ECONOMíA › EL CRECIMIENTO EN EL SEGUNDO TRIMESTRE FUE DEL 7,6 POR CIENTO
Al repunte le falta un nuevo empuje
El PIB muestra cinco trimestres seguidos de crecimiento. Pero se teme que la falta de dinamismo del consumo frene el impulso.
Por Raúl Dellatorre
Los indicadores de nivel de actividad del Indec señalan que el segundo trimestre de este año fue el quinto período consecutivo de crecimiento con respecto al período anterior, con un aumento en el nivel de actividad del 7,6 por ciento sobre el año anterior. Esta vez, el aumento estimado del producto interno bruto (PIB) resultó del 1,6 por ciento, lo que ratifica que la salida de la crisis sigue una trayectoria de pasos cortos pero sin interrupción, hasta el momento. Es precisamente por ese acompasamiento de la recuperación, iniciada en abril de 2002, que la misma todavía resulta insuficiente para compensar, siquiera, la debacle de los meses anteriores. Las cifras del segundo trimestre de 2003 todavía ubican al PIB en un 7 por ciento debajo del nivel que alcanzaba en el mismo período de 2001 y el consumo privado está, este año, un 11,5 por ciento debajo de los valores de entonces.
Los efectos de la devaluación se hacen sentir sobre la evolución dispar entre los distintos sectores que componen la actividad económica. Mientras los productores de bienes evidencian en la comparación interanual un crecimiento del 12,8 por ciento, en los servicios el avance apenas alcanza al 3 por ciento. El impulso, principalmente, estuvo dado por el espacio ganado por la producción local en la demanda interna que antes se alimentada de productos importados (efecto sustitución), ya que el consumo no muestra un boom de crecimiento que pueda ejercer una tracción importante. Precisamente, este punto –la falta de un mayor dinamismo en el consumo– es el que genera las mayores dudas sobre la persistencia de la recuperación.
Este año el consumo privado, de acuerdo a las cifras del segundo trimestre, se ubica en un 6,9 por ciento por encima del mismo trimestre del año anterior. Pero ese repunte se queda a mitad de camino para revertir el retroceso producido a partir de mediados de 2001. Si se toma en cuenta que ya en el 2001 la economía argentina arrastraba un proceso recesivo de tres años de antigüedad –se inició antes del fin de la década menemista, en 1998–, es evidente que al consumo y al producto todavía le restan recorrer un largo camino para remontar la cuesta por la que se desmoronó a lo largo de cuatro años.
Justamente, lo que los economistas no ortodoxos –como los del Instituto de Estudios y Formación de la CTA– le critican a esta política es la falta de estrategia de crecimiento que busque como motor el consumo interno y la redistribución de ingresos. Hasta ahora, todo indica que la recuperación estuvo centrada en el consumo de los sectores de altos ingresos –o medios altos– que han sustituido la demanda de productos extranjeros –o gastos en el exterior– por productos o servicios nacionales. Pero esta estrategia tiene patas cortas y resultaría insuficiente para sostener este ritmo de recuperación por mucho tiempo más. Del lado de la inversión, las cifras revelan un poderoso repunte en la construcción y en la compra de equipos durables de producción, pero en este último caso fundamentalmente de origen importado.
Para lo que resta del año, las expectativas indican que podría sostenerse un leve crecimiento en los dos trimestres restantes por encima del nivel del segundo. Con ese moderado comportamiento, sería suficiente para que las cifras del año arrojen una mejora del PIB con respecto al año anterior superior a las estimaciones oficiales. Es decir, el crecimiento se ubicaría entre el 5,5 y el 6 por ciento.
Bajo estas perspectivas, al gobierno aún le quedaría margen hasta fin de año para poner en marcha una estrategia de crecimiento fundada en la mejora de las condiciones de vida de la población –salarios y ocupación mediante–. Por ahora, se ha logrado dar un paso importante al haber evitado las condiciones más restrictivas que pretendía imponer el FMI.