SOCIEDAD › LAS DOS MIRADAS SOBRE EL JUICIO

El caso Garcia Belsunce

Pachelo presentó un escrito para denunciar que le quieren plantar pruebas falsas. En la audiencia, declararon los peritos que buscaron el famoso pituto. Y se discutió el supuesto pedido para cremar el cuerpo de la víctima. Aquí, las dos versiones de lo que pasó.

DECLARACIONES EN TORNO DE LA BALA

Testigos del pituto

Por Horacio Cecchi

La audiencia de ayer no abundó en un popurrí temático, sino que la querella prefirió concentrar los testimonios en dos temas bien definidos: el primero, demostrar que la Familia no pretendía averiguar por ningún tipo de trámite de cremación ni nada por el estilo; el segundo, dejar bien en claro el interés de la propia Familia por hallar el pituto originario, perdido en el pozo ciego de los Carrascosa después de que fuera arrojado al inodoro en una suma de ingenuidad, shock e ignorancia que sólo el destino puede lograr mixturar tan sabiamente. Uno y otro eje son claves de la estrategia defensista, perdón, querellante, porque argumentan el interés de Carrascosa no por encubrir sino por buscar la verdad, si fuere necesario revolviendo lo que fuera. Para la primera fase, fue citada una ex gerenta del cementerio privado Jardín del Pilar; para la segunda, la más escatológica, una serie de policías y bomberos que se las rebuscaron en el pozo ciego codo a codo con hermano John. Pero la ex gerenta cayó en una confusión de llamados que no supo explicar, y los bomberos y policías confirmaron que no hallaron ningún pituto pero sí un objeto reconocible como un proyectil en el que se podía leer la inscripción 32, que no sería un número de estantería ni un versículo sino que vendría a ser un calibre.

Estela Alvarez Costa era, en octubre de 2002, la gerente comercial de Jardín del Pilar, que explotaba varios cementerios privados, entre ellos Lázaro Costa y Casa Sierra. La mujer fue citada por los querellantes para dejar por sentado de una vez por todas que no existía ningún interés de la Familia por una cremación, lo que podría interpretarse (la cremación, válgame Dios) como un intento por borrar pruebas. Aseguró que ella personalmente escuchó los mensajes en el 0800 que la empresa dispuso para atender las necesidades de sus clientes y que en el contestador de esa línea no figuraba ningún pedido por MM. “Nosotros escuchamos las llamadas de todos los clientes de ese día (27 de octubre de 2002) y del día siguiente. Nadie pidió una cremación para esta persona fallecida”, sostuvo la testigo.

“¿Por qué llamó Constantino Hurtig después de la muerte y antes de la autopsia del 2 de diciembre?”, preguntó el fiscal Diego Molina Pico, basándose en el sistema VAIC de entrecruzamientos telefónicos. “No sé quién es ese señor”, respondió Alvarez Costa. “El padrastro de María Marta”, aclaró el fiscal y continuó: “¿Tampoco sabe a qué se debieron las llamadas del doctor Scelzi?”. “No sabía que había llamado.” “¿Y el señor Binello?”. “Lamentablemente no. No tenía conocimiento de que hubieran llamado.” Alvarez Costa no mentía cuando dijo que el 0800 de la empresa no había recibido ninguna llamada con ese objetivo. Lo que no dijo es que el VAIC detectó que las llamadas fueron realizadas a los números de línea común con que cuenta la empresa. Según el VAIC, una fue realizada desde el teléfono de Binello, tres desde el de Scelzi (la última, curiosamente, el 2 de diciembre) y tres desde lo de Dino Hurtig.

Después llegó el turno de cinco peritos en rastros escatológicos: los policías Héctor Entreolivano y Alejandro Elorz, los peritos José Luis Dipólito y Pablo Larrañaga, y el bombero voluntario Julio Riquelme. “Se levantó la tapa del pozo ciego. Se sacó todo el agua. Hice poner una sábana blanca y empezamos a sacar baldes de deposiciones que peinábamos arriba de la sábana donde yo le pasaba el detector de metales”, explicó el perito de Policía Científica, Entreolivano. El detector sonó con un papel metalizado de paquete de cigarrillo, un alfiler, una arandela y finalmente “con el pituto”, recordó. “Era un proyectil –aseguró el perito–. Una persona que trabaja en esto se da cuenta de que era un proyectil.” Elorz, quien en aquel momento era el segundo jefe de la SubDDI Pilar, coincidió en que “para una persona idónea es difícil confundir un proyectil deformado con otro fragmento o trozo, pero no puedo hablar por personas que no están en la fuerza”. Es precisamente lo que intentó demostrar la querella en defensa de Carrascosa, que al no ser especialista no tiene por qué enterarse. Después, el perito Larrañaga agregó que “se le veían las estrías y el calibre”. Pero también en defensa del viudo habrá que aportar que para un lego en el tema, 32 podría ser un número cabalístico o una posición de estantería (los tarugos, por ejemplo, tienen su número correspondiente). El propio Elorz concurrió a detener a Carrascosa en abril de 2003 y aseguró que el viudo no tenía ánimo fugatorio.

Después, extra audiencia, llegó aquello de que Pachelo contraataca, denunciando que en su terreno le plantaron proyectiles versículo o salmo .32, no quedó claro.


UNA DENUNCIA PREVENTIVA DE PACHELO

Abriendo el paraguas

Por Raúl Kollmann

Roberto Ribas, el abogado del sospechado vecino Nicolás Pachelo, presentó ayer sorpresivamente un pedido de habeas corpus, porque –según él– existe un peligro de que Pachelo sea detenido sobre la base de pruebas que alguien le plantaría mediante una maniobra. Según parece, el dúo Ribas-Pachelo piensa que en cualquier momento podrían aparecer evidencias de que el vecino efectivamente usaba un arma 32 largo (el mismo del crimen de María Marta García Belsunce), que disparó en forma reiterada en la tosquera que heredó después del extraño suicidio de su padre, que incluso usó como blanco fotos de su propio padre, que compró proyectiles de ese tipo y, además, parece que existe el temor de que terminen declarando testigos que lo vinculen con el arma del crimen. El texto, de una carilla y media, fue presentado ante el juez de garantías Diego Martínez.

Como se sabe, Pachelo fue condenado a cuatro años y tres meses de prisión por un total de ocho robos, todos ellos en casas de vecinos o amigos. La hipótesis de los García Belsunce, justamente, es que María Marta regresó en forma imprevista a su casa el 27 de octubre, se encontró a Pachelo y/o algún vigilador robando dentro de la vivienda, y como los conocía, la mataron. El vecino sospechado dijo que no estaba en el country a esa hora, pero –entre otras pruebas– tres jóvenes declararon en forma categórica que lo vieron trotando cerca de la casa de MM minutos antes del crimen.

Lo curioso de la presentación de Ribas es que sostiene que existe una maniobra en marcha para plantarle pruebas y que ese trabajo sucio lo haría un alto funcionario judicial. Es decir que se previene sobre la aparición de evidencias y las rotula como falsas ya de entrada, además acusando a quien las presente. En todo caso, resulta llamativo que Pachelo esté tan a la defensiva, casi asegurando que aparecerán cosas en su contra.

En la audiencia de ayer, la defensa intentó despejar una sospecha que se echó a rodar en estos cuatro años: que como parte de la intención de tapar el crimen, existió una movida para cremar el cuerpo de MM, en lugar de enterrarlo, con lo cual se habrían borrado todas las pruebas del asesinato. El funeral de MM fue contratado el domingo 27 de octubre por Guillermo Bártoli. Si la intención hubiera sido cremar a MM no había ningún impedimento para hacerlo. Así lo admitió el gerente de la sucursal de Casa Sierra, Oscar Sierco, en el propio juicio.

–¿Si le hubieran pedido la cremación, se le habría dado ese servicio? –le preguntaron cuando declaró.

–Sí, claro –fue la respuesta.

El hijo de Sierco instaló en la causa la idea de que el intento de cremación se hizo en otra funeraria: Lázaro Costa. Estela Alvarez Costa, ex gerente comercial de esa empresa, negó que hubiera existido un pedido de ese estilo e incluso dijo que averiguó entre todo el personal de Lázaro Costa si hubo alguna gestión para cremar a MM. La ex gerente sostuvo que nadie pidió, sugirió o averiguó por la cremación.

Ante esta respuesta, el fiscal Diego Molina Pico le mencionó que tres personas allegadas a MM –el abogado José Scelzi, el padrastro, Constantino Hurtig y el vecino Sergio Binello– se habían comunicado con Lázaro Costa en el mes posterior al entierro. La ex gerente no pudo responder a qué se debieron esas llamadas, pero la defensa de Carlos Carrascosa informó por la tarde que tanto Scelzi como Hurtig como Binello tienen lotes comprados en el cementerio Jardín de Paz, que es propiedad de Lázaro Costa.

Las preguntas que quedan flotando son claras: en todo caso, ¿se está sugiriendo que la ex gerente mintió?, ¿que trató ayer de tapar un intento de cremación?, ¿por qué lo iba a hacer? Y, sobre todo, ¿por qué no cremaron a MM si no había impedimento alguno para hacerlo?

El otro tema abordado ayer es el del famoso pituto que, según confirmaron dos peritos policiales, fue encontrado en el pozo ciego con la ayuda de John Hurtig, hermano de MM. Cuando John y Dino Hurtig encontraron en el baño esa planchuela metálica pensaron que era un elemento médico, ya que por ahí habían pasado dos médicos, con sus ayudantes y el estudiante avanzado de medicina, Diego Piazza. Ya está probado que ninguno advirtió ni de balazos ni de ningún otro elemento que pudiera hacer sospechar que aquello no fue un accidente. Pero, además, el baño estaba lleno de elementos médicos utilizados para intentar reanimar a MM. En ese marco, creyendo que era parte de algo usado por un médico, el pituto –mucho después designado de esa forma por Horacio García Belsunce (h)– fue arrojado al inodoro. Y nunca se hubiera encontrado si John Hurtig no le advierte al fiscal Molina Pico que ellos hallaron ese pedazo de metal debajo del cuerpo de María Marta.

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