SOCIEDAD › LA POSIBILIDAD DE UN PAGO CASI ABORTA LA LIBERACION
Rescate a punto de naufragar
Poco antes de la resolución del caso, Rodríguez entró en crisis y quiso pagar, asegura una fuente de la investigación. Duro cruce, con querella incluida, entre el ministro de Seguridad y el Corcho.
Por Horacio Cecchi
La polémica alrededor del secuestro de Ernesto Rodríguez derivó en ironías ministeriales (Raúl Rivara sugirió algún vínculo del caso con el negocio de las líneas 0610), y amenazas de querellas y pedidos de renuncia de parte de Jorge “Corcho” Rodríguez (dijo de Rivara que era un “enano intelectual”). Las aristas que tomó el intercambio de flores hizo olvidar el origen de la polémica: las críticas del Corcho al gobernador Felipe Solá, a quien atribuyó intenciones negociadoras con los secuestradores. Tras la liberación de su padre, Jorge Rodríguez había asegurado que jamás estuvo dispuesto a pagar rescate. Pero según reveló a Página/12 un hombre del núcleo de la investigación, el viernes anterior a la liberación todo el trabajo estuvo a punto de ser abortado por el propio Corcho. Ese día, “(Jorge) Rodríguez había entrado en crisis y estaba tan dispuesto a pagar que dijo que iría a los medios para avisar que tenía la plata”. Según la fuente, era la señal que esperaba la banda para arreglar el lugar del pago.
El lunes por la noche, durante un programa televisivo, el ministro de Seguridad bonaerense, Raúl Rivara, deslizó tres hipótesis cuando le preguntaron sobre los motivos del ensañamiento de Jorge Rodríguez con Solá. La primera fue que el Corcho se encontraba sensibilizado y se molestó porque el gobernador no se había comunicado con su familia. Rivara no le dio demasiado crédito a esa hipótesis. La segunda, que por algún motivo se intentaba aislar a Solá del éxito del operativo. En la tercera deslizó algún vínculo entre el secuestro y el negocio de las líneas 0800 (quiso decir 0610), negocio al que estuvo ligado Jorge Rodríguez con Rodolfo Galimberti en el programa de Su Giménez, a través de la empresa Hard Communication.
Rivara se manifestó en el terreno de las hipótesis. Y poco después, voceros ministeriales comenzaron a aclarar que se había tratado de una ironía. Tenían sus razones: ironía o no, se desató un vendaval de críticas desde todos los ángulos políticos, incluidos el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y la diputada nacional Margarita Stolbizer (UCR) (reclamó la renuncia de Rivara por “la ineficiencia de su gestión y la estupidez de sus dichos”).
Pero fue la respuesta del Corcho la que alimentó el fuego. Tildó a Rivara de “enano intelectual”, amenazó con iniciar una querella por incumplimiento de los deberes de funcionario público, y también pidió la renuncia del ministro.
Desde la liberación de su padre, ocurrida el miércoles 4, Jorge Rodríguez se montó sobre las críticas que él mismo desató contra Solá, a quien acusó de tener como política la negociación con los secuestradores, las sospechas sobre la Bonaerense, y el pago del rescate. “El secuestro –dijo el Corcho durante la conferencia de prensa– es una industria que se financia cuando se paga el rescate. Yo nunca quise pagar”. Más tarde, aseguró que durante los días de cautiverio de su padre había asumido la responsabilidad de no negociar. “Si le pasa algo a mi papá me la banco”, dijo que había pensado en aquel momento de acuciantes decisiones.
Si bien el propio fiscal Jorge Sica de algún modo echó tierra sobre semejantes afirmaciones cuando reconoció que Rodríguez había negociado con los secuestradores, no quedaba demasiado claro hasta qué punto era real la decisión de pagar o hasta qué punto las negociaciones eran una estrategia de los investigadores para ganar tiempo.
Una fuente directamente vinculada a la investigación aseguró a Página/12 que no se trató de ninguna estrategia sino todo lo contrario: se estuvo a punto de pagar. “En las conversaciones con los secuestradores –confió esa fuente–, (Jorge) Rodríguez había llegado a decirles que había juntado 30 mil dólares y que estaba listo para pagar. Ellos le contestaron: ‘No, flaco, te equivocás. Andá juntando lo que te pedimos o no lo ves más a tu viejo’. Y le dijeron que les tenía que avisar a través de los medios”. Según la misma fuente, “entre la noche del viernes y la mañana del sábado anterior a la liberación, Rodríguez tuvo una crisis. Planteó que tenía la plata y que iba a ir a los medios. El fiscal entró en emergencia. La investigación estaba a punto de abortar. Tenían varias puntas, todavía no estaba la línea de San Andrés de Giles, y necesitaban más tiempo. Solá se enteró y le propuso al fiscal interceder ante Rodríguez para intentar convencerlo. Sica dijo que no. Esas fueron las famosas comunicaciones que nunca se establecieron con Rodríguez. No es que tenía mal el número. El domingo, el Corcho se echó atrás con lo del pago, pero el dato se filtró. El lunes, Crónica TV salió con una placa que decía Inminente pago del rescate. Los secuestradores creyeron que era la señal y empezaron a llamar al Corcho, que ahí sí se había parado en no pagar y no les contestaba el teléfono. Ese lunes llamó el preso con los datos que abrieron la línea de San Andrés de Giles”. Lo demás, es historia conocida.