SOCIEDAD
El suicidio de un intendente acusado
José Andreoli, intendente de Carlos Casares, había sido suspendido de sus funciones por irregularidades. No lo soportó.
No lo pudo soportar más. José Andreoli, el intendente de Carlos Casares que había sido suspendido en sus funciones por irregularidades, se suicidó pegándose un tiro en el galpón en el que preparaba su cupé de carrera. Dejó una carta en la que aseguraba haber “trabajado honestamente toda la vida” y aclaraba que no había cometido ningún robo. El funcionario estaba acusado de mal desempeño en sus funciones y de negligencias e irregularidades graves y reiteradas. Fue notificado el martes de los ocho cargos que le imputaba la comisión investigadora del Concejo Deliberante y tenía 10 días hábiles para presentar su descargo. Pero decidió poner fin al proceso que lo preocupaba. Y a su vida.
José Juan Andreoli tenía 54 años, estaba casado y tenía un hijo. Había asumido la intendencia de la localidad bonaerense de Carlos Casares en 1999 como representante de la Alianza, con un alto porcentaje de votos surgido principalmente del descontento de la gente con la gestión anterior. Los habitantes de Casares lo vieron como una posibilidad de cambio, pero con el correr de los años la relación entre el jefe comunal y el pueblo se fue desgastando.
A fines de 2001, un diario local publicó una nota que despertó la polémica: las irregularidades en el manejo de los seguros de vida del personal municipal habían incluido el fraude de historias clínicas y certificados de defunción. Vivito y coleando, apareció uno de los supuestos “muertos”, cuyo seguro había sido cobrado por productores de la compañía. El Concejo Deliberante tomó cartas en el asunto y conformó una comisión investigadora para tratar de analizar la responsabilidad política del caso. Si bien no se pudo determinar qué funcionario tuvo parte en la cuestión, se descubrió connivencia por parte de las autoridades.
“Con estos datos más otros relacionados con distintas irregularidades la comisión comienza el juicio político y el 19 de abril decide suspenderlo por 90 días”, contó a Página/12 el concejal justicialista Marcelo Agradi que preside la comisión. Tras los 30 días pautados para recopilar la información, el pasado martes Andreoli fue notificado de los ocho puntos de los que se lo acusaba. “A mi entender este proceso hubiera terminado con su destitución y además tenía una causa penal en la justicia de Trenque Lauquen, por lo que supongo que esto debe haber influido en su ánimo”, continuó Agradi.
En su galpón ubicado sobre la ruta 5, la policía encontró una carta junto al cadáver. En la misiva –dirigida al pueblo de Casares y a su familia–, Andreoli reiteraba su inocencia de los cargos que le imputaban y criticaba a quienes lo habían acusado. “Me culpan de cosas que jamás cometí (...) Ya no lo puedo soportar”, habría escrito el intendente. Quienes lo conocían bien lo describieron como un hombre soberbio, que se creía continuamente perseguido y que fue incapaz de tolerar el escándalo. “Se la creyó y encima tuvo un círculo de adulones que se la hicieron creer más”, definió un vecino de la zona.
Por su parte, el titular de la Unión de Productores Agropecuarios de Carlos Casares, José Fernández, dijo no haberse sorprendido por la noticia del suicidio ya que “tenía una personalidad muy impulsiva y arrebatada, por lo que al ver que se le caía la estantería encima no lo debe haber podido tolerar”. Según Fernández, la relación con los productores siempre “fue muy tirante” y recordó el incidente de octubre del año pasado cuando un grupo de agropecuarios quiso entregarle un petitorio en reclamo de soluciones por las inundaciones que sufría el distrito y el intendente les respondió agarrándose los genitales en un gesto obsceno.
Cuando el martes las más de 1800 fojas de la acusación de la comisión llegaron a sus manos, se sintió más solo que nunca. Ya antes había experimentado esa sensación, cuando algunos de sus correligionarios habían adherido al voto de la oposición para promover su juicio político. También se sentía desilusionado por la actitud de la gente, que no lo había apoyado. “Pensó que nunca lo iban a destituir –consideró Agradi– pero alfinal tomó conciencia de que el proceso iba en serio y que no podía resolverlo”.
Producción: Romina Ruffato.