Viernes, 11 de agosto de 2006 | Hoy
SOCIEDAD › EL CASO DEL MENOR CONDENADO A PERPETUA QUE ESCAPO DE EZEIZA
Nada cierra en la huida de Lucas Mendoza. Lo evaluaban para las salidas transitorias. Pero los penitenciarios no estaban de acuerdo.
Por Horacio Cecchi
El sábado pasado, Lucas Mendoza desapareció de la Colonia penal 19 de Ezeiza, del Servicio Penitenciario Federal, de régimen semiabierto, donde cumplía una condena a perpetua por delitos cometidos a los 16 años. Con su ojo derecho nevado de toxoplasmosis progresiva y su ojo izquierdo cegado por desprendimiento de retina irreversible, el de Lucas sería el primer caso de fuga de un preso al borde de la ceguera y en pleno día. Para colmo estaba entrando en las evaluaciones para las salidas transitorias a pedido de la Justicia. Y su caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos avanzaba. Durante una entrevista exclusiva concedida a Página/12 en junio pasado se había mostrado muy esperanzado y conforme. A juzgar por los hechos, la “grave preocupación” de la defensoría oficial y los abogados particulares tiene razón de ser, porque la fuga no cierra.
La versión de los penitenciarios es que, por un lado, salir de la colonia 19 de Ezeiza es más fácil que entrar, y ése es el argumento que utilizan para deslindar responsabilidades con el tono de “lo habíamos advertido”. “El chico estaba condenado a perpetua en Devoto y el juez de ejecución 2 (Gustavo González Ferrari) ordenó trasladarlo a un penal de autodisciplina. La recomendación fue entonces que lo mandaran al penal de La Pampa. Pero el juez pasó por encima de esas recomendaciones. Lo dice en su fallo. En la 19 están los que están terminando la condena y no tienen motivos para escaparse. En cambio, a este chico le faltaban 11 años. Era de cajón que se fugaba. Es como ponerle a un alcohólico diez botellas de whisky. El chico se las tomó.”
El ejemplo, con tufillo a inducido, no explica quién puso a mano las botellas. “Mendoza estaba a prueba, el servicio que tenía que evaluarlo siempre estuvo en contra de su salida –citó una fuente ligada al caso–. Cuando el juez pidió el traslado de Devoto a la 19 demoraron más de cinco días en cumplir una orden que no querían. El pibe dependía de las evaluaciones del servicio, y nunca le iban a poner las notas que necesitaba. Venía con 9 de conducta y 7 de concepto desde Devoto, pero en la colonia le hicieron la cama apenas el juez pidió la evaluación. Le llenaron la cabeza de que no iba a salir más, que le faltaban 11 años y todo eso. Y después lo pusieron a trabajar en una granja a cuidar chanchos en un campo abierto, al fondo y bien lejos de la vista. Es como preguntarle si quiere quedarse de por vida ahí adentro o escaparse sin más trámite.”
El juez, por su lado, había ordenado el traslado en abril pasado desde una perspectiva más que interesante en torno del polémico tratamiento de los adolescentes condenados a perpetua. En términos muy simples y escuetos, y teniendo en cuenta que no tiene atribuciones para modificar una condena –aunque ésta sea contradictoria con la Constitución y las normas internacionales aprobadas por Argentina–, González Ferrari ordenó el alojamiento en la U19 de régimen semiabierto teniendo en cuenta que, como juez de ejecución sí está en condiciones de hacer cumplir la condena según el tratamiento que corresponde a la edad que tenía Mendoza cuando cometió el delito. Incluyendo salidas transitorias y libertad condicional.
El viernes 4 de agosto, Lucas firmó su consentimiento para dar una entrevista a Canal 7. “Lucas no es tonto. Sabe que es el canal estatal –dijo la misma fuente–. Sabe que en dos semanas se hacía una reunión buscando una solución amistosa con el Estado. Y sabe que el juzgado de ejecución había pedido que lo evaluaran para ser beneficiado por el régimen de salidas transitorias. Es muy raro que se fugue ahora. Lo que van a decir ahora es ‘mirá lo que hicieron los de los derechos humanos y éste ni se lo merecía, yo te avisé’.”
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