SOCIEDAD › GIECO ES EL INVITADO DE HONOR Y ANIMADOR DE UNA FIESTA DE AMMAR DE CAPITAL FEDERAL
La cena del León y las trabajadoras sexuales
Se conocieron en Mar del Plata en 2001: el gremio de Mujeres Meretrices marchó a pedir Justicia por los asesinatos de la ruta en 1996, Gieco tocó en el acto y salió en televisión con ellas. Quedaron amigos y mañana va a la cena.
Por Marta Dillon
Para Jorgelina Sosa hubo un antes y un después de ese recital en que conoció a León Gieco. No sólo por lo emocionante de ese acto que en 2001 cerraba una marcha por las mujeres muertas y desaparecidas en Mar del Plata desde 1996, sino porque junto al músico se animó a salir en televisión por primera vez, con su pechera de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina, sin importarle que en Rafaela, su pueblo, la reconocieran como lo que es: una trabajadora sexual orgullosa de haber podido organizarse para reclamar por sus derechos. Si Gieco estaba ahí, apoyando sus reivindicaciones, era fácil creer que pronto podrían estar junto a ella su familia o sus vecinos. Así lo entendió el músico también y por eso aquel día se selló un compromiso de seguir trabajando juntos. Y ahora es el momento de los hechos: mañana León estará tocando en una cena a beneficio de Ammar, la organización que pronto cumplirá diez años.
Todavía se pianta alguna lagrimita de los ojos de Jorgelina, secretaria general de una de las dos fracciones de Ammar Capital Federal, cuando recuerda la emoción de esos días, cuando la Asociación decidió hacer la primera convocatoria propia, una larga marcha de Buenos Aires a Mar del Plata para denunciar que detrás del medio centenar de asesinatos y desapariciones en la ciudad balnearia no había un “loco de la ruta” sino una red de explotación de mujeres que se extendía a la sombra de la complicidad policial. Los cadáveres habían empezado a aparecer en 1996; y lo siguieron haciendo durante cinco años, pero claro, habían sido “prostitutas” y ese estigma era suficiente para que la respuesta social más común fuera la indiferencia. “Pero con esa marcha, y con la ayuda de León, pudimos poner el tema en las narices de todos”, dice Jorgelina, orgullosa de su militancia y feliz de que la palabra empeñada por el músico tenga un resultado concreto. “En ese momento para mí también fue importante estar en ese lugar, recuerdo que entonamos un cántico que decía que a las compañeras las había matado la policía, había mucha emoción. Para mí esta es una profesión que siempre respeté muchísimo, y me sorprendió bien que estuvieran trabajando dentro de una central de trabajadores (CTA). Siempre quise dar una ayuda a las trabajadoras sexuales y ahora llegó el momento. Empezamos por la cena, pero ya llegaremos al estadio”, dice León y prende luces en los ojos de Jorgelina.
Los preparativos
Chorizos, empanadas, todavía no es seguro cuánto asado, aunque vino no va a faltar. Ahora que las entradas están todas vendidas, sólo quedan los últimos aprontes. Un buen equipo de sonido para que la música acompañe el placer de la comida y una pantalla para proyectar en video la historia de esta organización que pronto va cumplir diez años. “Tenemos un pequeño documental –le dice Elena Reinaga, secretaria general de Ammar a nivel nacional, directamente a León– que vale más que cualquier cosa que podamos contar. Porque ahí salen los testimonios de compañeras ya grandes que nunca se habían imaginado como trabajadoras sexuales, pero la necesidad las obliga.” Claro que esas voces, coinciden todos, deberían escucharse después de la comida; si sucediera antes las gargantas quedarían anudadas irremediablemente.
“Es fácil ver en cualquier plaza cómo la crisis pegó. En Plaza Flores, por ejemplo, ese es un lugar donde la gente de clase media iba a buscar empleadas domésticas por el día. Ahora las mismas mujeres que limpiaban casas, como nadie las va a buscar para eso, se convirtieron en trabajadoras sexuales. Pero si les sale la changa para limpiar, lo hacen”, cuenta Reinaga. Estas mujeres, como la mayoría de las que “se paran en las esquinas”, no pueden decir de dónde viene el dinero que llevan a sus casas. Inventan geriátricos donde hacen turnos nocturnos, peluquerías de tiempo completo u oficinas que se limpian a horarios insólitos. Sosa era de las que echaban mano de la historia del geriátrico:
–Pero cuando mi hija tuvo 14 años, la enfrenté y le dije la verdad. Porque yo estuve 11 años con un proxeneta y ella no dejaba de preguntar cómo era que mamá trabajaba siempre y papá no. Así que le tuve que decir. Por eso cuando salí en televisión junto a León ella pudo contestar orgullosa cuando en el supermercado una vecina de nuestro pueblo, Rafaela, le dijo que me había visto en televisión hablando a favor de las trabajadoras sexuales, que yo era una de ellas.
–Yo creo –agrega Gieco– que tal vez tu hija necesitaba escucharlo de tu boca aun cuando los chicos saben desde antes. Mis hijas, por ejemplo, saben que yo canto desde antes que se los diga ¿o acaso vamos a discriminar un trabajo u otro? Blanquear sirve para dar tranquilidad.
–De todos modos nuestra utopía –insiste Jorgelina– es que llegue el día que ninguna mujer tenga que pararse en una esquina por necesidad. Y por eso trabajamos tanto sobre la educación y la autoestima. No sé si mi hija está orgullosa de mi trabajo, no puedo decir eso, pero seguro que está orgullosa de mi lucha.
–Es impresionante escuchar las declaraciones de amor de nuestros hijos cuando entienden lo que estamos haciendo. Ojalá la sociedad pudiera escucharlos, porque entre nosotras, como en todos lados, hay buenas y malas personas –dice Reinaga–, pero por lo que hacemos, todo el mundo nos mete en la cabeza que no valemos nada y en la ignorancia una termina creyéndoselo. Y la educación ayuda a darte cuenta que no tenemos por qué entrar en el molde que nos imponen. Nosotras somos mujeres que luchamos por salir adelante y eso es muy digno.
–Es que los prejuicios existen en todos lados –dice León–. En la música también pasa. A mí muchas veces me han dicho que no tenía que hacer canciones revolucionarias, que no tenía que meterme con la izquierda. Cuando empecé, en mi familia, una familia de tanos bastante fascista, me discriminaban sólo por ser músico. Pero hice mi camino, que fue distinto al de ellos, como seguramente los hijos de ustedes tendrán su propia oportunidad, porque eso de que de una madre trabajadora sexual sólo puede salir un hijo delincuente es un pensamiento militar. Los milicos eran los que decían que de un padre subversivo sólo podía nacer otro subversivo.
Hacerse visibles, que la sociedad entienda por qué se llega al límite de tener que poner el cuerpo sin mediaciones, es una de las tareas de Ammar. Y ahora que se sienten apoyadas por un músico popular, las chicas se animan a más: “El día de la cena nosotras podríamos estar vestidas iguales, del mismo color al menos, porque así la gente que quiera preguntarnos algo nos reconoce enseguida”, dice Elena, divertida.
Fortalecer la organización
–¿Las chicas que se afilian a Ammar tienen obra social? –pregunta León intrigado–. Porque eso es importante que lo sepan, para que cada vez más chicas puedan organizarse y defenderse de la policía, para eso también tiene que servir este recital. Porque me imagino que la policía no trata igual a una mujer que está organizada que a otra que está sola.
–Al principio fue muy difícil, porque si el proxeneta es el capataz, la policía es el patrón, todos responden al uniforme. Recién ahora, después de diez años, nos tratan con más respeto. Igual que en la CTA, antes los jubilados de la Central de Trabajadores no entendían qué hacíamos ahí e incluso había compañeras que tenían celos de nosotras, que pensaban que queríamos levantarnos a los compañeros –dice Jorgelina.
Pero no solamente de la violencia institucional tienen que defenderse las trabajadoras sexuales. También aprendieron, haciendo talleres, formándose, a buscar estrategias para evitar enfermedades de transmisión genital como el vih-sida. “Tendrías que ver cómo sabemos ponerlo con la boca, el cliente ni se da cuenta”, se ríen las chicas. Y lo cierto es que la incidencia de la infección bajó entre las trabajadoras sexuales, mientras que en el resto de la sociedad se mantiene o aumenta el número de casos.
–Nosotras tenemos un saber –dice Reinaga– y ese saber creemos que podemos trasladarlo al resto de la gente. Sobre todo a las mujeres, porque nosotras, más allá de nuestro trabajo, somos mujeres y tenemos los mismos problemas de todas: la violencia, el menosprecio, la falta de autoestima. Porque este país es muy machista, fijate que hasta los trabajadores sexuales son para los hombres, todo está favorecido para ellos.
Poner en común lo que aprendieron es una ilusión para las chicas de Ammar, pero para eso es necesario derribar algunas barreras, y para eso creen que puede servir este recital de León Gieco, para tirar abajo muchos de los prejuicios que siguen existiendo. Y por eso es que todavía les dan ganas de llorar cuando se acuerdan del día en que León se puso la pechera de Ammar y cantó en Mar del Plata.
–Bueno, para mí fue un orgullo, además tengo una canción dedicada a una trabajadora sexual de mi pueblo a la que llamé Francisca. Era un personaje muy importante para nosotros. Con mi grupo ensayábamos toda la tarde en un living y cuando veíamos pasar a Francisca bajo nuestra ventana sabíamos que había llegado la hora de mudarnos al sótano para no molestar a los vecinos. Era nuestro reloj –cuenta el músico.
Las chicas, entonces, ya están preparando los pañuelos. La del lunes será una noche de emociones fuertes y saben que serán muchas las que se abracen cuando la emoción diga que llegó el tiempo de las lágrimas.