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“La novia de las flores es el clavel”, afirma sin un ápice de duda Américo Lopes (en la foto junto a su familia). En Argentina, “es la favorita de todo el mundo” desde siempre y nada parece capaz de modificar esa preferencia marcadísima en el gusto nacional. “El lilium también gusta, pero es más caro. La astromelia anda bien. Pero una vara de lilium puede estar, acá, en el Mercado, a 7, 8 pesos. Y un paquete de margaritas 10, 12. Un paquete de astromelia cuesta lo mismo que una vara de lilium. Date cuenta.”

En el país, el repertorio de flores consideradas tradicionales no es inmenso, pero tampoco notablemente escaso: además del clavel, la rosa, el crisantemo y el gladiolo hicieron historia en la producción local.

Con la apertura de la importación, en los ’90, la oferta se amplió, y en más de un sentido. Si hasta entonces el 70 por ciento de la producción nacional se repartía entre cinco especies florales (rosas, crisantemos, claveles, clavelinas, san vicente) y el consumo de flores solía estar más fuertemente asociado de manera más bien exclusiva a los hitos en la vida social (casamientos, nacimientos, muertes, cumpleaños, celebraciones particulares), algo pasó con la llegada de otras tendencias. En las florerías irrumpieron esas grandes flores de vara esbelta y se empezó a desarrollar un público fiel al lilium, la astromelia y otras bellezas hasta entonces consideradas raras. A simple vista, hoy el mercado también es federal: hay gladiolos de Corrientes y Santa Fe, jazmines de Tucumán, flor de papel de Jujuy.

Ahora, el espacio para la importación se ha reducido, en parte por la decisión de los productores de abastecer lo que el mercado local pide, así tengan que aprender nuevos cuidados y comprar otros insumos. Hoy difícilmente se encuentren menos de cien variedades en cualquier momento del año, y en fechas especiales y temporada, pueden llegar a contabilizarse 200 tipos de flores diferentes en una sola mañana con sólo caminar entre los distintos puestos.