Domingo, 11 de marzo de 2012 | Hoy
SOCIEDAD › FEDERICO CUCO, COLECCIONISTA
Por Soledad Vallejos
A diez metros de donde el ex Titanes en el Ring Rubén Peuchele responde consultas periodísticas, Federico Cuco pide disculpas y se demora unos minutos. El barman, bloguero y coleccionista de cristalería y elementos de coctelería antiguos, llegó a la presentación de El gran Martín, biografía de Martín Karadagian, para acompañar a un amigo, pero también por intereses propios off evento: alguien recién llegado de viaje prometió entregarle hoy un objeto preciado para su colección.
Instantes después, el nieto (“mi abuelo laburó en París en entreguerra; después vino acá y se dedicó a otra cosa”) e hijo (“mi papá trabajó en varios pubs por Olivos”) de bartenders vuelve y corrobora el poder de la globalización. Lo sabe por los blogs que él consulta, pero también el que escribe él mismo (elkankuko.blogspot.com) y por el feedback de su perfil de Twitter (@fedecuco): “Esto pasa en todo el mundo”. Lo leen “cantineros” de Centroamérica, de España, y de tanto en tanto intercambia artículos con colegas de lengua inglesa, “porque a los 30 decidí estudiar inglés para poder leer libros de coctelería que me interesaban. Cuatro años, tres veces pos semana, me senté y estudié. Y ahora hablo, escribo. Me corrigen, pero sé”.
Dice que es “medio historiador”. Pero no sólo por sus más de cien cocteleras antiguas, ni por su colección de libros (que siempre quiere ampliar). Cuco, ex Unik, actual bartender en zona norte y organizador de un sistema de barras móviles, fue el mismo que, hace unos años, quedó hechizado por un barman jubilado. “Y me pasé dos años yendo una vez por semana a tomar un café con él para que me cuente.”
–¿Para que cuente qué?
–Era así: yo iba a buscarlo, íbamos a un lugar a tomar una cervecita, un café, y mientras él me contaba de libros viejos que yo llevaba. Por ahí le mostraba una receta y le decía “¿qué es el licor amarillo?”. Y él me explicaba: “No decíamos la marca, en esa época decíamos licor amarillo porque era el único del mercado”. Así rescaté un par de recetas.
–¿Por qué hacías eso?
–Para aprender más.
Cuco, el barman “medio historiador”, siente tanto amor por el universo de la coctelería que hace un par de años con un amigo inició una campaña conmovedora: el rescate del Clarito, el Dry Martini argentino ideado por Santiago “Pichín” Policastro en 1935.
–El fue el primer barman mediático. Tenía un programa en la radio y un bar en Maipú y Corrientes, adonde iba toda la farándula de la época. Fue muy conocido, y hace un extra en Vida nocturna, una película de 1955 con Pepe Marrone y Hugo del Carril: Pichín hace de barman. Hace cinco años, con otros barman llegamos a la conclusión de que había que rescatar, por ejemplo, su decálogo del barman, que son diez puntos que no hablan de botellas sino de tu actitud como barman. Charlando también salió lo del Clarito y, claro, todos tienen vermut y gin, cualquiera puede prepararlo. Entonces me junté con otros dos amigos: primero yo escribí una carta, en primera persona, a los barman. La fotocopié con la foto de Pichín. Y una noche caminé, con un amigo, por todos los bares de Palermo, charlando y dejándola. Al otro día, él hizo una carta más prolija, armó carpetitas, nos vestimos bien y fuimos a hacer lo mismo por los bares de los hoteles del centro. Le dejamos una a cada barman. Y después me pasé todo un mes mandando la carta, en inglés y español, a bares de todo del mundo. Les preguntaba si no se prenderían, les contaba la historia de Pichín. Javier de las Muelas (bartender y dueño de DryMartini, el bar de Barcelona sindicado entre los diez mejores del mundo) no sólo se copó. Sacó una foto de todos sus empleados con un clarito, me mandó una copa de regalo, algo inconseguible. Hubo mucho apoyo. Cuando supieron que detrás de la movida del Clarito había amigos, otro barman, desde Australia a Canadá, pasando por España, Inglaterra, diversos países de Latinoamérica, Estados Unidos y hasta Japón, sirvieron el trago. Vas ahora y en varios bares del mundo saben lo que es.
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