SOCIEDAD
El cambio histórico
"Históricamente, la condición de ama de casa empezó siendo un logro y un progreso para muchas mujeres –observa Irene Meler, coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires-: en los albores del industrialismo, el empresario pagaba por el trabajo de la familia entera, incluida la mujer, bajo las peores condiciones; cuando, luego de varias generaciones, las mujeres llegaron a ser amas de casa, esto coincidió con un ascenso de clase: en los nacientes sectores medios, ellas podían dedicarse a criar con esmero sus hijos. Después, pasada la mitad del siglo XX, una cantidad importante de mujeres se insertó en la actividad remunerada pero ya para desempeñar otros trabajos, propios de la clase media: entonces, sí, el trabajo brindaba mayor dignidad social y poder de negociación en la pareja."
Entonces, "las tareas domésticas pasaron a ser resignificadas como la actividad que hacen aquellas que no saben hacer ninguna otra cosa, pudiendo aspirar a ello. Así pasaron a convertirse en una circunstancia vital particularmente depresógena –continuó Meler–. Para colmo, la familia se ha fragilizado enormemente".
Y los quehaceres de la casa "son doblemente depresógenos para los hombres que deben desempeñarlos, no por compartirlos con su pareja, sino por haber perdido su empleo remunerado. El desempeño del rol doméstico por el varón carece de toda legitimación tradicional y los hombres muestran sentirse totalmente desvirilizados", concluyó.