SOCIEDAD
La frontera del fútbol
Los brasileños de Dionísio Cerqueira incorporaron la milanesa, una comida que no estaba en su dieta y que ahora ya se la consigue en sus supermercados. Los argentinos de Bernardo de Irigoyen se acostumbraron a la comida variada en una misma mesa. Y en muchas familias un almuerzo o una cena consiste en un plato de porotos, otro de arroz blanco, ensaladas varias, mandioca, lechón asado y el reviro hecho con harina. Y que cada quien elija lo que prefiera, al estilo brasileño.
El intercambio cultural crece, pero tiene un límite: el fútbol. El choque entre ambas selecciones para un Mundial, o cualquier otra oportunidad, devuelve a cada uno su nacionalismo más exacerbado. También sucede en los partidos entre equipos de uno y otro país por alguna copa internacional.
Invariablemente, el festejo es siempre igual, aunque varía de qué lado de la frontera se haga. En la ciudad del país vencedor se forma una caravana de autos que celebran en las calles de la frontera, siempre de la propia. Y se toca bocina y se grita para que escuche bien el vecino humillado. Al final, la concentración cúlmine se hace frente a la Aduana. Siempre igual, de uno u otro lado de la frontera, según indique el resultado. Y con el cuidado de esquivar alguna que otra pedrada que vuela desde territorio enemigo.
“Eso sí –confiesa un argentino que habitualmente no pasa día sin cruzar el límite–. Cuando pierde Argentina, por una semana no podés ir a comprar ni hacer nada allá, porque todos te conocen y entonces perdés.”