SOCIEDAD › APRUEBAN EN FRANCIA LA VEDA DE SIGNOS RELIGIOSOS EN ESCUELAS
Una ley entre polémicas y desvelos
La Asamblea Nacional le dio media sanción al proyecto elaborado por una comisión de sabios, que prohíbe el uso del velo islámico, la kippa judía y los crucifijos en escuelas públicas. La norma pretende defender la instrucción laica.
Por Eduardo Febbro
Al cabo de una semana de debate parlamentario y de varios meses de profusas polémicas, la Asamblea Nacional francesa aprobó por aplastante mayoría el controvertido proyecto de ley que apunta a prohibir en los establecimientos escolares la utilización de “signos religiosos ostensibles”. Los 494 votos a favor, 36 en contra y 31 abstenciones sellaron los términos de un proyecto de ley que es la traducción legal de un informe de 68 páginas encargado por el presidente francés Jacques Chirac y elaborado por una comisión que propuso la prohibición de los “signos religiosos”: tanto el velo islámico, como la kippa judía y las cruces cristianas.
La amplia mayoría que recogió el voto se debe a un acuerdo entre el oficialista Unión por una Mayoría Presidencial (UMP) y los socialistas, que lo aprobaron masivamente. Sólo votaron en contra algunos comunistas mientras que los centristas, opuestos desde el principio a una ley que consideraron como un simple “integrismo laico”, se abstuvieron. El debate parlamentario se inició la semana pasada sin muchas diferencias entre los partidos, pero con el telón de fondo de la tensa polémica protagonizada por diversos sectores de la sociedad, en especial, los musulmanes. Al principio, el objetivo del informe y de la consiguiente ley consistió en prohibir exclusivamente el velo islámico en las escuelas. Sin embargo, el gobierno entendió rápidamente que no podía prohibir únicamente los signos ostensibles del Islam y arriesgarse así a ser acusado de racista o antimusulmán. Por ello extendió la prohibición a las otras dos grandes religiones monoteístas, es decir, el judaísmo y el cristianismo.
Para ser consagrado, el proyecto debe pasar antes en el examen del Senado, en una sesión prevista para el 2 de marzo. Con todo, aunque el Senado apruebe la versión actual, ello no aplacará las tensiones que provocó un proyecto cuya filosofía principal es, oficialmente, proteger el sistema laico francés. Los adversarios de la ley afirman sin embargo que va exacerbar aún más las tensiones entre las comunidades que componen Francia, en particular la de los musulmanes. En Francia vive la población musulmana más importante de Europa, entre 5 y 7 millones de personas, y la comunidad judía más numerosa, unas 700 mil.
En el mundo musulmán, la elaboración del proyecto de ley provocó condenas y críticas de todo tipo. Al presentar el proyecto de ley, el primer ministro francés, Jean Pierre Raffarin, explicó que la República debe “defender sus valores sin debilidad” y aclaró que de ninguna manera se trataba de rechazar”la religión”.
Resulta curioso pensar que unas mil jóvenes musulmanes que desde hace diez años pugnan por ir al colegio con un velo islámico en la cabeza puedan amenazar los valores de una república como Francia. Sin embargo, ése es el tono que se le dio al mensaje del gobierno: el velo islámico y el conjunto de los signos religiosos expuestos ostensiblemente amenazan los equilibrios del viejo principio laico que rige la sociedad francesa desde hace más de un siglo. A pesar del consenso aparente, la clase política también está dividida al respecto. Jacques Barrot, presidente del grupo parlamentario de la UMP en la Asamblea Nacional, estimó que “bien dirigida hacia el espacio escolar, esta ley tiende a crear un espacio de paz y respeto del otro”. Los socialistas argumentaron que la ley “se había vuelto necesaria” mientras que los centristas condenaron un texto que, según ellos, “no responde a lo que está verdaderamente en juego, es decir, la capacidad de Francia para integrar a las nuevas poblaciones”. Los comunistas que votaron en contra ponen en tela de juicio la ley por cuanto, alegan, “discrimina antes que integrar y no responde a la diversidad”. Las mismas disonancias se encuentra en el seno de la comunidad musulmana. Detrás de las sonrisas oficiales se adivina una auténtica molestia. Dalii Boubakeur, presidente del consejo francés del culto musulmán y rector de la mezquita de París, alegó que el voto masivo obtenido en la Asamblea “muestra hasta qué punto la comunidad musulmana tuvo razón de ser prudente”. Más cerca de la verdad, Mohamed Bechari, presidente de la Federación Nacional de los Musulmanes de Francia, afirmó que entendía la “preocupación de los defensores de la ley”, pero advirtió que era preciso entender la inquietud de la comunidad musulmana y, por ende, tratarla mediante una política de integración, valiente y responsable”. En realidad, la institución dirigida por Bechari busca los mecanismos legales para que se vuelva a analizar la ley a fin de que las jóvenes que lo desean “puedan adaptar el uso del velo al contexto francés”. Mucho más radical, Fuad Alaui, secretario general de la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia, UOIF, estimó que el martes era “un día negro para la República”. Según el dirigente musulmán, “la voluntad de excluir se concretó a través de un voto por medio del cual la derecha y la izquierda se pusieron de acuerdo. Con una ley semejante, es difícil hablar de una República abierta y tolerante”.
Según cifras del Ministerio de Interior, en 2003 se presentaron 1250 niñas en las escuelas públicas con el velo puesto y cuatro de ellas fueron expulsadas porque se negaron a ingresar sin el velo. La cifras no toman en cuenta que, al ser excluidas, muchas niñas, presionadas por el medio ambiente familiar, abandonan para siempre la educación nacional.