SOCIEDAD › COMO SON LOS SECUESTROS EN LAS DOS ZONAS DEL CONURBANO
Express al Sur, planeado al Norte
En la zona norte operan bandas organizadas, capaces de negociar dos meses por la vida de sus víctimas. En los suburbios más pobres del Sur la cosa es más al voleo, rápido y amateur. En ambos casos hay policías involucrados.
Por Raúl Kollmann
El secuestro de Gabriel Gaita, en Lanús, por ahora rompió los moldes. En la zona sur del Gran Buenos Aires hay una gran cantidad de secuestros express –la mayoría no denunciados– protagonizados por bandas pequeñas y desorganizadas que antes se dedicaban a robar autos. En el Sur sólo se registraron en los últimos años tres secuestros extorsivos, o sea que llevaron un tiempo de negociación: el padre de los hermanos Milito, los jugadores de fútbol, el padre de Pablo Echarri y Diego Peralta, caso más que dudoso ya que al chico lo mataron incluso antes de empezar a negociar el rescate.
En dos de esos tres hechos quedó probado que actuaron bandas integradas por delincuentes comunes y policías, más bien suboficiales. Hasta ahora, los secuestros extorsivos clásicos, con bandas de cierta envergadura y larguísimas negociaciones, eran patrimonio de la zona norte, donde sigue –ya se cumplen tres semanas– en poder de sus captores Nicolás Garnil. En el Norte, los antecedentes impactan: Pablo Belluscio, 43 días; el padre de Jorge Rodríguez, 43 días; Mirtha Fernández, 27; Leopoldo Andrada, más de dos meses, y el padre del ahora técnico Leo Astrada también 27. En el Norte son bandas más organizadas, que antes robaban bancos o camiones de caudales, usan armamento más pesado y la denuncia es que, además de los delincuentes comunes, está detrás la mano de policías de más alto rango. Curiosamente, uno de los secuestros más breves fue el que terminó con el asesinato de Axel Blumberg y que también fue atípico porque intervino una banda de ladrones de autos, también conectada a policías.
La ola de secuestros indudablemente deviene de la transformación del delito después de la ofensiva contra los desarmaderos y, antes todavía, las medidas de seguridad en bancos y la existencia de mucho menos dinero en las cajas de esos bancos. Más allá de lo que digan quienes convierten la cuestión de seguridad en una bandera política, lo concreto es que la cantidad de homicidios bajó de forma impactante desde el año pasado: en junio de 2003 asesinaron en la provincia de Buenos Aires a 174 personas, este año a 95, la mayoría por peleas. Y en esa estadística no hay engaño, porque un homicidio no se puede esconder: requiere de autopsia y una causa judicial indefectible.
La clave está en la baja del robo de autos, en el que se producían buena parte de los asesinatos. Fueron 6200 en junio de 2003, contra 3321 en junio de 2004. Es otro delito en el que hay poco espacio para las estadísticas falsas, entre otras cosas porque una base de datos confiable es la de las compañías de seguro, que ya bajaron el precio de sus pólizas. También los mismos elementos pueden constatarse con la baja impresionante en la muerte de policías: los hechos ocurridos este año se cuentan con los dedos de las manos, mientras que el año pasado moría más de un uniformado por semana. Y ello no se relaciona con enfrentamientos: en 2003, ocho de cada diez policías cayeron porque les intentaron robar su auto.
Con la ofensiva sobre los desarmaderos, el fácil expediente de robar un auto a mano armada, llevarlo cincuenta cuadras y cobrarlo en efectivo se redujo notoriamente. Buena de parte de quienes se dedicaban a ese delito se mudaron al secuestro express: se meten en el auto o abordan a su víctima cuando está por subir al vehículo, lo obligan a ponerse al volante y se hace la negociación desde el celular del secuestrado. Esta modalidad tiene una zona-record: la departamental de la Bonaerense de Lomas de Zamora, donde se producen muchísimos más hechos de esa naturaleza que en San Isidro. Lo mismo ocurre en otros distritos del sur del conurbano, más pobre que la zona norte.
El secuestro de Gabriel Gaita, que lleva cuatro días, es todavía más llamativo porque, según trascendió, no hubo contactos ciertos con los secuestradores. Hay sólo tres casos anteriores en zona sur:
u Jorge Milito, el padre de los jugadores de fútbol. Lo tuvieron dos días en lo que pareció un taller mecánico, se pagó el rescate y nunca apareció el dinero. Hubo once detenidos, pero todos quedaron en libertad.
u Antonio Echarri. Duró una semana, fue protagonizado por una banda de ladrones y policías de bajísimo nivel. En el medio se metió otra banda, de menos nivel todavía, que mejicaneó un rescate y se lo gastó en un bingo y un prostíbulo. Fue tan burdo que la Cámara de La Plata dejó entrever la connivencia que hubo entre los policías que hicieron el allanamiento de la casa en la que estaba don Antonio y los secuestradores.
u Diego Peralta. El tercer antecedente de la zona sur es uno de los más extraños e inexplicables, en primer lugar porque no se trataba de una familia de dinero y le pidieron, de entrada, 200.000 dólares. El segundo dato clave es que la autopsia demostró que a Diego lo mataron incluso antes de avanzar en la negociación, lo que indica que él conocía a alguno de los secuestradores o que no se trató de secuestro sino de venganza. Diego fue capturado en un remise el 5 de julio de 2002 y su cuerpo apareció el 12 de agosto, más de un mes después, aunque lo habían matado el 8, mientras recién empezaban a negociar el rescate. Terminaron presos varios secuestradores, pero quien confesó, un joven llamado Chelo, más bien dio la impresión de describir una banda que trabajaba para policías. Un oficial terminó preso, pero la gente quedó convencida de que en la comisaría de El Jaguel estuvo la clave de todo.
El secuestro de Nicolás Garnil, en San Isidro, encaja más en el modelo de la zona norte, aunque hizo pública una modalidad que está bastante instalada en México, cuna del secuestro express, “la pesca milagrosa”. Así llaman allí a los secuestros antes o después de misa, en los alrededores de iglesias, cuando la gente está más desprevenida. A diferencia de otros casos, a Nicolás lo secuestraron al voleo, basándose en el Dodge Neón familiar, un auto que no es caro pero que según los policías bonaerenses es uno de los modelos que más eligen los secuestradores.
Más allá de lo que se diga, el secuestro de Garnil no es, ni de lejos, el de más tiempo de negociación. La enumeración de otros casos –que van de los 20 a los 65 días– sirve como prueba y, además, está claro que se trata de una banda que ya ha actuado en otras oportunidades y tiende a llamar sólo cada cuatro días. La tortura psicológica es feroz y queda la sensación de que son delincuentes pesados que –a diferencia de los que actuaron en el caso Blumberg– se concentran en cambiar la víctima por dinero. El objetivo es la plata, no el homicidio. El perfil de esas bandas es de hombres que han pasado por la cárcel y funcionan como mano de obra de estrategas más ricos, relacionados con la droga y con vinculaciones con oficiales de uniforme. Públicamente, el camarista Fernando Maroto, de San Isidro, habló de la connivencia policial con esas bandas y el viceministro de Seguridad, Martín Arias Duval, hizo una denuncia ante la fiscalía federal para que convocara a Maroto a aportar los elementos que tenga. Juan Carlos Blumberg también mencionó en las últimas semanas que en la zona norte hay zonas liberadas y que sospecha de participación policial también en el caso Garnil.