Domingo, 19 de octubre de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › TESTIMONIOS DE LAS ALUMNAS
Daiana Meza es una alumna de 17 años que cursa segundo y está logrando tener todas las materias aprobadas. Vive con su familia y hace un mes que está separada de Jonathan, el padre de Nehuel. Los jueves trae al nene a la escuela porque Jonathan juega al fútbol. Si no, por lo general, él se encarga de cuidarlo. Aunque está desempleado, también mantiene a la familia, mientras ella se concentra en estudiar. “Hasta hace poco estaba un poco bajoneada con la escuela, no quería saber nada, pero decidí que la voy a terminar porque me falta poco”, cuenta.
Daiana cursa en la EMEM 1 del Distrito Escolar 13 Manuel Mujica Lainez, de Lugano, que incorporó el programa de Retención Escolar de alumnas embarazadas, madres y de alumnos padres en 1999. La escuela cuenta con tres docentes referentes, que contienen a unos 35 estudiantes, entre chicas y varones, con charlas informales y talleres que les permiten despejar sus dudas en relación con la maternidad, la paternidad, los nuevos desafíos que encaran. Además, cuando a los chicos les es imposible asistir a clase por tener que ocuparse de su embarazo o de sus hijos, se mantienen en contacto, gestionan trabajos prácticos para que puedan continuar sus estudios. “El objetivo es la retención de los chicos para que puedan terminar el secundario. La idea es que el embarazo no se vuelva un impedimento”, explica a Página/12 Paula Bonifati, una de las referentes de la institución.
La escuela Mujica Lainez fue una de las primeras que se incorporaron a esta propuesta de la Ciudad de Buenos Aires para escuelas públicas secundarias. “Los profesores son más accesibles con los trabajos. Si faltás a alguna prueba, te la vuelven a tomar más tarde. Los preceptores también te acercan los materiales”, relata Erika Berón, una alumna de 19 años que cursa cuarto año y quedó embarazada de Nerea en 2012. Como dio a luz en el receso de invierno, en ese momento no tuvo problemas para cursar.
Erika dice que, al momento del embarazo, hacía un mes que había empezado a vivir con su pareja y no se estaba cuidando: “Si vos no te cuidás, sabés lo que te pasa. Si venía, lo iba a aceptar, y pasó”. Además sostiene que nunca pensó en dejar la escuela y que su meta es poder ingresar a la Policía Federal. “Para cualquier trabajo tenés que tener el secundario terminado. El problema que voy a tener es que, cuando me meta a la policía, el primer año voy a estar como internada y sólo voy a poder ver a Nerea los fines de semana. Por suerte, ella ya va a tener cuatro años.”
Como la escuela no tiene guardería, el programa también avala que los alumnos puedan llevar sus hijos a clase cuando no tienen con quién dejarlo en sus casas. “Cuando la traigo a la escuela, con mis compañeros la consentimos mucho. Enseguida vamos al kiosco para comprarle algo. Igual es medio complicado traerla a clases porque en las últimas horas ya no quiere saber nada y se fastidia. Además, ahora está caminando, se me va para cualquier lado y toca todo lo que encuentra”, cuenta.
La docente referente, que trabaja en el proyecto desde 2011, explica que “el programa funciona porque estamos presentes. Intentamos acercarnos con predisposición y empatía, pero el vínculo siempre depende de la personalidad de cada uno. Hay chicos que son más abiertos que otros. También nos parece importante hablar con las familias”.
Diana carga en sus brazos a Nehuel, su hijo de un año. “No estábamos buscando el embarazo. Cuando pasó, me cambió todo. Yo iba al colegio a la mañana y me tuve que cambiar. Ahora tampoco puedo salir mucho, no me molesta, pero es otra responsabilidad. Para estudiar, se complica porque tengo que estar atenta a él. Por suerte, mis profesores y mis compañeros me ayudan mucho”, comenta.
Elizabeth Bruzzese es la mamá de Facundo. Igual que Erika, cuando quedó embarazada en tercer año, no se estaban cuidando con su novio, pero no consideraban un problema tener un hijo. Sin embargo, esperó tres meses para contarle a la familia la noticia porque pensaba que la iban a obligar a abortar. “Cuando lo tenés, no sabés ser mamá, aprendés todos los días, ahora mi familia me apoya en todo”, remarca. Cuando eso sucedió, estudiaba en otro colegio. Y aunque allí también había referente para acompañarla, resolvió cambiarse de escuela. Ahora se siente bien, no tiene ninguna materia previa y logra sacar buenas notas, está muy enganchada con sus compañeros y es una de las grandes promotoras de los espacios de encuentro que las estudiantes tienen en el colegio con otra de las referentes, Leticia Maletti.
La joven, de 19 años, está en cuarto año y trabaja como costurera con su madre. Comparte sus preocupaciones con su pareja, con quien sueña tener la familia siempre unida. “Quiero terminar de estudiar para darle el ejemplo a mi hijo. Si no, cuando crezca me va a decir ‘me obligás a estudiar a mí, pero vos no terminaste’. Además, me conviene a mí”, reflexiona.
Informe: Gonzalo Olaberría.
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