Jueves, 1 de noviembre de 2007 | Hoy
SOCIEDAD › CONMOCION POR EL FALLIDO TRASLADO DE 103 CHICOS AFRICANOS A FRANCIA
Una ONG francesa pretendía rescatar a 103 chicos huérfanos del país africano, pero fueron detenidos por las fuerzas de seguridad locales. Ahora enfrentan un juicio por tráfico de niños.
Por Miguel Mora *
desde Yamena, Chad
La gente de Chad está indignada. El intento de secuestro de 103 niños originarios de la castigada zona fronteriza con Sudán por parte de una ONG francesa, la semana pasada, ha traído a uno de los países más pobres y atrasados del mundo un concepto desconocido: la alarma social. La población y la prensa aparecen unidas como una piña contra el enemigo, los blancos que intentan traficar con sus niños, los europeos que engañaron a las autoridades disfrazándose de rescatadores humanitarios para montar una supuesta red de pederastia, de adopción, de tráfico de órganos, quizá las tres cosas a la vez. Los franceses, “a los que tanto queríamos porque nos dieron su lengua”, dice Omar, un comerciante de 29 años que vende videos en Yamena, “han hecho lo nunca visto, lo nunca oído, lo nunca escrito”. Ese es, más o menos, el clima, con trazo muy grueso, que se respira en la pequeña capital de este país de nueve millones de habitantes.
En este lugar donde la pobreza y la burocracia asfixian más que el calor, el futuro parece pintar muy difícil también para los nueve ciudadanos franceses, uno belga y dos chadianos acusados por los jueces del intento de secuestro de esos 103 niños, de entre siete meses y 9 años, que presuntamente procedían de Darfur, pero que según ACNUR han resultado ser en su inmensa mayoría de los pueblos chadianos cercanos a la frontera.
Para colmo, muchos pertenecen a la etnia minoritaria, los zaghawa, que es la del presidente, Idriss Deby, según decía ayer la prensa local. Noticias poco halagüeñas para los siete españoles detenidos, tripulantes del avión que transportaba a la ONG El Arcca de Zoé e imputados de complicidad.
Las autoridades locales saben que el juicio será seguido en medio mundo, y Abéché, donde ayer hubo manifestaciones exigiendo justicia y que sigue en estado de emergencia y con toque de queda, no parece el sitio ideal. Pero el traslado también es difícil, porque solo hay avión dos veces por semana, y previsiblemente tardará varios días. El gobierno chadiano anunció además la imputación de un piloto belga, de 75 años, que ayudó a la ONG francesa a trasladar a los niños desde sus pueblos natales hasta el campamento base (que fue montado por la ONG con tiendas de campaña de la ONU: otro hecho estrambótico para este caso insólito) cerca de Abéché. Pese a que la calma y la amabilidad más exquisita parecen dos de las marcas de identidad nacionales, la ofensiva mediática lanzada por el presidente Déby contra la actuación de la ONG va tomando carta de naturaleza decididamente antifrancesa.
En su condición de país abandonado a su suerte (absoluta carencia de infraestructuras, sanidad, higiene), Chad es una especie de síntesis dramática de todos los males que aquejan al continente poscolonial. Tras la larga ocupación, vive una larga guerra civil, galvanizado en diferentes grupos étnicos, tribales y lingüísticos (más de 120 dialectos), se ocupa militarmente en sofocar y promover guerrillas junto a la frontera sudanesa; tiene una incipiente industria petrolífera (reservas estimadas: dos billones de barriles), que ha sido entregada a un consorcio de empresas de Estados Unidos, y los chinos, que se fueron en 1999, han vuelto en gran forma para establecer su pequeño comercio, su influencia política y sus empresas de construcción.
Con todo eso en juego, el papel de Francia parece en franco retroceso. Y la historia de El Arca de Zoé, con su carga endiablada (casi todos parecen callar algo) de presunto humanitarismo, disparate, negocio, neocolonialismo y demagogia, parece haber servido, en el momento preciso, como aglutinante social y reivindicación soberanista frente a la ex metrópoli.
Bastaba echar un vistazo a los periódicos de la capital, Yamena, para entender que la rabia nacionalista, africanista y negra se han unido en una sola frente al viejo opresor. Los titulares, inequívocos y escritos en perfecto francés, dan una idea: “Simulacro de evacuación sanitaria”, “Salvados de una trata humanitaria”, “Negreros voladores de los tiempos modernos”, deportación clandestina de menores hacia Europa...
En las calles de la capital, tres o cuatro rectas, cinco o seis rotondas, dos bancos, las aceras fabricadas con arena del desierto, entre la pobreza infinita, los niños que juegan, las maravillosas telas de las mujeres y los hombres que hablan (en vez de pleno empleo, Chad tiene pleno desempleo), ha surgido un sentimiento nuevo. Se llama alarma social, pero quizá sea solo rencor justificado.
Por otra parte, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, se implicó el más directamente en el caso del supuesto tráfico de niños en Chad. Tras el consejo de ministros que se celebró en la localidad de Ajaccio, en la isla de Córcega, Sarkozy separó claramente la situación de los siete miembros de El Arca de Zoé que organizaron la evacuación de los menores de la de los dos periodistas que viajaban con ellos y los siete tripulantes españoles de avión que debía llevar a los niños a Francia. Insistió en que hablará con su homónimo chadiano, Idriss Déby, para “sensibilizarlo” sobre la “presunción de la inocencia” y abrió la puerta para pedir oficialmente la extradición de los miembros de la organización para que sean juzgados en Francia.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12
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