SOCIEDAD › LA VISION DE UNA SEXOLOGA SOBRE LA PRESENCIA DE TRAVESTIS Y GAYS EN LOS PROGRAMAS DE ALTO RATING
“La apertura es sólo aparente”
La sexóloga Claudia Groisman analiza el protagonismo en las tiras de mayor audiencia de una travesti y un homosexual. Pero sostiene que lo que aparenta ser signo de apertura en realidad no lo es y que la aceptación real está aún muy lejos.
Por Andrea Ferrari
Esta semana la pelea por el rating televisivo se dio en un marco muy particular: para competir con Los Roldán –la exitosa tira que tiene entre sus principales personajes a una travesti–, se lanzó Los secretos de papá, donde el protagonista se presenta como homosexual. ¿Signo de un cambio social? La sexóloga Claudia Groisman sostiene que no es así. “Este segundo supuesto destape es muy relativo –dice–. Entra más bien en lo marquetinero, es aparentemente una apertura, pero en realidad no lo es.” Aquí Groisman pasa revista a la forma en que los medios masivos de comunicación reflejan la sexualidad y plantea que en cuanto a homosexuales, travestis y transexuales se suele hacer un ejercicio de tolerancia, pero aún está muy lejos la aceptación real.
–Usted habla de un supuesto segundo destape. ¿Cómo se registró la sexualidad en los medios desde el primer destape?
–Eso fue a principios de los ‘80, cuando empezamos a aparecer los sexólogos. Fue un destape de libertad sexual, que tenía que ver con la adquisición de formas de realización personal, con una instalación en los mejores lugares en lo que refiere a la sexualidad. Una de las temáticas eran las disfunciones sexuales: qué les pasaba a las personas “normales” con la sexualidad. Se hablaba de la anorgasmia, la eyaculación precoz y la impotencia. Hubo una especie de boom: no había revista donde no se hiciera una nota sobre anorgasmia o sobre el Punto G. Luego hay una desaceleración cuando empiezan a registrarse las primeras manifestaciones del sida, todavía en grupos especiales.
–¿La desaceleración responde al temor?
–Sí, aparece el miedo y esto dura bastante. Hacia finales de los ‘90 empieza a aparecer otra cosa, que es la violencia en la sexualidad. Casos como María Soledad, Jimena Hernández, donde aún se plantea una cierta culpabilización de las víctimas. Todavía no estaba instalado que había víctimas y victimarios y que nada podían haber hecho esas nenas para tener ese destino final. Lentamente empieza a aparecer también el tema del abuso de menores. Al mismo tiempo, hay una detención de lo que era el destape, porque la sexualidad aparece vinculada con algo que no nos gusta, que es la muerte, o las situaciones de traumatismo altamente severo. Los sexólogos dejamos de aparecer hablando de las posibilidades y empiezan a aparecer otras voces: de las madres, las hijas, las marchas. Fue en 1996 cuando un sacerdote joven, el padre Borgione, es encontrado muerto de una forma muy confusa y se descubre que fue asesinado por dos taxi boys. Inmediatamente aparece el tema del jarrón de Coppola y el caso del sacerdote queda desdibujado, pero con los años volvemos a asistir a los casos como el de Storni, el padre Grassi, situaciones con que la sociedad tiene un severo conflicto: lo muestra y lo tapa. En ese tiempo aparece el Código de Convivencia diciendo que la prostitución existe, más allá de los saunas regenteados por policías. Es otro aspecto de la sexualidad no glorioso, que sin embargo ha tenido algo de prensa favorable con un programa del año pasado llamado Disputas, que las humanizó, las mostró de otra manera. La prostitución tiene esta doble vía, es consumida por un número importantísimo de personas, pero no es glorificada. En estos años hubo intentos de incorporar homosexuales, pero en roles secundarios. Y ahora va a aparecer un homosexual en un rol protagónico.
–Sin embargo la homosexualidad ha sido tratada con bastante naturalidad por los medios en otras instancias, como el debate de la unión civil.
–Sí, pero sigue habiendo un cierto tabú, por ejemplo, con el beso que se dieron César Cigliutti y su compañero: un beso de amor, mucho más peligroso que el que se pueden dar Vicentico con Ricky Martin, o Madonna con otra chica. Una cosa es mostrarlo como para decir “qué amplios somos, que aceptamos situaciones que lindan con la exhibición”, y otra mostrarlocomo un hecho de la vida cotidiana. Está naturalizado en tanto siga siendo freak. Sucede también en otros ámbitos.
–¿Por ejemplo?
–Escucho relatos como el de una paciente que va a un ginecólogo; él le pregunta acerca de su pareja y cuando le habla de otra mujer le dice: “¡Pero señora!”, lo cual termina rompiendo la relación entre el médico y la paciente. Es decir que no es que haya una situación de aceptación, sino una picardía, una mirada con doble sentido sobre este fenómeno. Con mucha más razón si las personas son travestis o transexuales, quienes no adquirieron una identidad jurídica que les permitiría estudiar en vez de destinarse a la prostitución.
–¿Cómo muestra la televisión a estos personajes?
–Florencia de la V, si bien hace de una integrante de la familia, desde el punto de vista de la identidad se representa a sí misma. Es una travesti. Y Dady Brieva es un simulador: representa a un actor que simula ser gay. Así, por un lado queda garantizada la heterosexualidad del personaje que hace y por el otro lado mostraría una apertura respecto de la incorporación de un personaje homosexual, que además tiene una hija. En ese sentido todo está en orden. Pero entra en lo marquetinero: es aparentemente una apertura, pero no lo es.
–¿Y por qué atraen tanto estos personajes? ¿Curiosidad de lo distinto?
–Podría ser curiosidad. El personaje que hace Gabriel Goity en Los Roldán es muy real. En el medio prostibulario las travestis les ganan a las prostitutas mujeres y los consumidores son personas como él, supuestamente muy instalados en su sexo. Pero esto está presentado como comedia, no sé qué pasaría si fuera más dramático. Y, por otra parte, la travesti sigue siendo travesti: habría que ver si ella podría hacer de, por ejemplo, médica cirujana. En el caso de Dady Brieva, como decía antes, es un tipo heterosexual que hace de homosexual. Entonces el público puede asomarse a eso y mirarlo con la tranquilidad de que es de mentira. Yo digo que estamos asistiendo a un supuesto segundo destape que no es tal. Además, aparece como algo frívolo. No porque el travestismo y la homosexualidad sean temas frívolos, sino porque están presentados en tono de comedia.
–No cree entonces que la aparición de estos personajes en programas de gran audiencia estén manifestando una apertura.
–No, apertura sería que hubiera varias travestis trabajando de periodistas. O que una persona como Cris Miró, que era vedette y estudiaba, trabaje como odontóloga.
–¿Y, más allá de los medios, existe una mayor aceptación en la sociedad?
–En general no. Uno encuentra en los discursos “psi” de la salud una tolerancia teórica y una dificultad en la aceptación real. La aceptación real se daría si fuera lo mismo esa persona que cualquier otra, y la tolerancia es “deberíamos hacer el esfuerzo por aceptarlo”. La tolerancia indica rechazo.
–¿Cómo aparecen estos temas en el consultorio de una sexóloga?
–En los últimos años hubo muchísimas consultas de personas homosexuales. Pero no consultaban por su homosexualidad, sino por temáticas de pareja o por cómo hacían para que otros se dieran cuenta. Por un lado la persona quisiera que no se entere nadie, porque es muy difícil la exposición pública, pero si quiere estar con alguien no sabe cómo hacer para que se entere. Uno de los grandes temas es cómo plantearlo en la familia: la cuestión no ha variado en lo familiar. Tal vez uno encuentre que un integrante del grupo familiar lo acepta, pero los otros hacen el trabajo de la tolerancia. No está digerido. Cuando yo doy clase de sexología a médicos o ginecólogos, les digo qué preguntas hacer a un paciente. La primera es: “¿pareja varón o mujer?”. Al oír eso, el paciente se siente aliviado. El otro día hablando con un cirujano yo le contaba que soy especialista en matrimonios no consumados y él no podía creer que esoexista. Es que aquello que no es la estandarización más conocida sigue siendo algo no digerido.
–¿No cree que la familiaridad con estos personajes de la televisión termina por generar cambios?
–Puede ser un primer paso, pero tendría que haber muchísimo más. ¿Cuándo se puede hablar de aceptación? Cuando en cualquier estamento da lo mismo la elección sexual de una persona, y no sólo en estamentos de elite, no sólo en grupos sofisticados como el de los actores o los intelectuales. La aceptación se da cuando el tema ya no es tema.