Domingo, 11 de abril de 2010 | Hoy
Por José Cibelli
José Cibelli recordó que para concentrarse y pensar en qué diría en sus 18 minutos tuvo que subirse al auto y dar vueltas en busca de un café. Llegado a “un lugar elegante, un McDonald’s”, hizo la fila y consiguió su taza, no sin consecuencias, porque un señor mayor comenzó a hablarle en la espera, y a seguirlo mientras él iba a su mesa. “Pero mientras yo caminaba, él se arrastraba”, se movía a duras penas, con todas las dificultades del mundo; luego se sentó a una mesa cercana, donde lo esperaba una mujer que había llegado en andador.
“Esas son las pequeñas injusticias acumulativas de la vejez”, observó Cibelli, que precisamente quería llegar a ese punto. “La vejez es algo que nos está pasando”, señaló, y sin embargo es la zona de la vida humana cuya investigación recibe menos recursos económicos. “Sabemos que sucede, sabemos por qué, pero la ciencia no tiene respuestas para saber cómo volver atrás. Avanzamos muchísimo en el conocimiento del cáncer, son asombrosos los desarrollos en nanotecnología... ¿cómo puede ser que no se investigue de igual manera en la vejez?”
Veterinario, Cibelli fue pionero en la clonación de terneros, y se acercó tanto al mismo terreno en humanos que alguna vez quedó en medio de una polémica entre Juan Pablo II y Bill Clinton, cuando aún era presidente. Ahora, aunque tal vez se note menos, se adentra también en terrenos resbaladizos, porque su objetivo no es tanto entender las reglas de la vejez como investigarlas para poder jugar con las agujas del reloj.
En las investigaciones sobre biotecnología y clonación, lógicamente, Cibelli se siente como pez en el agua, y tal vez por eso le resultó tan sencillo explicar, a partir de un chiste y las imágenes de un pez cebra anciano (“Taa, de 48 meses, vean cómo tiene la espalda arqueada, como pasa con los seres humanos muy viejos”) que ayuda en la investigación de una estudiante de doctorado suya, haya podido explicar nociones como la del límite Hayflick, que formalizó observaciones acerca del tiempo en que, tras reproducirse ávidamente, una célula detiene sus procesos de crecimiento. Eso, y una imagen de dos células cuyos núcleos acababan de ser intervenidos, hace apenas dos semanas, en su laboratorio, alcanzó para que demostrara que las investigaciones para detener la vejez avanzan.
A este paso, planteó, no es ciencia ficción pensar que en el futuro (quizá más cercano de lo que parece) habrá moléculas que puedan reactivarse, maneras de intervenir en las células para que, cuando el reloj se les detiene, vuelvan a arrancar. Conocer “el factor vejez” servirá para “reactivar y deshacer” el tiempo en el cuerpo.
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