Viernes, 14 de noviembre de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › OPINION
Por Enrique Stola *
Gutman escribe como si el abuso fuese una cuestión de ternura. Decide hablar de “amor” y “cuidado”. Lo que oculta es que existe una apropiación y un ejercicio de poder sobre el cuerpo de ese niño. La verdadera intención del abusador es usarlo para su propio deseo de poder, de humillar, de someter y hasta de mostrarse ante otros abusadores en las redes de pornografía infantil.
No es cierto que los abusadores son personas inmaduras. Algunos lo son, otros no. No hay un perfil único. Lo que sí es un común denominador es el poder que les da ser la figura central sobre ese cuerpo pequeño. Aun suponiendo que los abusadores hayan sido abusados, cuando son grandes son adultos, no niños. Gutman pone el acento en las supuestas necesidades del abusador delincuente y lo victimiza.
La autora coloca al abusador en situación de niño. El está ejerciendo el poder y la humillación, pero ella lo cuenta como si fuera un “juego de niños”. No es ningún “estupendo tesoro”, es un secreto que los niños guardan por miedo.
Los abusadores se dan cuenta de que están haciendo algo mal. Es falso lo que afirma Gutman de que no se dan cuenta: lo saben muy bien y por eso ocultan, por eso amenazan a la víctima. A los niños les dicen: “Si vos contás, voy a matar a tu mamá y a tu papá” o bien “nadie te va a creer, te van a castigar”.
Gutman equipara la conducta de un adulto –que está dominando– con aquella situación que vivió como niño. La ecuación sería “yo estoy haciendo esto, pero es igual a lo que yo viví”, por lo tanto, se diluye la responsabilidad.
En su texto aparecen el abusador y la víctima entremezclados. Más adelante, culpa a la madre. Esto es algo que hace siempre ella: culpar a las mujeres. No me extraña que su discurso, que coincide con el machista, patriarcal y hegemónico, venda muchos libros. No venden mucho las feministas: venden estos personajes que buscan someter a la mujer al régimen patriarcal. Gutman está haciendo una justificación psicológica de la conducta abusiva, de la depredación sexual. Ella podría haber escrito algo como “esto es lo que fantasean los pederastas para justificar su conducta...” y luego dar la explicación, en vocabulario adecuado, de cómo funciona el psiquismo de estos personajes para los que, hasta el momento, no hay evidencia científica de recuperación. Por supuesto que es evidente que ella no tiene idea ni formación académica para opinar seriamente de estos temas ni para ser terapeuta de nada.
* Médico psiquiatra feminista. Psicodramatista.
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