SOCIEDAD
La tragedia de Ahmad, de sólo siete años
Ahmad tiene siete años y está sentado con su hermana pequeña, Simin, en la calle. Junto a ellos hay cuatro cadáveres. El pequeño Ahmad, cuya triste mirada le hace parecer mucho mayor, asegura que ya no tiene miedo a los muertos porque “hay tantos...”.
La imagen de la ciudad iraní de Bam en el primer día después del terremoto todavía está dominada por las ruinas, los cadáveres y los niños huérfanos.
“Si ahora somos diez mil, veinte mil o cien mil, ¿a quién le importa? De alguna manera todos estamos muertos”, afirma Moharram, uno de los supervivientes que ha visto cómo toda su familia ha sido desenterrada, inerte, de entre los escombros.
Pese a que los trabajos de rescate funcionaban ayer mejor que el viernes, son sobre todo los habitantes de Bam los que siguen buscando supervivientes.
El Ministerio del Interior advirtió que era la última oportunidad de rescatar personas con vida.
El padre de Ahmad, un comerciante ambulante, murió en el terremoto. Su madre fue trasladada a un hospital en la vecina ciudad de Kerman, donde falleció por la gravedad de las heridas recibidas en la cabeza, según relatan los vecinos. Cuando se les preguntó a los niños qué van a hacer ahora, el muchacho respondió: “No lo sé. Espero que mis tíos sigan con vida”.
Su hermana pequeña Siman, de tres años, lo está pasando peor. “Lloró durante toda la noche gritando ‘maman’ (mamá) hasta que entró en calor (...) ahora al menos no chilla”, relata su hermano.
El destino de los niños huérfanos todavía no es tema en las agendas. Según la Media Luna Roja, primero tienen que concluir los trabajos de rescate, se tiene que atender a los heridos, restablecer el suministro de electricidad, agua potable y de teléfono. Sólo después se planteará el tema de los niños huérfanos.
“Suena duro, pero no puede ser de otra forma. Hay que establecer prioridades”, señaló uno de los miembros de los equipos de rescate.
El Ministerio del Interior iraní dividió Bam, en el sur del país, en seis distritos grandes y 21 pequeños para mejorar la eficacia de los trabajos de rescate en los que por primera vez han participado equipos extranjeros, entre ellos españoles.
“Nos estamos congelando y el gobierno viene con nuevos programas”, dijo Hussein, un superviviente de 43 años y uno de los pocos que no ha perdido a nadie de su familia cuando la tierra tembló. “Ayer tuvimos cinco grados bajo cero. Necesitamos carpas, mantas y calefactores, nada de juegos políticos”, aseguró Hussein.
Los sobrevivientes perdieron a sus maridos, otros ya no tienen esposas, hijos o padres.
“Pensé que habría sido mejor estar en algún lugar ahí abajo”, dice señalando las montañas de escombros.