SOCIEDAD › EL KIOSKERO
“Llorando todo el día”
- Aldo Avellaneda vende diarios y revistas frente a la cancha de Unión. Morocho, flaco y de anteojos, el hombre –de 56 años– empezó a trabajar a los ocho como canillita en esa esquina. Desde allí vio transcurrir la historia de los vecinos del barrio Villa del Parque. Vivió, con ellos, la resistencia civil que protagonizaron en los años de la última dictadura militar desde ese triángulo cerrado por el terraplén ferroviario. Y creció, junto a ellos, con la mística que el padre Osvaldo Katena –un sacerdote tercermundista– dejó en el lugar. Desde su kiosco, Aldo veía pasar todos los días a sus vecinos y compartía con ellos las pequeñas y grandes conquistas cotidianas: una ventana nueva, los ladrillos que faltan para completar la casita y, por supuesto, la carne para el asador que corona el techado de toda vivienda. El martes, Aldo volvió a ver pasar a sus vecinos. Esta vez, sólo iban con lo puesto.
“Uno no ve la magnitud de la tragedia sino en el rostro de las personas. Pasaban con una bolsita de nylon diciendo ‘es lo único que pude salvar’, ‘mi hijos están en el techo’... así, las 24 horas. Gente enferma, gente grande”, contó.
–¿Cómo aguantó?
–Llorando todo el día. No tenía palabras para calmar a esa gente.
Más de eso no puedo decir.
Aldo contesta y otra vez llora. Como casi todos a quienes los periodistas entrevistaron desde el martes en Santa Fe.