SOCIEDAD › INEDITA OPERACION CARDIACA A UNA BEBA DE UN KILO 300 GRAMOS
Guadalupe, con el corazón a nuevo
El corazón de la beba, de apenas un mes, tiene el tamaño de una nuez. Fue remodelado casi totalmente. La intervención incluyó el trasplante de una arteria. Ocurrió en un hospital público.
Por Pedro Lipcovich
Trabajando en el interior de un corazoncito del tamaño de una nuez, perteneciente a una bebita de sólo 1350 gramos de peso, un equipo de cirujanos del Hospital Elizalde realizó una operación inédita en el país y con escasos antecedentes en el mundo. La chiquita había nacido con una malformación que le impedía oxigenar normalmente su sangre y, para curarla, los médicos prácticamente remodelaron su corazón: como faltaba la división entre la parte izquierda y la derecha, agregaron un tabique artificial; como la aorta no salía del lugar correspondiente, agujerearon el músculo cardíaco y la cosieron donde tenía que estar; como las arterias pulmonares no llegaban al corazón, injertaron un trozo de arteria obtenido gracias al sistema nacional de donación de órganos. El equipo de cirugía cardiovascular del Elizalde ya efectuó otras operaciones pioneras, y, según destacó su titular, “nos alienta poder hacer medicina de excelencia en un hospital público”.
Guadalupe nació hace exactamente un mes en una clínica de Núñez. El parto fue a término pero la beba pesaba apenas 1480 gramos. Le diagnosticaron una malformación cardiovascular congénita llamada “tronco arterioso tipo II”. La beba era tan livianita porque la enfermedad le había impedido desarrollarse normalmente en el útero.
La salvación, improbable, requería cirugía de avanzada. La nena fue derivada al servicio de Cirugía Cardiovascular del Hospital de Niños Pedro de Elizalde (ex Casa Cuna), dirigido por Florentino Vargas.
Todo corazón, en realidad, son dos corazones, y efectivamente los médicos suelen hablar de un “corazón izquierdo” y un “corazón derecho”, que no tienen comunicación entre sí. Del izquierdo sale la arteria aorta, que lleva la sangre al organismo para nutrirlo y darle oxígeno; del derecho salen las arterias pulmonares, que llevan la sangre a recibir oxígeno. En el caso de Guadalupe, todo estaba mal: los corazones izquierdo y derecho se comunicaban, la aorta no estaba a la izquierda sino en el medio y las arterias pulmonares, en vez de salir de la parte derecha del corazón, nacían en la aorta; como consecuencia, la sangre “pura”, oxigenada en los pulmones, se mezclaba con la sangre “viciada” del resto del organismo.
Cuando llegó al Elizalde, la beba padecía “severa insuficiencia cardíaca, edema pulmonar e hipertensión pulmonar”, precisó Vargas. Sin embargo, la decisión de operar no era fácil porque “era una intervención muy compleja, sobre cavidades diminutas y vasos extremadamente pequeños. Pero, dada la gravedad del cuadro, se decidió intervenir”. La operación se efectuó el miércoles pasado –para entonces, el peso de la bebita había descendido a poco más de 1350 gramos– y duró seis horas.
Un inconveniente, en toda operación de este tipo, es que brota tal cantidad de sangre que impediría al cirujano ver lo que está haciendo: si el paciente es un adulto o un chico más grande, un integrante del equipo retira la sangre con una especie de aspiradora, pero, en un cuerpo tan pequeño, eso no sería posible. El procedimiento que se aplica es drástico: retirar toda la sangre del organismo, luego de bajar su temperatura a 16 grados para que pueda resistir sin sangre durante relativamente mucho tiempo: en el caso de Guadalupe, fueron 45 minutos, durante los cuales se cumplieron los pasos cruciales de la operación.
La intervención consistió en rehacer lo malformado. Vargas la relató así: “Abrimos el ventrículo izquierdo y colocamos un parche, fabricado con material sintético, para dejar separados los dos ventrículos; separamos la aorta del corazón y la reconectamos en el ventrículo izquierdo; aislamos de la aorta las arterias pulmonares, hicimos un orificio en el ventrículo derecho y, para conectarlas allí, utilizamos un trozo de arteria proveniente del banco de órganos del Cucaiba” (organismo bonaerense que centraliza las ablaciones e implantes). Todo esto lo hicieron trabajando sobre un corazón del tamaño de una nuez pequeña, ayudados por lupas especiales, con iluminación propia, que los médicos se calzan en la cabeza como si fuesen cascos de mineros.
Como se ve, la intervención fue, también, un trasplante de órgano, en este caso una arteria procedente de otro bebé, que había fallecido al nacer. Por eso Vargas destacó “la importancia que tiene la donación de órganos para todo tipo de tejidos: esta operación no hubiera podido hacerse si no funcionara el sistema de donaciones”.
En cierto sentido, la operación todavía no finalizó, ya que el tórax fue dejado abierto: “Como su cavidad es tan diminuta, el corazón reconstituido debe reacomodarse en forma gradual, para evitar la compresión de las estructuras”. Anoche, el cierre del tórax se estimaba probable para la mañana de hoy.
Es que la operación había salido bien: “La niña evoluciona favorablemente dentro de los parámetros esperados, sin perjuicio del riesgo que supone una operación de esta complejidad en un bebé tan pequeño. La evaluación posoperatoria es satisfactoria, y tanto la aorta como la nueva circulación pulmonar funcionan sin inconvenientes”.
A largo plazo, superado el período posoperatorio, “el pronóstico de estas operaciones es muy bueno y los pacientes pueden llevar una vida normal”, comentó el cirujano.
Veintiséis profesionales intervinieron en la operación, que no tiene antecedentes en la Argentina en bebés de ese tamaño. La literatura médica internacional registra muy pocos casos en bebés de menos de dos kilos de peso. Por debajo de los 1500 gramos, los registros internacionales son escasísimos. “Lo más habitual es operar a chicos que han logrado nacer con más de tres kilos de peso”, señaló Vargas.
Anoche, el cirujano insistía en destacar que “nos alienta presentar medicina de excelencia desde un hospital público, en este caso un icono de la medicina pediátrica argentina como el Elizalde”.
En mayo del año pasado, el mismo equipo del Elizalde había efectuado una operación, también inédita, en la que reemplazó una válvula del corazón a una bebita de 2300 gramos. En 1992, el mismo equipo había hecho el primer trasplante de corazón y pulmones y, en 1990, el primer trasplante cardíaco a un niño. El equipo obtuvo el premio de la Academia Nacional de Medicina por su trabajo “Trasplante cardíaco en pediatría”.