Jueves, 16 de septiembre de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Nora Veiras
Lo evidente es, según los manuales básicos de Filosofía, lo “claro” y “distinto”, es aquello que no se puede confundir. El debate público es hoy evidente. Todo, o casi, está sobre la mesa. Como sucede con lo que se oculta o se disimula cuando queda al descubierto, hay que tener coraje para afrontarlo. Es, paradójicamente, una forma de revalorizar las palabras. El doble discurso se resquebraja a fuerza de un debate frontal, quedan pocos márgenes para decir lo que no se piensa.
Al regreso de un olvidable viaje oficial por Málaga, Marbella, París y Roma, el jefe de Gobierno porteño decidió mostrar autoridad frente a los estudiantes. Las tomas de colegios empezaron porque “cayó gente que asesora a estos jóvenes, que les dice: ‘Tomen las escuelas, así se salvan de la obligación de educarse’”. ¿Habrá sido una proyección de Mauricio Macri? ¿Los estudiantes también tendrán su Durán Barba? Se desconoce si el propagandista ecuatoriano tiene algún discípulo, más barato, que recuerde sus épocas militantes y recorra escuelas enardeciendo a las masas.
La respuesta parece más sencilla: ¡Los chicos piensan! Son adolescentes que reclaman por el derecho a educarse. La obligación de brindarles las condiciones básicas para que en el siglo XXI los estudiantes tengan la posibilidad de hacerlo es del Estado.
La subestimación de los jóvenes vino después de haber propuesto que los directores de las escuelas los identificaran en listas ante la comisaría del barrio. El estereotipo del adolescente de escuela pública que tiene Macri es evidente. “No queremos formar piqueteros”, completó su ministro de Educación, Esteban Bullrich. Un diputado con licencia que llegó al cargo, se suponía, porque tenía muñeca política. Garantizó el inicio de las clases. Ese esfuerzo parece haberle afectado la destreza.
El tándem mostró una inoperancia evidente para resolver un conflicto anunciado. Es inexplicable que recién el 6 de septiembre le hayan presentado a la comunidad educativa el plan de obras. “Tendrán que cumplir los 180 días de clase que dicta la ley” si no los Consejos de Convivencia “tomarán las sanciones que correspondan”, azuzó el jefe Macri. Los chicos son ciudadanos, no empleados. La amenaza de la sanción choca contra la complejidad del entramado de relaciones que funciona en la escuela. La sanción tiene sentido como parte de un proceso formativo, es complejo encontrar justicia cuando el desencadenante de la protesta es la falta de cumplimiento de los funcionarios.
Al Guinness se subió la ex vicejefa Gabriela Michetti proponiendo pico y pala para que los chicos dejen de quejarse y utilicen toda su energía juvenil en arreglar los edificios. Ya no hay doble discurso, el PRO es evidente.
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