SOCIEDAD › CADA VEZ MAS EXTRANJEROS ELIGEN MAR DEL PLATA PARA PASAR SUS VACACIONES

Qué tendrá La Perla

Vienen de Bolivia, Colombia, Estados Unidos. Y hasta de Alemania y Sudáfrica. En lo que va de la temporada ya pasaron 7000. Además del mar, los extranjeros buscan en Mar del Plata los espectáculos y el buen trato de los argentinos. También se fascinan con las mujeres. Aquí, testimonios de turistas que prefirieron el agua fría de Mar del Plata a otras opciones más amigables.

 Por Carlos Rodríguez

Este año, la ciudad puede recibir a más de cien mil turistas extranjeros, manteniendo la marca histórica de 2003, año en el que se había triplicado el número de visitantes procedentes de países vecinos y de lugares tan exóticos como Sudáfrica, Canadá, Suecia, Suiza, Italia o Alemania. Lo habitual era que, con gran esfuerzo, los turistas que llegaban al país para conocer el Perito Moreno, Tierra del Fuego o las Cataratas del Iguazú aceptaran como parte del paquete pasar un par de días en Mar del Plata. Ahora el plazo de estadía se estiró a una semana o diez días. Los primeros diez días del año, en los hoteles de cinco y cuatro estrellas, el 50 por ciento del pasaje había llegado desde el exterior. “Esta semana, en el Hotel Costa Galana, el 75 por ciento de las personas que se hospedaron eran extranjeros”, precisó a Página/12 Hugo Alfonso, vocero de prensa del Ente Municipal de Turismo (Emtur). Una avanzada de bolivianos, que llegó para recibir el año frente al mar que no tienen en su tierra, abrió el camino que siguieron otros latinoamericanos, europeos y hasta estadounidenses. Las playas, el asado, el vino, las mujeres –el mayor atractivo desde la óptica de los italianos– y la ropa de cuero son algunas de las razones de un boom turístico cuyo techo es impredecible.
“Por segundo año consecutivo, unos 200 bolivianos, de La Paz y de Santa Cruz de la Sierra, llegaron a Mar del Plata en un vuelo charter para recibir el nuevo año de cara al mar”, informó Laura, de Dynamic Viajes, una de las empresas locales que más turistas trajo a la ciudad. Los bolivianos vienen atraídos por el Atlántico y por la excursión que realizan, puntualmente, a Mundo Marino, el acuario ubicado en San Clemente del Tuyú. “El viaje es agotador, a veces van con los minutos contados, pero nunca dejan de hacerlo”, explicó Laura.
María Josefina Gisbert (38) es boliviana, de Santa Cruz de la Sierra. Es una morocha elegante, de ojos claros, alejada del estereotipo que se tiene acerca de la mujer boliviana. “En el oriente boliviano, que es donde vivo, estamos al nivel del mar. El clima y la cruza de razas son bien diferentes respecto de los hábitos, los rasgos físicos y las costumbres de la gente que vive en La Paz y en otras zonas de mi país.” La mujer recibió el año frente al mar (“una maravilla para el alma”) junto con su marido y sus dos hijos, Johnatan y Jessica, de 9 y 7 años. Después, su esposo retornó a Santa Cruz y ella se quedó una semana más en el hotel Versailles.
Antes de llegar a Mar del Plata, como la mayoría, pasó unos días en Buenos Aires. “Creo que esta ciudad es una de la mejores plazas del mundo”, dijo esta mujer de buen vivir que sabe de veranos en Ibiza y otras playas europeas. “Lo que suma es la ciudad, la cantidad de espectáculos y el buen trato que brindan los argentinos.” Su esposo es un importante empresario de Santa Cruz de la Sierra, donde la temperatura es la típica de una región subtropical, con lagos transparentes y tupida vegetación. “El mismo día, cuando en La Paz el mercurio marca 5 grados bajo cero, en Santa Cruz tenemos calor y humedad”, explicó para los despistados. Josefina se quedó más tiempo porque su marido “me halaga y lo merezco”. Da una “vueltita”, como la Legrand mientras sus hijos la aplauden.
También en los primeros días del año llegaron a Mar del Plata unos 40 colombianos, trescientos paraguayos, brasileños, mexicanos, italianos, chilenos, españoles, franceses, estadounidenses y ayer se produjo el amarre de un barco lleno de turistas alemanes (ver nota aparte). Las cifras oficiales del Emtur, para los primeros diez días del año, certifican que por la ciudad pasaron unos 250 mil turistas. Sobre ese total, unos siete mil (el 2,5 por ciento) fueron extranjeros, en algunos casos procedentes de lugares tan remotos como Johanesburgo, Sudáfrica.
En ese lugar, 1200 metros por arriba del nivel del mar, tienen su residencia Eduardo Batista (50) y su mujer Lorraine (52). Ella es sudafricana, pero él nació en Lisboa, Portugal, y de sus viajes a lo largo del mundo le quedó un acento extraño que mezcla el portugués y el castellano. De la combinación le sale un “cocoliche” similar al de un italiano de la Boca. “Maravillouso”, dice cuando se le pregunta por el viaje que está realizando con su esposa, que participa muy poco de la charla, ya que sólo habla en inglés. Su único gesto es hacer una mueca universal, juntando el pulgar y el índice, como si quisiera negociar una cifra para conceder la nota. “No le cobramos porque nos acaban de decir que el pasaje en avión a Buenos Aires, que creíamos que teníamos que pagar, ya lo habíamos pagado. Estamos ‘dulces’, como dicen ustedes.”
“¿Por qué vinimos a Mar del Plata? Porque queríamos conocer algo nuevo y nos mandamos a Buenos Aires. Nos recomendaron las playas y aquí estamos. Estuvimos todos los días en Punta Iglesia y en Mogotes, donde la pasamos muy bien.” Batista llegó como parte de un grupo de más de 20 sudafricanos. Y como la mayoría de ellos, se dedicó a recorrer los cuatro campos de golf que hay en Mar del Plata. “Me gusta jugar golf y estuve a mis anchas, me encantó.” Estuvo jugando en la cancha histórica, frente al puerto, y en los nuevos campos del Mar del Plata Golf Club, ubicados en las afueras de la ciudad.
Eduardo y Lorraine, como la mayoría de los extranjeros, gastaron mucho dinero en camperas de cuero, zapatos y alguna ropa de lana. En estos días, los negocios de venta de camperas Cardón, en la calle Güemes, una de las más comerciales de Mar del Plata, las tres sucursales de Cuerna Vaca y Vieja Curtiembre, virtualmente “se vendieron todo”, como admitieron algunos voceros del sector empresario. Los negocios de la avenida Juan B. Justo fueron “virtual y afortunadamente arrasados”, comentó a este diario un vocero de la firma Lácar.
“Son las playas más lindas de Sudamérica, me dijo un hermano mío, y por eso vine a visitarlas. Yo soy peruana, pero estoy viviendo desde hace diez años en la ciudad de Nueva York.” Laura Romero Montoya tiene 45 años y viajó acompañada por su amiga María de los Angeles. “El agua es un poco fría y nos tocaron algunos días nublados, con un poco de lluvia, pero igual nos gustó mucho la carne, aunque a las recetas elaboradas les falta un poco de sazón para nuestro gusto”, dijo aludiendo al picante tradicional para peruanos, colombianos o mexicanos. “Vamos a estar unos diez días y después nos vamos para Buenos Aires, para ver si es la Reina del Plata.”
Fuentes del Emtur dijeron que este año “incluso se puede llegar a superar el record de 100 mil turistas extranjeros que se alcanzó el año pasado y que triplicó la cifra histórica”. Durante el verano, a Mar del Plata llegan unas tres millones de personas y el cupo del exterior viene creciendo. “En la segunda quincena de enero y sobre todo en el mes de febrero van a llegar muchos chilenos”, anticipó Hugo Alfonso, del Emtur. “En Chile la feria judicial se hace en febrero y hay muchas reservas para ese mes, no sólo en los hoteles sino también en casas y departamentos.”
Para explicar esta suerte de boom turístico, Alfonso recordó que desde hace unos años vienen haciendo “cursos, seminarios y charlas en Buenos Aires, para tratar de imponer a Mar del Plata como destino turístico, teniendo en cuenta que está a sólo media hora de avión de la Capital Federal”. En los años anteriores “los turistas que venía de otros países estaban cuando mucho un par de días, pero ahora la estadía se prolonga a veces cuatro o seis días”.
La explosión tuvo también algunos momentos tensos. En los primeros días del año, unos diez italianos hicieron pie en las playas del sur, donde se volvieron locos con las mujeres. “Casi era acoso. No sabés los gritos que pegaban cada vez que veían una chica de su agrado, saltaban, aplaudían.¡Amantes latinos!”, contó una de las bellas chicas que atienden las mesas en el parador Abracadabra.

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Eduardo Batista y su mujer Lorraine llegaron de Sudáfrica para conocer “algo nuevo”.
 
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