Jueves, 5 de julio de 2007 | Hoy
SOCIEDAD › LA JUSTICIA ORDENO A DOS ENTIDADES PERMITIR MUJERES EN SUS COMPETENCIAS
A Mónica Lisboa, campeona nacional y sudamericana de pesca deportiva, un club la excluyó de la categoría mayor. La mujer acudió a la Justicia y logró un fallo que ordena que “cesen de inmediato las acciones discriminatorias”.
Por Mariana Carbajal
A Mónica Lisboa, varias veces campeona nacional y sudamericana de pesca deportiva, la han confinado a lanzar la caña desde la costa y a pescar apenas mojarritas. Por ser mujer, el Club de Pescadores Olivos, al que pertenece, y la Federación Metropolitana de Pesca y Lanzamiento le impiden desde hace cuatro años competir en la categoría Mayores, la más exigente, y participar de pruebas con embarcaciones. Pero acaba de ganar la primera batalla de una larga lucha: la Justicia intimó a las dos instituciones deportivas a que “cesen de inmediato las acciones discriminatorias” contra la pescadora y les ordenó su inscripción en esa categoría por considerar que las razones que alegan “encubren un acto de exclusión injustificado”.
Sin embargo, Mónica no pudo anotarse aún. La sentencia ya fue apelada. “Voy a seguir peleando para abrirles el camino a otras mujeres”, anunció a Página/12.
El caso es insólito y tuvo trascendencia cuando Mónica recurrió a la Justicia en 2005. La jueza civil porteña Silvia Caviglia le acaba de dar la razón y fustigó la actitud “discriminatoria” del Club Olivos y de la Federación que apoyó su posición. El fallo tiene fecha 6 de junio pero recién se conoce ahora. Entre sus fundamentos, la magistrada apela a la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, con jerarquía constitucional, y a la Ley Antidiscriminatoria. Además, toma en cuenta un dictamen del Inadi que se expidió sobre el caso en febrero. Fundamentalmente confirma que Mónica es discriminada sólo por ser mujer.
Mónica es hija de una aborigen toba y un padre “gringo”. Empezó a pescar en Chaco, su tierra natal, unos quince años atrás, invitada por unas amigas y cuando ya había dejado el atletismo al que se había dedicado desde chica. Luego se mudó a Buenos Aires, donde vive en la localidad bonaerense de San Miguel, con sus dos hijos, de 20 y 22 años, estudiantes universitarios. Ella es restauradora de antigüedades y se dedica a la cría de chinchillas. “En ningún otro lugar de Argentina ni en otro país impiden por el hecho de ser mujer competir en alguna categoría”, señaló en diálogo con este diario. La patrocina legalmente el abogado Hernán Jorge Ferrari, secretario general del Comité Olímpico Argentino, profesor universitario de Derecho Deportivo y miembro del Tribunal Arbitral Suizo, con sede en Lausanne, que dirime conflictos deportivos, entre ellos, el que enfrentó el tenista Guillermo Cañas por doping.
Todo comenzó cuando en 2003 el Club de Pescadores Olivos decidió no admitir más mujeres en la categoría Mayores. “Es una categoría que comprende todas las modalidades de pesca, las más exigentes, y siempre fue mixta”, contó Mónica a Página/12. Además, le vedaron la posibilidad de participar en torneos de pesca embarcada, en el mar, en el río o en una laguna. “No puedo ir a una competencia de pesca de dorados en Corrientes”, puso como ejemplo. Lo más curioso (o, no) es que hasta ese momento Mónica había competido en “mayores”, incluso, obteniendo un segundo puesto, superando a contrincantes masculinos. “Es sugestivo que la prohibición apareciera cuando su acceso a las categorías superiores superó la posibilidad de mantenerla a distancia y esta situación fue percibida como una amenaza del despojo de un lugar considerado reservado para el hombre e infranqueable para la mujer”, observó el dictamen del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo, al que tuvo acceso este diario.
En la pesca deportiva hay distintas categorías: menores, cadetes, damas, mayores senior y mayores. “La categoría Damas, que sería según ellos la que me corresponde, autoriza sólo dos pruebas: pescar mojarritas en el río y el lanzamiento para medir quién tira más lejos. No me permite, en cambio, participar en un torneo en la costa del mar o pescar embarcada”, explicó a este diario.
Mónica tiene 42 años y es reconocida a nivel nacional e internacional. Representó al país en torneos sudamericanos: fue campeona en el año 2000 y subcampeona en 2003.
Cuando el Club de Pescadores Olivos le impuso la veda para competir en mayores, Mónica se quejó por nota a la Comisión Directiva. Y le contestaron –según consta en el expediente judicial– que “históricamente, desde hace 64 años, el club no permite competir damas en la categoría mayores”. En la misma nota, la institución reconoció que “en años anteriores” la habían dejado participar, pero alegaron que fue “al no haber en ese momento la suficiente cantidad de pescadores para ese evento”. La negativa del club fue apoyada por la Federación Metropolitana de Pesca y Lanzamiento.
Al fundamentar su posición en la Justicia, el club sostuvo que “como mayores debe leerse caballeros”. La Federación Metropolitana dijo que la prohibición tenía como fin “cuidar y resguardar” a los deportistas para que no se lesionen. Al respecto, la magistrada consideró que “en la medida en que se omita indicar de qué se cuida o resguarda a Lisboa para impedirle competir en mayores, tales objetivos no pasarán de ser meras afirmaciones dogmáticas que encubren un acto de exclusión injustificado”.
Pero más importante aún es que ambas instituciones deportivas desconocen una resolución que sacó en 2004 la Confederación Argentina de Pesca y Lanzamiento, que regula la actividad a nivel nacional. Esa disposición, citada en el fallo, aclara que “la dama podrá integrar la categoría Mayores y no perderá la categoría de dama”.
En esta lucha por defender su derecho a pescar sin ser discriminada, Mónica ha perdido amigos. “Los mismos pescadores con los que compartía la pesca y algunos asados ya no me saludan. Nadie me habla en el club. Ahora soy una perversa que demanda al club. Prefieren que sufra una situación de indignidad”, dice.
En estos años Mónica siguió pescando. Pero se vio obligada a guardar la caña, por un tiempo, a mediados del año pasado por el hostigamiento de algunos socios: el 17 de junio de 2006 uno de ellos le advirtió que utilizaría “una pistola 9 milímetros” para que finalizara con sus reclamos.
Mónica siente que el fallo es una brisa de aire fresco. Pero sabe que su lucha todavía no terminó. Piensa seguir, si es necesario, hasta la Corte Suprema para terminar con esta discriminación y abrirle el camino a otras mujeres.
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