EL PAíS › OPINION - DOS CAMINOS
EL REFERENDO VENEZOLANO Y SU POSIBLE IMPACTO EN ARGENTINA
Un lugar en el mapamundi
En un mundo interconectado nada latinoamericano nos es ajeno. Cómo se vienen vinculando Venezuela y Argentina. Los acuerdos políticos, los petroleros. Cómo puede incidir acá una victoria o una derrota de Chávez. De qué la jugaría Enarsa. Los intentos de revertir, en parte, la entrega del petróleo y su renta.
Por Mario Wainfeld
“Vivimos en un mundo que ya no se basa en la expansión geográfica sino en una distancia temporal que disminuye a medida que aumentan nuestras capacidades para el transporte, para la transmisión y para la teleacción.”
Paul Virilio, El arte del motor.
“La crisis latinoamericana, con sus especificidades nacionales,
sólo puede ser entendida en
marco de la aplicación general de políticas neoliberales en las
décadas anteriores. De lo
contrario, no se explicaría la concomitancia de las crisis.”
Emir Sader, La venganza
de la historia.
@Arturo Jauretche, desconfiado por método, recusaba hasta el diseño de los mapamundis urdido en el Hemisferio Norte. Colocar a la Argentina “abajo y a la izquierda” reservando el centro de la imagen a lo que ahora llamamos Primer Mundo no le parecía una inocente convención sino un indicio acerca de criterios e intereses. Jauretche propugnaba reformular el planisferio “mudando” a Argentina al centro del mundo. O, por lo menos, invertir las reglas de la cartografía y mandar el Sur para arriba. Un mapamundi de esa guisa induce a otra forma de abordar la realidad. Otra “visión del mundo” escribía el hombre. Otra ideología, diría uno si tal palabra no hubiese sido desterrada de los diccionarios de pensamiento único por quienes los escriben... que son los que diseñan los mapamundis. Con el Sur como prioridad, proseguía Jauretche, se desbaratarían muchos prejuicios acerca de la Argentina. Así mirada, de Sur a Norte, Argentina es peninsular, su integración con los países limítrofes una chocante necesidad, casi un dato. Estados Unidos queda lejos, muy lejos. Podría agregarse que Venezuela, por ejemplo, no está tan distante. Los golpes de la vida, la tragedia derivada de haber concebido el mundo (y nuestro lugar en el mundo) con el mapa de sus dueños han despabilado algo a los argentinos. Una nueva manera de mirar el mapa es posible. Por eso, entre otros motivos, el referéndum de Venezuela merece su lugarcito en un análisis semanal de la política vernácula. Un lugar al Sur, vale decir arriba de todo.
Un Estado dentro del Estado
Cuando la administración K recaló en el gobierno, sus principales funcionarios de Defensa y Cancillería vieron desafiados sus prejuicios en sus primeras conversaciones con representantes del Departamento del Estado. Algo desactualizados, los criollos creían que a los norteamericanos los obsesionarían Colombia y Cuba. Mas no. Los yanquis ya no se aterran con esos países, con los que la pasan “mal pero acostumbrados”, a la manera del filósofo Mendieta. Tales “malos conocidos” le vienen preocupando, menos que Bolivia y Venezuela, dos importantes productores de energía, estratégicos por ende, con sistemas políticos convulsionados. Uno por la inestabilidad, el otro por un incómodo liderazgo. Incómodo, visto desde abajo, desde el Norte.
Bolivia cambió de rango desde que se conocieron sus ciclópeas reservas gasíferas. Pasó de ser un país relegado, casi olvidado, desdeñado en su insularidad sin agua, a ser prioritario para el Departamento de Estado.
Venezuela, proverbial productor de petróleo, proverbial abastecedor de Estados Unidos (condición que conserva hoy día), viene haciendo fruncir entrecejos. Hugo Chávez enloquece a los funcionarios yanquis cuyos esquemas ideológicos a veces retornan sin gloria a tiempos de la Guerra Fría. “Es castrista” define a Chávez con sutileza de paquidermo el embajador de Estados Unidos ante oídos de funcionarios argentinos. Lectura un tantín pobre para describir a un líder de un país capitalista dependiente, muy pobre y polarizado socialmente quien, con sincretismo seductor, se emparenta con Lula, con Néstor Kirchner, con Juan Domingo Perón.
Jauretche juzgaría lógico y agradable que esos dos países que estorban los planes estratégicos norteamericanos integraran algún plan estratégico de Argentina. Y algo de eso hay. Argentina empieza a pensar su política energética haciendo eje con ambos. “Bolivia tiene mucho gas. Venezuela mucho petróleo. Nosotros tenemos petróleo y gas, en menor cantidad. Tenemos un horizonte común”, triangula un ministro argentino. Habla del futuro, acaso de la planificación, dimensiones borradas de la política local cuando un peso se disfrazaba de dólar y la vida era puro presente.
La deseable interacción con los países hermanos, para ser francos, se catalizó a partir de la urgencia. La crisis energética obligó a reactivar las relaciones con Bolivia y a urgir la construcción o ampliación de gasoductos desde el Altiplano. Un gasoducto que viene del cercano Norte hay en funciones por ahora. En 2007 debería haber dos.
El apoyo veloz, decidido, no desinteresado pero sí generoso que Chávez ofrendó a Argentina remesando fueloil para nutrir las centrales eléctricas dinamizó el incipiente intercambio comercial con Venezuela. Los que piensan el cosmos con el Norte arriba sugieren que la ideología es un conjunto de paparruchadas huera de sentido práctico. Y que las coincidencias ideológicas son, en el mejor de los casos, un símil de la pegajosa e inoperante solidaridad que se prodigan mutuamente los borrachos. Pero las visiones del mundo compartidas no son (valga la imagen) sólo saludos a la bandera. Pueden derivar en cooperaciones eficaces, en acuerdos a largo plazo, en modos concretos de mejorar la riqueza de los estados y las vidas de los pueblos. La locuacidad de Chávez puede suscitar broncas o mofas, la celeridad con que envió el fueloil a un país hermano en las inminencias de tener problemas fue bien tangible.
Los funcionarios argentinos que visitaron Venezuela no se fascinan con la polarización política de un país que les evocó a la Argentina de los ’50. Ese esquema sería acá una penosa regresión al pasado. Pero sí los atrajo el liderazgo del venezolano tanto como su pasional relación con los pobres de su país. Y, claro, PDVSA.
La empresa pública de petróleo, “un Estado dentro del Estado” aviva nostalgias y pasiones en un equipo gobernante fraguado en la tradiciónnac&pop. El presidente de PDVSA, un ex guerrillero devenido funcionario de primer nivel de una empresa pública, es definido por pingüinos de primer nivel como “un cuadrazo”. Su saga personal, de la lucha a la gestión, detona identificaciones sugestivas.
El poder nacional que deriva de PDVSA suscita envidia blanca en las Pampas. La entrega de YPF, la renuncia a capturar la renta petrolera fueron dos puntos cúlmines de la entrega perpetrada en los noventa. Los resultados siguen a la vista. “Tenemos un estado bobo, pero muy bobo”, describen cerca de Julio De Vido. “Un gendarme privado de la vista”, metaforizan. No hay comarca en la tierra que haya entregado su renta petrolera con similar bajeza a la que ejercitó el peronismo hace un puñado de años. En 2004, un gobierno peronista de otro sentir busca recuperar algo de esos dineros, esto es de ese poder.
Las empresas petroleras y sus diarios de derecha tradujeron en términos de catástrofe el aumento de las retenciones a las exportaciones. Los augurios pretenden ser amenazantes. La exploración se frenará, auguran los concesionarios de la tierra (cuyos dueños, no debería olvidarse, somos los argentinos). Blanden como amenaza lo que es ya un hecho. La exploración ha sido abandonada desde hace rato, las reservas petroleras y gasíferas argentinas son mucho menores que cuando se consumó el pillaje.
El Gobierno sabe que limitar las superrentas empresarias es una medida necesaria pero insuficiente. Que la trabajosa recuperación de cierta capacidad de decisión nacional exige alterar el esquema de los ’90. Ese sería el principal rol de la empresa nacional de energía Enarsa, cuya formación recibió media sanción en el Senado. La derecha la fulmina con el sambenito de que se recrearán las paquidérmicas empresas públicas de ayer. Enarsa no lo será, pontifican en la Rosada y zonas aledañas. Su capital será el que le permita cierto giro razonable, acaso cien millones de pesos. La cifra parece escueta pero el acervo de la empresa se engrosará con el patrimonio público vinculado con la energía y no concesionado. Según empinadas voces oficiales, el plan de negocios ya está urdido y hay aportantes privados esperando el momento de adquirir acciones.
La ambición oficial es que Enarsa intervenga activamente para que el Estado deje de ser bobo y ciego. Su intervención en actividad exploratoria integra el kit de anhelos futuros. “Si gana Chávez, será hora de empezar junto con PDVSA la exploración off shore”, calculan en Balcarce 50, donde proyectan a Enarsa no como un elefante sino como una pequeña dinámica, empresa dúctil para encabezar o integrar variados holdings. Los nuevos yacimientos ubicados en áreas hoy no exploradas no tendrían el estatuto perverso y antinacional que rige hoy la explotación del petróleo.
El fueloil que llegó, valga la paradoja, para apagarle un incipiente incendio al Gobierno no fue usado en su totalidad. La magnitud del faltante energético no lo hizo necesario. En 2005 lo que fue emergencia será previsión. Reiterar el acuerdo será muy sencillo, si gana Chávez. Escenario que validará los gestos en su favor que prodigó Kirchner.
¿Y si pierde Chávez...? El Gobierno pagará costos. Tal vez en combustible. Y, sin duda, simbólicos lo que no equivale a baratos.
Siempre fuimos compañeros
Néstor Kirchner estuvo en Venezuela durante la campaña electoral previa al referéndum de hoy. Cierto es que mantuvo un tono ponderado y que dialogó con la oposición, pero en política nada es gratis. Su presencia fue leída, con buena lógica, como un aval por venezolanos, argentinos y norteamericanos. Una hipotética derrota de Chávez será un traspié para “el compañero Kirchner”, máxime después del ataque de peronismo que acometió al líder venezolano en la última semana.
Pero aun si Kirchner le hubiera hurtado el cuerpo al tramo caliente de la campaña, el referéndum impactaría aquí. La región viene forjando un nuevo mapa, sin la precisión convencional de los planisferios, más parecido a la movilidad del magma. En esa flamante realidad, un avance de la derecha en Caracas no sería neutral en este otro país que fue modelo de la conversión del populismo al neoconservadurismo. Máxime cuando la derecha argentina, como la venezolana, adolece la carencia de proyecto propio y de dirigentes políticos y finca toda su expectativa en escupirle el asado a un gobierno al que juzga hereje.
Suramérica está cada vez más interconectada. Y la lucha política deviene, módica pero irrecusablemente, ideológica. Lo que acontezca con Chávez, la suerte futura de Tabaré Vázquez trascenderán las fronteras de sus países. Fronteras, dicho sea al pasar, que designan nuestra realidad pero que también dan testimonio de la desdichada balcanización que desbarató nuestra nacionalidad común.
Un poco más de Jauretche
“Cristina parecía Jauretche. ¿Se acuerda que el viejo decía que no debíamos hacer lo que nos aconsejaban los yanquis sino lo que hacían?” El funcionario, setentista él, sí se acuerda cuando repasa el discurso de la senadora Fernández de Kirchner en el Consejo de las Américas. Un ámbito privilegiado, si se quiere, pues presenció lo más parecido a una reunión de Gabinete que haya programado el Gobierno. La primera ciudadana recordó que Estados Unidos nunca le hizo caso al Fondo Monetario Internacional y que no le fue tan mal. Por la relevancia del lugar fue una nueva señal del equipo oficial acerca de su táctica de ir despegándose de las condicionalidades del FMI.
En una lectura que surge del primer nivel del oficialismo, incluyendo al Presidente, el criterio dominante es que resulta más gravoso obedecer las imposiciones de los organismos internacionales de crédito que pagarles. Así las cosas, el Presupuesto 2005 entrará al Congreso el mes que viene, previendo un superávit primario del tres por ciento, inferior al cuatro por ciento que, según el relato de la Rosada y de Economía, reclama el FMI. Cuando llegue enero –en medio de un verano que el Gobierno imagina con mercado interno reactivado– el Presupuesto estará aprobado. Entonces, desafían en la Rosada, no integrará la discusión con el FMI. También se sabrá cómo va el canje propuesto a los acreedores privados. Si la aprobación supera el 50 por ciento, especulan, el FMI perderá una de sus banderas, que es el aumento de superávit. Y también deberá bajar los decibeles en su representación de los bonistas particulares, discurre un empinado inquilino de Balcarce 50.
Los riesgos son altos, en un jardín de senderos que se bifurcan casi todos con rumbo impredecible. Y no será gratis la táctica de despegarse pagando que el Presidente esgrime como amenaza y como hipótesis de trabajo. Para disminuir su impacto, el Gobierno negocia con el FMI respecto de los pagos “no obligatorios” que quedan acá hasta fin de año y rondan los 1000 millones de dólares. Su condición no obligatoria permite su diferimiento de facto (al fin y al cabo Argentina ha incurrido en osadías mayores) pero los negociadores locales aspiran a que lo cortés no quite lo valiente.
La gran esperanza sueca
El politólogo sueco que hace su tesis de posgrado sobre Argentina trajina las calles del conurbano bonaerense transido de ilusiones. Ha sumado a su equipo de investigación a su (un par de veces) “más que amiga” la pelirroja progre que se ha hecho kirchnerista pero que últimamente alienta algunas dudas. Nuestro científico ha convencido a su padrino de tesis, el decano de Sociales de Estocolmo, de habilitarle un salario africano a la colorada, quien arde en ganas de conocer cómo se desarrolla la interna peronista en la era K. Así que el vikingo y la pelirroja van por los distintos partidos bonaerenses haciendo su estudio de campo. Estudio que,valga aclarar, en una escala de uno a cien, es la prioridad doscientos en la cabeza del sueco. Mientras su auto recorre cooperativas y unidades básicas, el hombre toma nota mental de numerosos albergues transitorios donde pretende aterrizar cuanto antes. Zona de vastos contrastes, de claroscuros entre opulencia y carencia, el conurbano anida telos sórdidos y otros de buen nivel y a nuestro amigo plata no le falta.
El problema no es el oro, sino el corazón. De momento, la pelirroja rehuye (con buena onda y estimulante histeria eso sí) sus avances e insiste en dedicarse al estudio.
Pero ya en la mañana de hoy, tras levantarse de consuno al alba, el politólogo decide que hay que jugarse. Y le pregunta, coqueteando con sus dificultades de pronunciación, qué quiere repetir en territorio peronista, un par de memorables noches, ocurridas en el pasado, en la era Bianchi. Para su sorpresa no hay negativa ni gambeta sino apenas una promesa condicionada. “Si gana Chávez, festejamos esta noche”, promete la pelirroja, que hace un año torcía la boca ante los devaneos populistas del venezolano pero ahora opta por la tesis de la contradicción principal.
“Si gana Chávez....” Al politólogo, este domingo, un solo resultado le interesa. Y no es, para nada, cómo le vaya al Boca de sus amores.
El menos común
de los destinos
El sociólogo Oscar Landi señalaba que la derecha argentina se valía de la desleal ventaja de “pegarle con las dos piernas” en la lucha política. Según le convenga, juega en democracia o con las reglas del autoritarismo. En Venezuela parece ocurrir algo análogo. Da un poco de bronca, mirando desde lejos pero involucrados, que los golpistas se valgan del extremo recurso democrático del referéndum revocatorio. Que fue implantado por quien, se supone, es el autoritario. Pero así son las batallas en estos pagos, desiguales, injustas en el reparto previo de las fuerzas, distorsionadas en los mendaces relatos del establishment.
En la concomitancia de sus crisis, que conciernen a su historia y a su destino común, los países del Sur de América vienen optando por la democracia. En la mano de los humildes de Venezuela se juega hoy su futuro. También un tramo del porvenir de muchos otros países que le son cercanos. Muchos países que, como el mapa ilustra, debieron ser uno y que pugnan por encontrar su lugar en el planisferio que otros dibujaron.