Domingo, 24 de febrero de 2008 | Hoy
SOCIEDAD › OPINION
Por Leandro Teysseire *
A mediados de enero empecé a hacer un ensayo fotográfico con los cartoneros asentados en Pampa y Virrey Vértiz. Día tras día de trabajo fui relacionándome con la mayoría de las familias asentadas, pero en especial con Lucía (cartonera, 45 años), su compañero Roberto y el hijo de ambos, Tito, de 8 años. Hace unos 15 días estaba tomando fotos en el asentamiento, era de noche y se largó una tormenta de verano, de esos aguaceros con vientos fuertísimos, y pude ver cómo en segundos se le arruinaban todas las pertenencias, desde los objetos para la supervivencia como alimentos, ropa y colchones, hasta los papeles y cartones recolectados en su trabajo diario. La escena del agua empapando todo me impresionó de tal manera que le ofrecí a Lucía si quería que al menos su hijo Tito pasara la noche conmigo en casa de mi novia Carolina, que vive a metros del asentamiento. Aceptó y nos llevamos a Tito. Al otro día, cuando lo llevé de nuevo con su mamá, me dijo que le iba a pedir a Dios que lloviese más seguido.
El viernes, Lucía y Roberto fueron detenidos violentamente por resistirse al desalojo del asentamiento. Fue un operativo de la policía y una decisión del gobierno porteño. Tito quedó solo. Con acuerdo de los compañeros cartoneros que quedaron decidimos que yo me llevaba a Tito hasta que largaran a sus padres. En casa vimos el noticiero y Tito me preguntó si sus papás estaban lastimados. Comimos unas empanadas y antes de dormir la siesta me dijo: “Me gustaría conocer a Dios. Pero sin morirme”.
Ya era casi de noche cuando Tito pudo reencontrarse con su papá y su mamá. La Justicia había dispuesto que los liberaran.
* Fotógrafo.
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