SOCIEDAD › ANTICIPO DEL LIBRO DE LA CHA SOBRE LA UNION CIVIL

Adopción, orientación y deseo

Por Jorge Garaventa *

Almudena es una joven española de 19 años, a la que conocí en un foro electrónico sobre adopción. Un día me escribe en privado: “Soy la hija de Manuel y Pablo” (asiduos participantes del foro), los cuales habían mencionado en su momento que eran una pareja homosexual y eran padres adoptivos de una niña. El desarrollo psicoemocional de Almudena tira por la borda las manifestaciones prejuiciosas acerca de los trastornos identificatorios, labilidad identitaria y sobre todo esquemas preformados de elección de objeto amoroso. La joven es heterosexual, mas, si no lo fuera nada de lo afirmado antes perdería sustento.
La teoría de la degeneración, que hizo escuela largamente en ámbitos científicos y silvestres sustentaba la tesis de que a padres heterosexuales, hijos heterosexuales, por lo que un hijo homosexual sería producto de la degeneración de lo normal.
Tributaria de aquella teoría surge ésta que dictamina que a padres homosexuales, hijos homosexuales. Almudena y tantos otros conocidos hoy gracias a los estudios de los pediatras norteamericanos (citados seguramente en este libro), serían degenerados. ¡No!, dice el patriarcado, son normales por casualidad pero seguramente profundizando en sus cualidades psíquicas se descubrirán las huellas patológicas de la situación antinatural a la que fueron sometidos.
Para algunas personas es horroroso que se permita que un niño o una niña abandonados sean adoptados por homosexuales. No hay la misma manifestación de horror hacia el maltrato cotidiano, las vejaciones, abusos y violaciones que suelen sufrir a veces en sus hogares de origen, o siempre, en las instituciones de internación.
La pregunta básica que subyace es si la orientación sexual de una persona que quiere adoptar es determinante para sus chances de lograrlo.
Si bien podría argumentarse erróneamente que la cuestión de fondo pasa porque la sociedad determina que el niño debe ser criado en una situación de familia clásica, con roles claros y funciones anatómica y socialmente determinadas, este argumento escatima la cuestión que lo que subyace es la discriminación hacia la homosexualidad, los miedos, los prejuicios y el horror que esto despierta.
La cuestión de que las trabas para la adopción monoparental son infinitamente menores, salvo en aquellos casos en que se sospecha de la orientación sexual del solicitante abonan estos dichos.
El determinar la aptitud de alguien para adoptar, situación que creo que debe establecerse fehacientemente no pasa, al menos desde la perspectiva psicológica, por la orientación sexual sino por otras cuestiones entre las cuales el deseo de tener un hijo no es precisamente menor.

* Autor de uno de los artículos del libro Adopción, proyecto de ley nacional de unión civil.

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