Jueves, 11 de mayo de 2006 | Hoy
SOCIEDAD › EL EX COMISARIO TUCUMANO MARIO FERREYRA VOLVIO A LA PRISION
Condenado por tres fusilamientos y beneficiado por Bussi, el ex policía estaba prófugo por la agresión a una vecina. Ahora puede perder la libertad condicional para cumplir sus penas.
La vejez no viene sola. Quizá no quiso repetir el disgusto de marzo del ’94, cuando la policía santiagueña lo encontró y lo detuvo en la localidad de Zorro Muerto, prófugo de la Justicia y viviendo de la caza en un rancho perdido en medio del monte. Esta vez, el Malevo Ferreyra se entregó apenas unos días después de ser declarado prófugo y tras haber amenazado por radio hacer un “desastre” si intentaban capturarlo. Lo hizo junto a su mujer –María de los Angeles Núñez–, también prófuga de la Justicia. Ambos habían sido denunciados por una vecina por lesiones y amenazas. Pero en este caso –nimio si se quiere en relación con su bagaje mítico, a la perpetua por el triple homicidio del ’91 y a la fuga con una granada en la mano en el ’93– las cosas para el Malevo se complican, porque los pocos días de ausencia significan la pérdida del gracioso estado de libertad condicional obtenido durante la gestión del ex gobernador Antonio Domingo Bussi.
A los 61 años, Mario “Malevo” Ferreyra vivía con su mujer en Pacará Pintado, una localidad de las afueras de la ciudad de Tucumán, hasta que una absurda discusión vecinal desató una espiral de violencia de alambrada. La vecina, de apellido Pascual, y María de los Angeles se trenzaron en discusiones de alto tono después de que la vecina se quejara de que los caballos del Malevo invadían los campos de los Pascual. Hasta ahí, discusiones de orden interdoméstico. Pero enterado, el Malevo quedó mascullando odios por poco tiempo. Unas horas después, unos treinta personajes, dirigidos por el propio Malevo según la denuncia, apedrearon y balearon la casa de los Pascual, dieron una golpiza a algunos de los integrantes de la familia vecina y los amenazaron de muerte.
El fiscal Guillermo Herrera se presentó en el lugar, constató lesiones y balazos y pidió la detención del Malevo y su mujer. Cuando allanó el domicilio, el 27 de abril, no encontró al matrimonio de malevitos, pero sí descubrió una escopeta y cartuchos calibre 12 y municiones del 32, 9 y 11,25 milímetros. Las armas no las encontraron, por lo que supusieron que el Malevo había fugado con sus cartucheras puestas. Además, encontraron un látigo, que sus allegados justificaron señalando que “es un hombre de campo”.
En el ’91, cuando era jefe de la Brigada de Investigaciones de la policía tucumana y capanga de todos los uniformados, el Malevo Ferreyra emboscó en el paraje Laguna de Robles, entre Tucumán y Salta, detuvo y acribilló sucesivamente a José Menéndez, Hugo Vera y Ricardo Andrada. Después, dijo que había sido un enfrentamiento. En diciembre del ’93, la Justicia lo condenó a perpetua. Pero el Malevo decidió resistir: se encerró en la alcaidía de los Tribunales con su camisa negra, su sombrero panamá, sus dos lugartenientes –el ex cabo José Vairreti y el ex comisario José Sotelo– y arsenal suficiente para sostener el mito. La noche del 14 de diciembre de ese año, sorpresivamente, dejó la alcaidía, granada en mano y seguido por sus dos segundos. Los dos laderos se entregaron a los pocos días. Pero el Malevo recién fue detectado 79 días después, en medio del monte, en Zorro Muerto, bajo el alero de un rancho en el que se había refugiado con su mujer y en el que se alimentaba de la naturaleza del único modo que el Malevo parecía conocer: a la fuerza. Lo detuvieron y lo portaron con honores ante la Justicia.
Bussi dispuso un decreto de reducción de pena en septiembre del ’96, que redujo la condena del Malevo a 20 años. Y un año después volvió a reducirle la condena a 18 años, lo que le permitía aspirar a la condicional en el 2002. Pero desde el 17 de septiembre del ’98, el Malevo ya paseaba por las calles con permiso para trabajar y con aspiraciones proselitistas para gobernar. El 21 de diciembre fue condenado a seis años más por la fuga, lo que en teoría lo llevaba al cumplimiento efectivo hasta el 2013. Pero el Malevo volvió a salir con autorización.
De hecho, cuando su mujer se cruzó a insultos alambrada de por medio, hacía uso de su libertad condicional. Claro, a los insultos siguieron la patota armada, encabezada por el Malevo, las piedras, los tiros y la paliza ejemplarizadora.
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