Al menos en los últimos veinte años, aun a pesar de crisis y vaivenes, el paisaje de las casas de subastas se mantuvo estable: siguen estando todas las que estaban. Lo que sí sufrió mutaciones, y lo hace cada vez que se transforman las variables económicas, fue el público. La “única merma en las ventas”, señala Boccazzi, de la firma Roldán, a lo largo de los años, dependiendo del período, tiene un perfil claro: los “compradores de clase media”. Los coleccionistas clásicos, en cambio, “siempre están vigentes y de hecho en la crisis son más feroces porque aprovechan a comprar cuando no tienen tantos competidores”. Es que la compra de arte, piezas preciosas y libros de colecciones prestigiosas, muchas veces tiene más de previsión económica que de placer hedonista. “El arte es una inversión segura, porque no se devalúa con el paso del tiempo, sino que se revalúa. No tiene costo de mantenimiento ni se amortiza. Por eso mucha gente se vuelca al arte como alternativa de inversión.”