SOCIEDAD › A UN AÑO DE LA PRIMERA UNION CIVIL PREPARAN UN PROYECTO NACIONAL
El cambio va por más
Hasta ahora se realizaron 185 uniones civiles en Buenos Aires, 122 entre homosexuales y 63 entre heterosexuales. Ahora, la CHA prepara un proyecto a nivel nacional: una unión civil que incluya la posibilidad de adopción, el derecho a herencia y a pensión. Antes de presentar la iniciativa, aportarán información para que la sociedad la debata.
Por Andrea Ferrari
Casi un año pasó del día en que por primera vez en el país, y en toda Latinoamérica, dos hombres pudieron unirse ante la ley, aquel 18 de julio en que decenas de fotógrafos se pisotearon para conseguir la imagen del beso que selló la unión entre César Cigliutti y Marcelo Suntheim, dirigentes de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). En esos meses transcurridos se realizaron en la ciudad de Buenos Aires 185 uniones civiles: 122 entre personas del mismo sexo y 63 entre hombres y mujeres. Si no fueron más, se debe en parte a que el registro es público y anotarse significa asumir un riesgo al que muchos no están dispuestos. Pero sobre todo, a que los beneficios concretos de la ley son limitados. Por eso, este aniversario encuentra a la organización en plena elaboración de otro proyecto, de mucho mayor alcance: la unión civil nacional, cuyas principales líneas adelantaron a Página/12. Un grupo de juristas ya los está asesorando en los detalles de ese proyecto que será presentado en el Congreso Nacional en los últimos meses del año. Antes, la CHA quiere abrir el debate a la sociedad. Dará a conocer un libro con artículos de varios profesionales e invitará al país a funcionarios canadienses expertos en niñez que aportarán información y experiencia sobre un tema que sin duda será polémico: la posibilidad de adopción por parte de parejas del mismo sexo.
Las 185 uniones que marcan las estadísticas del Registro Civil porteño no parecen muchas. “Lo mismo sucedió al principio en Holanda y otros países con leyes que daban más beneficios”, dice Marcelo Suntheim al oír estas cifras del primer año de la Unión Civil. Para el secretario de la CHA, el temor a la mediatización incidió en el número relativamente bajo. “Las primeras semanas no hubo casi solicitudes –sostiene–, luego fueron algunas personas que ya tenían visibilidad pública. Recién después empezó a llamar otra gente y muchos pedían al Registro Civil resguardo de su intimidad.”
De todas formas, sostiene Suntheim, no esperaban una explosión motivada por razones ideológicas. “La ley aporta beneficios concretos acotados: pasarle a la pareja la obra social y en el caso de trabajadores de la ciudad, la posibilidad de la pensión si es otorgada. La demanda de la unión civil está ligada a esos beneficios, además del deseo de tener un reconocimiento.”
Una interpretación similar de las cifras hace María Rachid, militante de la organización La Fulana, que se unió a Claudia Castro el pasado agosto. “La unión civil se concreta en un registro público y eso implica visibilidad –dice–. Hay gente que corre el riesgo de perder cosas de su vida, como su trabajo, o de que se entere su familia, entonces prefiere no dar ese paso. Y esto se combina con que no son muchos los derechos que se adquieren. Concretamente es más una cuestión simbólica, pero los derechos concretos son escasos, entonces es mucho lo que una puede llegar a arriesgar para tener poco. En lo particular se refleja de esta manera. Ahora, a nivel social y político tiene una importancia mucho mayor. En la vida cotidiana de estas mismas personas que no van a registrarse, la unión civil generó cambios de muchas maneras, porque el efecto social y político del reconocimiento que hace el Estado de nuestros vínculos tiene un peso que va mucho más allá.”
Arroz, fiesta y diferencias
Suntheim arriesga otro factor y es la falta de previsión presupuestaria para las uniones en un comienzo, “lo cual contribuyó a que se ralentizara la cantidad de uniones civiles, ya que se daban turnos sólo durante dos horas diarias”.
La nueva directora del Registro Civil, Ivana Centanaro, sin embargo, asegura que esas restricciones no existen en este momento y que las ceremonias –antes con limitaciones de espacio y de público– ahora son iguales a cualquier casamiento.
“Hoy, quien venga a hacer una unión civil tiene la misma disponibilidad que para un casamiento y se realizan en las mismas salas: tratamos de que las formalidades sean iguales –le dijo a Página/12–. A las parejas les tiran arroz, vienen las familias, aplauden, le ponen mucho optimismo, todos lo toman con mucha felicidad. Para nosotros, la pareja que se une civilmente tiene la misma jerarquía que un casamiento.”
“Nosotros estamos muy contentos de que se cumpla un año de la posibilidad de concretar la unión civil, de esta ley que marcó un hito –agrega–. Nos pone muy felices esta amplitud de criterios, estas posiciones progresistas, la posibilidad de darles una oportunidad a parejas que no estén casadas, homosexuales o heterosexuales, de tener marco legal, una ley que les da derechos.”
El análisis de los datos del año también muestra que las parejas heterosexuales no dejaron de lado la nueva figura: hubo 32 uniones en 2003 y 31 este año, probablemente trabajadores del ámbito de la ciudad que aprovecharon beneficios como créditos u obra social sin comprometerse con el casamiento. Hay que considerar en este sentido que disolver una unión civil es un trámite sencillo, para el cual alcanza con que uno de los unientes exprese su voluntad de hacerlo.
Otro dato que sobresale al analizar las uniones homosexuales es la notoria diferencia entre las de los hombres y las de las mujeres. Las uniones entre varones triplicaron las de ellas: en 2003 fueron 61 de hombres y 18 de mujeres y este año 33 contra diez. “No es extraño –dice Suntheim–, porque la visibilidad para las mujeres lesbianas tiene un costo mucho más alto que para los gays. Tiene que ver con el tema del machismo, la sociedad se banca más una pareja de dos hombres que una de dos mujeres.”
María Rachid sostiene que para las mujeres “ocurren cosas que hacen más complicado ser visibles que para los hombres. Por ejemplo, tienen hijos y tienen miedo de perder su tenencia si se llega a descubrir de alguna manera su relación con alguna mujer. O muchas son docentes y esto les produce problemas en la escuela, no sólo con las autoridades sino con los padres y las madres”.
Un cambio de fondo
Más allá de cuántos decidieron aprovechar los beneficios de la ley, nadie pone en duda su fuerza como motor de un cambio social y cultural. En distintos ámbitos de la comunidad homosexual coinciden en que a partir de que empezó a debatirse, y sobre todo tras su aprobación, se respira un aire diferente, que se traduce en mayores niveles de apertura y tolerancia.
“Cuando en la organización pensamos en la ciudadanía plena y en la igualdad de derechos, pensamos en un proyecto posible, en un avance escalonado –cuenta Suntheim–. En esa oportunidad, el proyecto posible era la Unión Civil para la ciudad, con los beneficios que pudiéramos obtener. Una vez que se aprobó, no sólo se vivió como un reconocimiento a la existencia de nuestras familias. Se vivió como el primer escalón de los beneficios que la Nación les debe a nuestras familias. Ese fue el clima que se respiró. Nosotros tenemos confianza en que el Congreso va a aprobar la ley que nos adeuda. Creemos que hay un consenso social para hablar de esto y que hay información en los medios de comunicación. En este momento sentimos que hay un clima en el que somos entendidos y que nuestros problemas son considerados a nivel legislativo. Uno lo ve en toda la comunidad gay-lésbico-travesti-transexual-bisexual: se despiertan grandes expectativas. Por eso estamos trabajando a fondo en el proyecto de unión civil nacional (ver aparte).”
–En lo personal, ¿la unión civil también significó un cambio?
–No, nuestra pareja está basada en el amor y en el afecto. Y esto empezó hace seis años, no cambió ahora. La unión civil fue un formalismo, no consolidó la pareja. Lo que sí aportó es la posibilidad de considerar muchos de nuestros sueños como un proyecto de familia que puede ser viable, por ejemplo pensar en agrandar la familia: se nos ocurren opciones para tener hijos, pero queremos hacerlo contando con la protección del Estado y sabemos que es posible.
–¿Y en la percepción de los demás?
–Sí, la sociedad recibió muchísima información durante los años que llevó el debate. Los medios de comunicación jugaron un papel importantísimo en este aspecto. Ese conocimiento de quiénes somos y cómo sentimos, esta sensación de cotidianeidad trasmitida, contribuyó a bajar el nivel de homofobia. Cuando uno conoce aquello que temía es más fácil entenderlo.