SOCIEDAD › LA HISTORIA DEL CARTONEO EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES
Un espacio que aún genera trabajo
La quita de carros como política de control sobre el mundo cartonero no es nueva. El sistema fue uno de los métodos usados por la dictadura militar para desarticular la actividad y las organizaciones de cirujas por entonces poderosas, sobre todo en el interior del país. Hasta ese momento la recolección manual de residuos no estaba prohibida como ahora y la actividad de los cirujas era considerada como servicio público. Cuando la represión se extendió sobre los tripulantes de los carros tirados por caballos se estaban definiendo las nuevas leyes que regularían durante los siguientes treinta años el universo de la basura. En ese período, las municipalidades tercerizaron la actividad y en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires comenzaron a eliminarse las quemas urbanas de residuos para concentrar la actividad en un solo lugar: el Ceamse. El Ceamse surgió en ese período como zona exclusiva de rellenos sólidos.
Aunque los años del Proceso están lejos, algunos fenómenos vuelven a aparecer ahora. La quita de carros aparece ahora después de un año donde los cirujas que trabajan en la Capital hicieron algunos intentos de organización seria en torno de cooperativas. El año pasado después de la creación del Tren Blanco apareció un proyecto piloto para desarrollar en Palermo un programa destinado a recicladores urbanos y estas ideas se fueron consensuando y adquirieron un carácter público durante la sucesión de jornadas sobre el tema promovidas en la Legislatura. En esos debates participaron todos los actores relacionados con el sector, desde los cartoneros hasta el Ceamse, y se discutieron políticas para intentar darle alguna organización estructural al mercado informal de la basura.
Este proceso se fue dando mientras se vencían los contratos con las cuatro empresas porteñas concesionarias del negocio, uno de los servicios con mayor impacto en el presupuesto la Ciudad. En ese momento también se negociaba la prórroga de un año para preparar los nuevos pliegos y el nuevo llamado a licitación. En los próximos contratos, de acuerdo a los proyectos con más consenso entre los cartoneros, las empresas deberán articular espacios con los cirujas para la recuperación de materiales reciclables. Además tendrían que abandonar la facturación por kilo de basura recogida y proponer un sistema de cobro alternativo.
Con ese trasfondo llegó diciembre, la crisis y el aumento del precio en desechos hasta ahora poco preciados. En este marco el trabajo organizado de los camiones no parece casual. Con el aumento del precio del papel, el cirujeo se vuelve uno de los pocos espacios capaces de generar trabajo. Sólo ahora emplea a unas 25 mil personas que ganan, por lo menos, 300 pesos por mes. Según distintos estudios presentados por el diputado del PJ Eduardo Valdés, este mercado aún tiene capacidad para emplear a otras 75 mil personas. En diciembre parte de esos 75 mil se incorporó al trabajo. Como hace treinta años, las restricciones y la quita de carros aparecieron ahora cuando los cirujas van convirtiéndose en una poderosa legión de hombres capaces de meter las manos entre la basura para sobrevivir cada día. Y capaces también de disputar un mercado millonario a los grandes acopiadores.