Domingo, 24 de febrero de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Víctor Bronstein *
La energía es la base de nuestra civilización industrial y de nuestra forma de vida. Por lo tanto, el desarrollo de los países de nuestra región requiere integrarnos energéticamente para garantizar la accesibilidad y disponibilidad de los distintos recursos energéticos de acuerdo a las necesidades de los distintos países. La Integración Energética será la columna vertebral de la integración regional. Esta afirmación se basa en el carácter estructural de la actividad energética, que obliga a políticas permanentes de cooperación y desarrollo. América del Sur es una región privilegiada que puede autoabastecerse energéticamente, con Bolivia y Venezuela como los grandes productores y Brasil y Argentina como grandes consumidores.
Sin embargo, hay distintas maneras de integrarse y el encuentro entre los presidentes Lula, Evo Morales y Cristina Kirchner es un paso más hacia una integración que tenga en cuenta principalmente los intereses de los países de la región y sepulte definitivamente el proyecto de integración energética diseñado por Estados Unidos en la década de los noventa para garantizarse el abastecimiento petrolero. Estados Unidos siempre consideró la energía como un problema de seguridad y, por lo tanto, tiende a establecer “políticas de seguridad” en función de sus necesidades energéticas
En 1990, George Bush presenta la “Iniciativa de las Américas”, donde, entre otras cosas, desarrolla la idea de facilitar el ingreso de las empresas petroleras de su país en el mercado energético de América latina. Esta iniciativa tuvo una amplia e inesperada acogida por la mayoría de los gobiernos latinoamericanos de aquel momento, principalmente por los “tres lamentables Carlos”: Carlos Salinas en México, Carlos Andrés Pérez en Venezuela, Carlos Saúl Menem en Argentina,
Unos años más tarde, el Proyecto de Integración Energética Hemisférica (IEH) propuesto por Clinton en la Cumbre Hemisférica de las Américas, o Cumbre de Miami, realizada en diciembre de 1994, fue una de las estrategias más importantes en la política estadounidense de integración continental junto con el ALCA.
Ahí se planteó: “Las naciones del hemisferio han iniciado una nueva era de crecimiento económico. Esta nueva era se basa en una mayor cooperación económica, en un comercio más libre y en mercados abiertos. El desarrollo económico sostenible requiere de la cooperación hemisférica en el campo de la energía”.
La IEH era un foro político para la cooperación energética entre los países americanos tutelado por Estados Unidos. La iniciativa buscaba, entre otras cosas, la complementariedad de los recursos energéticos de la región, asegurar el suministro energético y estabilizar los mercados regionales de energía. Asimismo, la IEH tenía como objetivo ampliar las vías de comunicación entre los gobiernos, las empresas nacionales de energía y las grandes empresas multinacionales.
Resultado de lo anterior fueron las reformas a los marcos jurídicos del sector energético de los distintos países de la región, la desregulación de los mercados, las privatizaciones y sus consecuencias.
Hoy, el problema energético se ha instalado con fuerza en la región y en el mundo y requiere establecer estrategias que garanticen el desarrollo armónico de nuestros países ante una posible escasez mundial de energía. Para esto debemos trabajar por una nueva integración energética regional que trascienda las discusiones coyunturales como, por ejemplo, sobre la cantidad de gas que puede enviarnos Bolivia este año si Brasil lo acepta. Es necesario establecer mecanismos regionales de planificación y cooperación que permitan discutir las inversiones en el sector energético, compartir tecnología, trabajar en nuevas fuentes de energía e, incluso, pensar en una matriz energética regional. La complejidad del problema energético trasciende las cuestiones económicas, políticas o empresariales y requiere un abordaje integral y de largo plazo. Y la integración regional sólo será posible con una nueva integración energética.
* Director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (Ceepys). Profesor e investigador UBA.
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