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